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Centralmente

Vengo buscando vivir más en mí mismo. Menos pendiente de lo que pasa afuera. Que si me saludan o no me saludan. Si soy o no reconocido. Si hacen ruido o ponen la música a todo volúmen.

Por supuesto que todo esto tiene que ver con una búsqueda personal de una vida integrada. Lo que hago es cada vez más lo que soy. Un reflejo de la unidad que voy alcanzando.

La mirada poética es lo que he venido desarrollando como un recurso para alcanzar este objetivo. Ver las cosas de maneras diferentes. Abrir espacio para otras perspectivas.

De tanto mirar siempre en la misma dirección y del mismo modo, ya no veía más nada. Era solamente una repetición de lo que ya sabía o creía.

Ver de otras maneras, en cambio, me está permitiendo recuperar una noción de unidad de mi vida.

Voy teniendo una sensación más completa de la persona que soy. Un aterrizaje en el presente. Una llegada en gran estilo.

Estar aquí plenamente.

En este proceso, son de una ayuda inestimable, varios recursos. La visión interior, el ver hacia adentro y desde dentro.

Los colores y las flores. La focalización en lo que siento y veo, en lo que quiero, en lo que le da sentido a mi vida.

Así voy más en una dirección consciente, en vez de estar como si dijéramos, a merced del viento.

Esto lo voy consiguiendo en buena medida abriéndome al diálogo. Escuchando más, suponiendo menos.

La conciencia del tiempo sin igual que estoy viviendo, creo que también aporta lo suyo.

Es una hora de centramiento.

Ilustración: “Puntos de luz”

Práctica y prédica

La distancia es o puede llegar a ser sideral

Es mejor practicar o tratar de practicar lo que consideramos valioso, que discursar al respecto

Hay un efecto benéfico, sin embargo, en escuchar lo que decimos

Prefiero vivir el amor a saber definirlo, leemos en La imitación de Cristo

Trato de no practicar la discriminación, en primer lugar contra mí mismo

A medida que me voy amando más, ataco menos

A medida que me voy aceptando más, critico menos

A medida que me voy dando más lugar, ocupando más mi propio lugar, tengo una relación más amorosa conmigo mismo y con las demás personas

Me río más, soy más flexible.

Ediciones intermitentes

Revolución anterior

El día está amaneciendo´

Sigue siendo válido llegar junto con el sol

En medio de las páginas

Una esperanza

Un pasito más hacia el sueño que nos anima

¡Buen día!

¡Buena semana!

¡Que la luz nos acompañe en nuestra jornada!

Antes de que se pueda llegar a instalar alguna desistencia

Pongo el pie en el piso

Es el camino que está empezando

Comparto la alegría de ayer

Semilla de la de hoy

Día del padre en Argentina

Las voces y las imágenes familiares

Y del lado de acá

La sabiduría de la Escritura

Construyendo puentes a lo eterno

La fuerza de la vida.

Todos los días.

La mirada poética

Vengo trabajando la mirada poética como un recurso personal de encuentro de la realidad.

Coexistencia social

Convivencia

Lo importante para mí es saber que este recurso es fruto de una mirada atenta a mí mismo, bien como de una escucha no menos atenta de lo que escucho de mí.

Esto me permite saber que estoy integrado a lo que me contiene, tengo un lugar en el mundo y amo y soy amado.

Puedo entonces fluir con seguridad. Andar por un camino de luz que me incluye, contiene, guía y sostiene.

Todos mis descubrimientos y hallazgos tienen mucho de la comunidad a la que pertenezco. Mi familia, mis amigos y amigas, y la comunidad más amplia constituída por las redes de la Terapia Comunitaria Integrativa.

Un espacio de acogimiento, inclusión e integración. Aquí la mirada poética se practica, se potencia, y nos devuelve un reflejo esencial de nosotros mismos (nosotras mismas).

Siempre me repugnó y me sigue repugnando el espíritu sectario. La fanfarronería de la imbecilidad intelectual. La miseria moral que se esconde en las mafias mediocráticas institucionalizadas.

La fuerza comunitaria es un refuerzo eficaz contra el desánimo y la desorientación, la despersonalización y la alienación.

Me apoyo también en la fuerza, el ejemplo, la luz y la energía del evangelio de Jesús de Nazareth.

De este ramo de fuentes, en el cual mi historia personal está inserta, nace lo que hoy puedo vislumbrar y practicar como poesía viva.

Si de pronto un día llego a publicar como libro algo de lo que he encontrado, no será distinto de lo que vengo publicando en esta revista, que es mi propio reflejo.

Lo importante es poder llegar a habitar plenamente este instante fugaz de que está hecha la vida. Momentos.

Por eso sigo escuchando, prestando atención, viendo hacia adentro y alrededor. Registrando la vida que nace de sí misma, en medio de la contínua corriente del tiempo que pasa como un río.

Mi mejor tiempo

Este es mi mejor tiempo. La sintonía perfecta con la memoria correcta. Se abre una brecha en el velo de la nada. La asunción del gobierno popular de Brasil establece la seguridad que necesito.

Es terrible vivir con miedo. Es otro tiempo ahora. Para mí y para este país donde vivo desde hace ya más de 45 años. Toda una vida. El 8 de diciembre de 2022 se cumplieron esos años. El tiempo de mi llegada desde Argentina. Ese mismo día tuve la experiencia singular de estar sin miedo, sin culpas, sin rabia ni odio, y sin resentimiento. Un tiempo mío, plenamente. Duró algunos momentos. El tiempo en que estuve almorzando en el restaurante Taipas, donde suelo comer habitualmente cuando estoy en Cabo Branco. Esta experiencia me ha ido trayendo aún más a este espacio que soy. El lugar de mí. Lo que he venido buscando toda mi vida. El hecho de que lo ande buscando no significa que no lo haya encontrado. Lo busco y lo encuentro y habito. Por eso es que estoy así. Estoy bien.

Todo duerme. Alrededor y a lo lejos, las luces de las viviendas vecinas. El canto de los grillos. ¿Y si fueran grillas? No sé lo que puedan llegar a ser grillas. Me refiero al femenino de grillo. Se trata del lenguaje inclusivo. Incluyente. Como sea que se diga. El asunto es incluír. Incluír de hecho, no solamente con palabras. La palabra es un comienzo. Es el comienzo, la base, el fundamento y la cosa misma. Es todo. Por eso es que ahora tengo aún más cuidado con lo que digo. ¿Qué estoy diciendo? ¿Es lo que yo quiero decir, o es un implante, una imposición externa internalizada? Escucho más que digo. Y cuando digo, sea a mí mismo o a alguien más, es porque es lo que tengo que decir. Tengo especial cuidado en lo que digo a mí mismo y sobre mí mismo.

En este espacio es donde se había instalado un diálogo depreciativo. La autodepreciación. Una perspectiva despectiva, fruto de violencias sufridas e interpretaciones equivocadas sobre mi actitud frente a esas violencias. Yo enfrenté el abuso, o mejor dicho, los abusos de distinto tipo que me tocó enfrentar desde el comienzo. Lo enfrenté de diversas maneras. Resistiendo, denunciando, buscando ayuda, buscando otros espacios de acción donde pudiera ser yo mismo. Nunca tuve una actitud omisa ni siquiera tolerante con el abuso, con la acción abusiva que se intentaba imponerme. Esto me libera. No tengo culpa. Ningún tipo de culpa. Resistí de distintas maneras, y lo sigo haciendo. Los efectos de la tentativa de quebrarme los he ido viendo poco a poco.

¿Qué hice? ¿Qué sigo haciendo? Lo mismo de siempre. Ignorar y resistir. Denunciar y buscar espacios de libertad. Espacios de acción y creatividad. Por eso es que me agarro a esta revista. Ella tiene el mismo nombre de una de corta duración que creamos los y las estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo en los años 1970. Consciencia. Conciencia social. La conciencia es una sola. Es y no es. La conciencia individual no es independiente de la conciencia social. Tampoco es del todo dependiente. Hay una relación de mutua imbricación. No podemos ir más allá de los límites de lo colectivo, y al mismo tiempo debemos ir constantemente más allá, bajo riesgo de desparecer y perder nuestra individualidad.

Nuestra personalidad, nuestro propio ser, es una costura fina entretejida, entrelazada con el mundo circundante. Al mismo tiempo, somos algo que constantemente se rebela, debe rebelarse, a la sumisión que lo masivo intenta imponer. Sin eso, seríamos menos que ser. Seríamos una cosa, una masa. La mayor parte de la gente no siempre sabe que podría ser diferente. Apenas sigue lo que le determinan, en parte. Otra parte, una ranura, sospecha o puede llegar a sospechar, que podría haber una posibilidad de no perderse. Esta brecha es la que exploramos aquí. Es la rebelión. El decir que no a lo inaceptable. Es de tal manera plenificar y poner a nuestro favor el tiempo presente, que nada pueda destruirnos, ni siquiera la posibilidad de la muerte.

Por poco que la persona tenga alguna noción de sí misma, deberá haber sorprendido en su trayectoria de vida, uno o muchos momentos en que se levantó y dijo que NO. No importa demasiado si consiguió evitar el mal. Basta haberse opuesto. Esto NO. ¿De qué lado estuvimos, a lo largo de nuestra vida? ¿Del lado de quienes simplemente bajan la cabeza y se dejan someter, o al contrario, del lado de quienes siempre tuvieron una actitud honesta y directa, clara y firme frente a lo inaceptable? Ha pasado ya mucho tiempo desde el principio. Infancia y juventud, edad madura. Todo lo veo en perspectiva. Ahora veo una luz que brilla como al comienzo, y que nunca dejó de brillar entre medio. Me agarro de esa permanencia, que mi fe sitúa en el campo en que convergen la confianza en mí mismo y en la comunidad, en el futuro.

Mis valores. Sin eso no somos nada. Seríamos mero juguete en medio de las circunstancias. Una hoja al viento. Hoja al viento soy cuando quiero y si es que quiero. Pero soy yo quien decide. Me dejo llevar por el amor. Pero esto es como andar de la mano con la fuerza que mueve y sostiene al mundo. El amor da trabajo. El amor impone tareas. No son tareas forzadas, pero hay que actuar. Hay que decidir por dónde ir, e ir por allí cueste lo que cueste. No hay una actitud pasiva frente al mal. Al mal se lo enfrenta con una actitud decidida y clara en favor del bien y de lo justo. Entonces descubrimos que nunca estamos solos ni solas. Está con nosotros y nosotras una fuerza invencible. Es la que hace girar los planetas y salir el sol todas las mañanas. Como es un tiempo muy confuso, me esfuerzo en ser claro.

El restablecimiento de la democracia en Brasil me devuelve la seguridad que necesito para seguir adelante. Bajo el miedo y las amenazas de muerte es muy malo vivir. La vida se agazapa. Es mejor que haya orden. Respeto a la ley. Andar por la calle con más confianza. Ya se anuncia el desarmamento de la población. Es mejor sin armas. Con libros. Libros que nos muestran que la vida no empezó cuando yo nací ni cuando vos naciste. Había vida desde mucho antes, y es preciso saber, es preciso estudiar, es preciso trabajar para ser gente. No basta nacer para ser humano o humana. Tenemos que hacernos.

Un “presidente” que insultó y violó todos los principios y valores no sólo de Brasil sino de la humanidad, huyó dejando un saldo de muertes y miseria. Empieza otro tiempo. Los tiempos son cortos, esto aprendí. Duran fracciones de segundo. Es la puerta estrecha de que habla el evangelio. Es por donde podemos ir. Es por donde hay que ir.

Mensaje del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de este domingo nos presenta un animado cuadro doméstico con Marta y María, dos hermanas que ofrecen hospitalidad a Jesús en su casa (cfr. Lc 10,38-42). Marta se ocupa inmediatamente de la acogida de los huéspedes, mientras que María se sienta a los pies de Jesús para escucharle. Entonces Marta se dirige al Maestro y le pide que diga a María que la ayude. La queja de Marta no parece fuera de lugar; por el contrario, sentimos que tenemos que darle la razón. Y, sin embargo, Jesús le responde: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,41-42). Es una respuesta que sorprende. Pero Jesús muchas veces da la vuelta a nuestra forma de pensar. Preguntémonos por qué el Señor, incluso apreciando la generosa atención de Marta, afirma que la actitud de María es preferible.

La “filosofía” de Marta parece esta: primero el deber, después el placer. La hospitalidad, de hecho, no está hecha de bonitas palabras, sino que exige encender los fogones, ocuparse de todo lo necesario para que el huésped se sienta bien acogido. Esto, Jesús lo sabe muy bien. Y de hecho reconoce el esfuerzo de Marta. Pero, quiere hacerle entender que hay un orden de prioridad nuevo, diferente al que hasta ahora había seguido. María ha intuido que hay una “parte buena” a la que hay que dar el primer lugar. Todo lo demás viene después, como un arroyo de agua que brota de la fuente. Y así nos preguntamos: ¿Y qué es esta “parte buena”? Es la escucha de las palabras de Jesús. Dice el Evangelio. «María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra» (v. 39). Notemos que no escuchaba de pie, haciendo otras cosas, sino que estaba sentada a los pies de Jesús. Ha entendido que Él no es un huésped como los demás. A primera vista parece que ha venido a recibir, porque necesita comida y alojamiento, pero en realidad, el Maestro ha venido para donarse a sí mismo mediante su palabra.

La palabra de Jesús no es abstracta, es una enseñanza que toca y plasma la vida, la cambia, la libera de las opacidades del mal, satisface e infunde una alegría que no pasa: la palabra de Jesús es la parte buena, la que había elegido María. Por eso ella le da el primer lugar: se detiene y escucha. El resto vendrá después. Esto no quita nada al valor del empeño práctico, pero eso no debe preceder, sino brotar de la escucha de la palabra de Jesús, debe estar animado por su Espíritu. De lo contrario, se reduce a fatigarse y agitarse por muchas cosas, se reduce a un activismo estéril.

Hermanos y hermanas, aprovechemos este tiempo de vacaciones, para detenernos y ponernos en escucha de Jesús. Hoy cuesta cada vez más encontrar momentos libres para meditar. Para muchas personas los ritmos de trabajo son frenéticos, extenuantes. El periodo de verano puede ser valioso también para abrir el Evangelio y leerlo lentamente, sin prisa, un pasaje cada día, un pequeño pasaje del Evangelio. Y esto hace entrar en esta dinámica de Jesús. Dejémonos interpelar por esas páginas, preguntándonos cómo está yendo nuestra vida, mi vida, si está en línea con lo que dice Jesús o no mucho. En particular, preguntémonos: cuando empiezo el día, ¿me lanzo de cabeza a las cosas que tengo que hacer o busco primero la inspiración en la Palabra de Dios? A veces empezamos los días de forma automática, a hacer las cosas… como las gallinas. No. Debemos empezar los días en primer lugar mirando al Señor, tomando su Palabra, breve, pero que sea esta la inspiración del día. Si salimos de casa por la mañana teniendo en mente una palabra de Jesús, seguramente el día adquirirá un tono marcado por esa palabra, que tiene el poder de orientar nuestras acciones según lo que el Señor quiere.

Que la Virgen María nos enseñe a elegir la parte buena, que nunca nos será quitada.

Fuente: Vatican News

(17/07/2022)

Mensaje del Papa Francisco

Angelus – 10/07/2022

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy narra la parábola del buen samaritano (cfr. Lc 10,25-37); todos la conocemos. Como telón de fondo, el camino que desciende desde Jerusalén hasta Jericó; a un lado, yace un hombre al que los ladrones han golpeado y robado. Un sacerdote que pasa lo ve pero no se detiene, sigue adelante; lo mismo hace un levita, esto es, un encargado del culto en el templo. «En cambio -dice el Evangelio-, un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y tuvo compasión» (v. 33). No olvidemos estas palabras: “tuvo compasión”; es lo que siente Dios cada vez que nos ve en dificultad, en pecado, en una miseria: “tuvo compasión”. El evangelista desea precisar que el samaritano viajaba. Por tanto, aquel samaritano, a pesar de tener sus propios planes y de dirigirse a una meta lejana, no busca excusas y se deja interpelar por lo que sucede a lo largo del camino. Pensémoslo: ¿el Señor no nos enseña a comportarnos precisamente así? A mirar a lo lejos, a la meta final, poniendo al mismo tiempo mucha atención en los pasos que hay que dar, aquí y ahora, para llegar a ella.

Es significativo que los primeros cristianos fuesen llamados “discípulos del Camino” (cfr. At 9,2). El creyente, en efecto, se parece mucho al samaritano: como él, está de viaje, es un viandante. Sabe que no es una persona “que ha llegado”, y desea aprender todos los días siguiendo al Señor Jesús, que dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Yo soy el Camino: el discípulo de Cristo camina siguiéndolo a Él, y así se hace “discípulo del Camino”. Va detrás del Señor, que no es sedentario sino que está siempre en camino: por el camino encuentra a las personas, cura a los enfermos, visita pueblos y ciudades. Así actuó el Señor, siempre en camino.

De este modo, el “discípulo del Camino” -es decir, nosotros los cristianos- ve que su modo de pensar y de obrar cambia gradualmente, haciéndose cada vez más conforme al del Maestro. Caminando sobre las huellas de Cristo, se convierte en viandante y aprende – como el samaritano – a ver y a tener compasión. Ve y siente compasión. Ante todo, ve: abre los ojos a la realidad, no está egoístamente encerrado en el círculo de sus propios pensamientos. En cambio, el sacerdote y el levita ven al desgraciado pero es como si no lo hubiesen visto, pasan de largo, miran a otro lado. El Evangelio nos educa a ver: guía a cada uno de nosotros a comprender rectamente la realidad, superando día tras día ideas preconcebidas y dogmatismos. Muchos creyentes se refugian en dogmatismos para defenderse de la realidad. Y, además, seguir a Jesús nos enseña a tener compasión: a fijarnos en los demás, sobre todo en quien sufre, en el más necesitado, y a intervenir como el samaritano: no pasar de largo sino detenerse.

Ante esta parábola evangélica puede suceder que culpabilicemos o nos culpabilicemos, que señalemos con el dedo a los demás comparándolos con el sacerdote y el levita: “¡Este y aquel pasan de largo, no se detienen!”; o que nos culpabilicemos a nosotros mismos enumerando nuestras faltas de atención al prójimo. Pero quisiera sugerir otro tipo de ejercicio. Cierto, cuando hemos sido indiferentes y nos hemos justificado, debemos reconocerlo; pero no nos detengamos ahí. Hemos de reconocerlo, es un error, pero pidamos al Señor que nos haga salir de nuestra indiferencia egoísta y que nos ponga en el Camino. Pidámosle que nos haga ver y tener compasión. Esta es una gracia, tenemos que pedirla al Señor: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves a mí y tienes compasión de mí”. Esta es la oración que os sugiero hoy: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves y tienes compasión de mí”. Que tengamos compasión de quienes encontramos en nuestro recorrido, sobre todo de quien sufre y está necesitado, para acercarnos y hacer lo que podamos para echar una mano.

A menudo, cuando me encuentro con algún cristiano o cristiana que viene a hablar de cosas espirituales, le pregunto si da limosna. “Sí”, me dice. -“Y, dime, ¿tú tocas la mano de la persona a la que das la moneda?”  -“No, no, la dejo caer”. -¿Y tú miras a los ojos a esa persona? –“No, no se me ocurre”. Si tú das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella. Piensa en esto: “¿Yo toco las miserias, también esas miserias que ayudo? ¿Miro a los ojos a las personas que sufren, a las personas a las que ayudo?” Os dejo este pensamiento: ver y tener compasión.

Que la Virgen María nos acompañe en esta vía de crecimiento. Que Ella, que nos “muestra el Camino”, esto es, Jesús, nos ayude también a ser cada vez más “discípulos del Camino”.

Fuente: Vatican News

(10/07/2022)