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Confianza sigue siendo el aprendizaje básico

Saber que se puede. Saber que aquí está todo bien.

Saber que todo sale bien, siempre.

Saber que somos capaces.

Nadie está a salvo de caer, pero esto no destruye la confianza básica de que después de todas las tormentas sale el sol.

Esta revista tiene el formato de un diario. Un lugar de confesiones íntimas. Un diálogo honesto con nosotros mismos(as).

En vez de mirar siempre hacia afuera, miramos hacia adentro. ¿Qué soy? ¿Qué tengo? ¿Cuál es mi fuerza?

No necesito esperar continuamente un ataque. Sé que puedo enfrentar victoriosamente cualquier situación.

Cuando me olvido es esto, la comunidad me lo recuerda. Por eso vuelvo constantemente al tejido comunitario. La construcción colectiva.

El lugar donde soy aceptado como soy. Esta fuerza de identidad, pertenecimiento y afinidad, es indetenible.

Sé que puedo contar y cuento con la comunidad.

Experiencias de ayer y de hoy

No solamente tenemos experiencia a partir de lo que aprendimos en el pasado, sino también con lo que vamos experimentando ahora, en el tiempo actual.

Esto que puede parecer tan obvio, no lo es.

Cuando me circunscribo a lo que sé a partir de la experiencia pasada, puedo quedarme aprisionado a un tipo de vida repetitiva. Así fue, así será.

Cuando, al contrario, me atengo a lo que voy experimentando en el tiempo presente, entra aire nuevo. Me renuevo. Veo que puedo dar un paso más. Ir un poco más lejos. Hacer diferente.

Una y otra experiencia traen aquél tipo de saber que unifica la vida. Recomponen la unidad de los tiempos. Rehacen el sentido del vivir, rescatándolo de la mera ausencia de quien vive ajeno a todo y a todas las personas, meramente pasando o estando, el(la) alienado(a) que hace lo que le dicen que haga o lo que siempre hizo, o lo que cree que debe hacer sin preguntarse por qué o para qué.

Comparto estas anotaciones por el sentimiento que tengo de que aquella vida unificada que nos es posible al abrirnos a lo nuevo, puede y debe hacérsenos accesible a partir de simples hechos cotidianos. Dejar un lugar para lo imprevisto, la sorpresa, lo inesperado. Dejar que de en medio de lo ya sabido, llegue lo que no sabíamos, lo que aún desconocemos, lo que nos instala en un tiempo nuevo.

No se trata de oponer sino de integrar y sumar. Al final, podemos y debemos admitir que la vida sigue, no para. Así vamos teniendo experiencia de confianza y eternidad. Somos más de lo que creíamos. Y aunque en algún momento podamos haber llegado a sentir que ya no había más horizonte, otra vez salió el sol. Estamos de pie otra vez. Y la luz deshace las tinieblas de la confusión y del miedo o la mera resignación.

Podemos más, cuando descubrimos que no estamos solas ni solos. Siempre hubo y continúa habiendo a nuestro lado al menos una persona a nuestro favor. Esto puede ser suficiente. Puede ser la diferencia entre la vida o la muerte, literalmente. No solamente me refiero a la muerte total, sino a la del alma, que suele ser muy penosa, por robarnos el bien precioso de la alegría de vivir.

La pobreza muchas veces devuelve esta sensación de seguridad previa y primera, original, si es que descubrimos que pudimos seguir adelante más allá de aquellos tiempos en que parecía faltar todo. Un plato de comida, un techo donde cobijarnos, una mano amiga a apoyarnos. La memoria tiene esa función de rescatar y rehacer el sentido del valor.

Ilustración: “El tejido del universo”

La fuerza de la unidad

Una mujer que me pueda amar. Este era mi sueño en los años 1970. Lo vivo hoy. Es lo que más quiero.

Esta mañana al recordarlo, me llené de alegría. No necesito de muchas cosas.

Ví todos los que fui en distintas etapas de mi vida. Era una ronda.

Lo mejor de cada uno de los que fui, soy hoy. Soy uno solo. Unificado.

Las caminatas por la peatonal de Cabo Branco siempre son una inmersión en la memoria. Integración de memorias.

Pertenecimiento es eso. La fuerza de esta unidad es formidable. Lo que sentí al verme unificado, dándome las manos en ronda, es alegría.

Confianza. Yo no me acobardé frente a los miedos. Guardo resentimientos, sí, por heridas que no cicatrizaron todavía. Trato de ser compasivo conmigo mismo, y comprender.

Comprenderme y comprender. Quienes me hirieron son personas muy queridas y cercanas. Puedo aflojar un poco el resentimiento, la rabia y la tristeza frente a la traición.

No necesito desdibujarme, ni cancelar algunos de los yos que fui. Fuí íntegro aún en los momentos de mayor sufrimiento.

La fuerza de esta unidad es una conquista. Una conquista reciente, diría. La vida es ascendente. Es un subir. Un ir llegando y seguir llegando.

Disfruto de esta sensación y sentimiento. Esta ronda de yos es lo que soy. Repito para recordarlo.

Proyecto S

Escribir. Escrever. Ver. Venir

Escribir es mi proyecto. Es un proyecto antiguo y actual, y también comunitario. Es leer y compartir lo que se lee.

Es ser lo que se escribe. Si todo esto te pudiera llegar a sonar medio abstracto, puede ser porque estés pensado en ello. Si lo ves, verás que hay un lugar. Un espacio donde podemos ser. Un espacio donde somos. De este espacio nos van sacando despacito o a los empujones desde la infancia. Nos van poniendo a pensar en las tristezas de Cancha Rayada, como dice Cortázar. O en cuántas patas tienen las arañas.

Pero lo que importa es que se puede volver. Por eso es que volví. No sé si seguiré volviendo. No sé si esta revista seguirá existiendo. Depende de si a otras personas les importa lo suficiente como para ponerle el hombro. Lo que les quería decir y ya lo dije es esto del escribir como proyecto.

Me parece importante decirlo, porque hay veces que nos confundimos. No decimos lo que queremos decir. No sabemos si lo que escuchamos es lo que nos quieren decir. En vez de preguntar, por ahí reaccionamos. Esto le pasa a todo el mundo. La S me dice que puedo confiar. Escucho el sonido. Confianza se hace. Se conquista. Se construye. Escribir nos ayuda a ver y saber lo que queremos. Y lo que no queremos también.

Punto culminante

No poder dormir. Tos. Gripe. Esas cosas. ¿A quién no le pasó ya alguna vez esto? No es una pregunta retórica. Es que realmente me gustaría saber qué hacen cuando esto les pasa.

Escribir en una revista es una responsabilidad. No es largar cualquier cosa y ya está. Hay un propósito a alcanzar. Hay una finalidad. Educar. Venir a flote. Ocupar un lugar.

Algo de desconfianza hay. La normalización en marcha en Brasil se sigue llevando adelante en medio de un clima un poco enrarecido.

En todo caso, ayer llegué a mi punto culminante, y lo estoy festejando aquí con las lectoras y lectores. ¿Quién es que no tiene que vérselas con las limitaciones que el tiempo impone?

A todos y todas nos pasa. La edad va trayendo cambios a los cuales inevitablemente nos vamos a tener que ir acostumbrando. Limitaciones.

Lula tiene ya sus 77 años bien cumplidos, y le da al trabajo sin tregua. Podemos espejarnos en alguien así. Acá abajo, las cosas siguen un ritmo diferente.

Llegan los ecos de lo que sucede en las esferas políticas del estado. Pero nos toca una tarea de hormiguitas. Tratar de darle sentido al estar vivos, vivas.

Bien mejor en el clima de redemocratización en marcha. ¿Cuál es el punto culminante del que les hablaba antes?

Algo muy simple. Me reconocí y me admiré. Supe quién soy y tuve orgullo de mí. Esto es lo que me gustaría conversar con ustedes.

Cuéntenme su experiencia. Conversemos aquí sobre nosotros mismos, mismas. Todavía no me manejo bien con el lenguaje inclusivo o incluyente. Cuando, cómo y dónde usarlo. Sobre todo el cómo.

Identidad

El retorno de la normalidad institucional en Brasil me trae recuerdos

Volver a empezar

Me tocó muchas veces ya

¿Y a quién no le tocó volver a empezar más de una vez?

Hoy andando por la ciudad me pregunté varias veces, qué sentido tiene estar vivo

La respuesta que me vino, voy a tratar de ponerla en palabras

Es un recomienzo y una continuidad. Un completamiento. Un ajustar los detalles

He vuelto a ser el que era. El que soy.

Yo me propuse esto, y lo conseguí

Está sucediendo

Tuve que separar mi historia de la historia que yo me había creído

Lo que no era mío lo fui echando afuera

Y fui quedando yo, como al principio

Me escucho de nuevo

Volví a acogerme, a quererme bien, a anidarme en mí mismo y en el mundo

Me emociona decirlo, porque es algo muy bueno

Tan sencillo y al mismo tiempo tan impactante

Volver a ser. Volver a estar

Volver a ser yo

Me cautivaba siempre la noción de la desalienación

La persona volver a ser quien ella es

Es algo concreto. Algo real

No creo que sea coincidencia que esto suceda cuando Brasil vuelve a la normalidad

Nadie se va solo ni sola, y nadie vuelve solo o sola

Volvemos en conjunto.

Mi mejor tiempo

Este es mi mejor tiempo. La sintonía perfecta con la memoria correcta. Se abre una brecha en el velo de la nada. La asunción del gobierno popular de Brasil establece la seguridad que necesito.

Es terrible vivir con miedo. Es otro tiempo ahora. Para mí y para este país donde vivo desde hace ya más de 45 años. Toda una vida. El 8 de diciembre de 2022 se cumplieron esos años. El tiempo de mi llegada desde Argentina. Ese mismo día tuve la experiencia singular de estar sin miedo, sin culpas, sin rabia ni odio, y sin resentimiento. Un tiempo mío, plenamente. Duró algunos momentos. El tiempo en que estuve almorzando en el restaurante Taipas, donde suelo comer habitualmente cuando estoy en Cabo Branco. Esta experiencia me ha ido trayendo aún más a este espacio que soy. El lugar de mí. Lo que he venido buscando toda mi vida. El hecho de que lo ande buscando no significa que no lo haya encontrado. Lo busco y lo encuentro y habito. Por eso es que estoy así. Estoy bien.

Todo duerme. Alrededor y a lo lejos, las luces de las viviendas vecinas. El canto de los grillos. ¿Y si fueran grillas? No sé lo que puedan llegar a ser grillas. Me refiero al femenino de grillo. Se trata del lenguaje inclusivo. Incluyente. Como sea que se diga. El asunto es incluír. Incluír de hecho, no solamente con palabras. La palabra es un comienzo. Es el comienzo, la base, el fundamento y la cosa misma. Es todo. Por eso es que ahora tengo aún más cuidado con lo que digo. ¿Qué estoy diciendo? ¿Es lo que yo quiero decir, o es un implante, una imposición externa internalizada? Escucho más que digo. Y cuando digo, sea a mí mismo o a alguien más, es porque es lo que tengo que decir. Tengo especial cuidado en lo que digo a mí mismo y sobre mí mismo.

En este espacio es donde se había instalado un diálogo depreciativo. La autodepreciación. Una perspectiva despectiva, fruto de violencias sufridas e interpretaciones equivocadas sobre mi actitud frente a esas violencias. Yo enfrenté el abuso, o mejor dicho, los abusos de distinto tipo que me tocó enfrentar desde el comienzo. Lo enfrenté de diversas maneras. Resistiendo, denunciando, buscando ayuda, buscando otros espacios de acción donde pudiera ser yo mismo. Nunca tuve una actitud omisa ni siquiera tolerante con el abuso, con la acción abusiva que se intentaba imponerme. Esto me libera. No tengo culpa. Ningún tipo de culpa. Resistí de distintas maneras, y lo sigo haciendo. Los efectos de la tentativa de quebrarme los he ido viendo poco a poco.

¿Qué hice? ¿Qué sigo haciendo? Lo mismo de siempre. Ignorar y resistir. Denunciar y buscar espacios de libertad. Espacios de acción y creatividad. Por eso es que me agarro a esta revista. Ella tiene el mismo nombre de una de corta duración que creamos los y las estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo en los años 1970. Consciencia. Conciencia social. La conciencia es una sola. Es y no es. La conciencia individual no es independiente de la conciencia social. Tampoco es del todo dependiente. Hay una relación de mutua imbricación. No podemos ir más allá de los límites de lo colectivo, y al mismo tiempo debemos ir constantemente más allá, bajo riesgo de desparecer y perder nuestra individualidad.

Nuestra personalidad, nuestro propio ser, es una costura fina entretejida, entrelazada con el mundo circundante. Al mismo tiempo, somos algo que constantemente se rebela, debe rebelarse, a la sumisión que lo masivo intenta imponer. Sin eso, seríamos menos que ser. Seríamos una cosa, una masa. La mayor parte de la gente no siempre sabe que podría ser diferente. Apenas sigue lo que le determinan, en parte. Otra parte, una ranura, sospecha o puede llegar a sospechar, que podría haber una posibilidad de no perderse. Esta brecha es la que exploramos aquí. Es la rebelión. El decir que no a lo inaceptable. Es de tal manera plenificar y poner a nuestro favor el tiempo presente, que nada pueda destruirnos, ni siquiera la posibilidad de la muerte.

Por poco que la persona tenga alguna noción de sí misma, deberá haber sorprendido en su trayectoria de vida, uno o muchos momentos en que se levantó y dijo que NO. No importa demasiado si consiguió evitar el mal. Basta haberse opuesto. Esto NO. ¿De qué lado estuvimos, a lo largo de nuestra vida? ¿Del lado de quienes simplemente bajan la cabeza y se dejan someter, o al contrario, del lado de quienes siempre tuvieron una actitud honesta y directa, clara y firme frente a lo inaceptable? Ha pasado ya mucho tiempo desde el principio. Infancia y juventud, edad madura. Todo lo veo en perspectiva. Ahora veo una luz que brilla como al comienzo, y que nunca dejó de brillar entre medio. Me agarro de esa permanencia, que mi fe sitúa en el campo en que convergen la confianza en mí mismo y en la comunidad, en el futuro.

Mis valores. Sin eso no somos nada. Seríamos mero juguete en medio de las circunstancias. Una hoja al viento. Hoja al viento soy cuando quiero y si es que quiero. Pero soy yo quien decide. Me dejo llevar por el amor. Pero esto es como andar de la mano con la fuerza que mueve y sostiene al mundo. El amor da trabajo. El amor impone tareas. No son tareas forzadas, pero hay que actuar. Hay que decidir por dónde ir, e ir por allí cueste lo que cueste. No hay una actitud pasiva frente al mal. Al mal se lo enfrenta con una actitud decidida y clara en favor del bien y de lo justo. Entonces descubrimos que nunca estamos solos ni solas. Está con nosotros y nosotras una fuerza invencible. Es la que hace girar los planetas y salir el sol todas las mañanas. Como es un tiempo muy confuso, me esfuerzo en ser claro.

El restablecimiento de la democracia en Brasil me devuelve la seguridad que necesito para seguir adelante. Bajo el miedo y las amenazas de muerte es muy malo vivir. La vida se agazapa. Es mejor que haya orden. Respeto a la ley. Andar por la calle con más confianza. Ya se anuncia el desarmamento de la población. Es mejor sin armas. Con libros. Libros que nos muestran que la vida no empezó cuando yo nací ni cuando vos naciste. Había vida desde mucho antes, y es preciso saber, es preciso estudiar, es preciso trabajar para ser gente. No basta nacer para ser humano o humana. Tenemos que hacernos.

Un “presidente” que insultó y violó todos los principios y valores no sólo de Brasil sino de la humanidad, huyó dejando un saldo de muertes y miseria. Empieza otro tiempo. Los tiempos son cortos, esto aprendí. Duran fracciones de segundo. Es la puerta estrecha de que habla el evangelio. Es por donde podemos ir. Es por donde hay que ir.

Diario

Diario. Un lugar para mí.

Uma posibilidad para ser yo la persona que soy, más allá de las presiones sociales que, como sabemos, son potentes e inevitables, llevando muchas veces a la anulación o, al menos, a la deformación de la persona y de la personalidad.

Estar yo en mi lugar y ser yo la persona que soy, en la infinita o al menos enorme variabilidad de dimensiones que me componen y habito, es lo que me hace llevar un diario. Un lugar donde estoy a gusto, más allá de intentos por agradar o provocar no sé qué impresiones en quien quiera que sea.

Muchas veces la violencia nace de la falta de sí, la ausencia de un espacio interno aceptable. Este lugar de la persona no puede ser negado. Tenemos derecho a existir, y esto tiene un significado concreto.

Que tengamos que coexistir y hacer concesiones o modificar comportamientos en el encuentro muchas veces conflictivo con las demás personas, no significa que debamos cancelarnos por el hecho de vivir en relación. La vida es hasta el final. No cesa, o no debe cesar antes de tiempo.

Me empeñé como profesor, y sigo empeñándome como escritor, en estimular y promover, habitar propiamente, el espacio del ser. El lugar de la persona. Esto me pone en primer lugar, en el sentido de que a todo momento y en cualquier circunstancia, mi prioridad es seguir siendo yo mismo.

La tarea de encontrar y habitar el propio lugar es incesante y no puede ser postergada. De ahí que la atención a la vida, el cultivo de lo que nos hace bien y nos alegra, lo que nos hace felices y plenos o plenas, sea un objetivo central y propriamente vital.

No ceder en lo esencial, aunque muchas veces tengamos que hacernos a un lado o dejar pasar algo que podría dañarnos. Recuperar el sentido de las palabras es algo a lo cual el diario nos va acostumbrando.

¿Qué quiero decir cuando digo algo? ¿Sé lo que estoy diciendo, o meramente repito lo que escucho o lo que veo por ahí, en las redes sociales? Brasil ha vuelto en sí. El país vuelve a sí mismo. La gente ha venido también volviendo a sí y en sí.

Leo mucho, siempre leo mucho y me leo en lo que leo y en lo que escribo, en lo que sucede. Lo bello tiene un lugar primordial como fuente de vida y de energía. Descubrir esto y aceptarlo, cultivarlo, es una sola cosa. Amar da trabajo, y exige una actitud de apertura y creatividad constante.

Es más fácil odiar, pero esto me destruye. No quiero destruírme. Estos últimos 10 años en Brasil han sido de resistencia y de construcción de espacios de supervivencia. Esto deberá continuar en el retorno a la democracia. La liberación no es automática.

No se trata de repetir lo que otras personas dicen o hacen. Es más bien un volverse continuamente a las fuentes de la vida y del amor. Un despertar constantemente a lo que es verdadero, a lo que está aquí. El arte, la poesía, la escritura, son cruciales en este empeño.

La pasividad consumista, la actitud meramente sumisa a autoridades externas, imbeciliza, nos extraña de nosotros mismos, mismas. La vida es un soplo. En un instante pasa y se va. Alegría es imprescindible para ser feliz. ¡Buen día, Brasil! ¡Buen dia, humanidad! De vuelta estamos de vuelta.

Aprendizaje

¿Quién dice que no se aprende con las hijas e hijos?

Yo aprendo, y mucho.

A compartir, a convivir, a aceptar las diferencias

A saber que padre es para siempre

No es un título descartable

Ni una posición condicionada ni condicionante

Es una referencia fija, en medio de todos los cambios

Una de las cosas que también estoy aprendiendo, es a leer lo que mis hijas o hijos leen

A nivel crecer con las novedades

En este sentido, les cuento que leo Todo sobre el amor, de Bell Hooks, que mi hija Natalia me regaló como regalo de Navidad

Me hice quien soy leyendo y sigo leyendo

Leo a mi manera y ya les cuento que esto me anima, me alegra y me airea

No les voy a contar lo que dice esta autora, feminista negra, así la leen también

Sólo les voy a decir que es alguien que escribe con el alma, valorizando el amor como una acción, una práctica (además de un sentimiento), y un movimiento cultural, para el cual son necesarias políticas.

Oportunísimo escuchar esto.

Creía que sabía mucho sobre el amor, pero veo que es bueno que siga aprendiendo. La autora me refuerza en el sentido de saber que los hilos afectivos que componen la familia extensa, así como la comunidad, son de un valor incalculable, a la hora de afianzarnos y enriquecernos como personas.

Sobre todo en estos tiempos en que se planta tanto odio desde las llamadas redes sociales, y tanto anonimato masificador!

Con mi hija Carol leo García Márquez en los intervalos. Con mi hijo Leo me leo en jardines. Y con mi hijo Rodrigo me leo en la lectura cotidiana de la vida.