Cuando me centro en el día, se me junta todo el tiempo pasado, lo aprendido, lo logrado, en una perspectiva unitiva y unificadora. Dejo de estar pendiente de lo que puedan decir y ando por el mundo sin presionarme, o casi sin presionarme, como deslizando, como si anduviera en un barco. Aprecio la belleza circundante y todo me sorprende e impresiona positivamente, aún las limitaciones. Es como si el día fuera el espacio correcto, la medida justa. No que no haga proyectos o proyecciones, los hago, sí, si, como no. Lo que cambia es el centramiento presente, la presencia. Estoy aquí, ahora. Todo yo. Se procesa una especie de limpieza, me siento más seguro y confiante. Cada pequena cosa y todas las cosas me impresionan profundamente. El mero existir se me reúne y expande. Son sensaciones nuevas y viejas. Todo tiene ahora una especie de sabor de reunión, recuperación. Me molesta cuando escucho hablar de “los hombres” despectivamente. Yo soy un tipo de hombre que no se dio bien con lo que se impone por ahí como masculinidades dominantes. Ya no me importa quedarme solo por esto. Es el precio que pago por ser quien soy y como soy, y lo pago con gusto. No estoy solo. Estoy conmigo y con gente humana, con el lado humano de la gente.
Foto: “El tejido del universo”