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Sentido

El espíritu se sumerge en la apatía a menos que sus invisibles tentáculos busquen constantemente una luz inalcanzable.” (Herbert Read, Imagen e Idea. La función del arte en el desarrollo de la consciencia)

Pensando en esta frase, veo lo que me orienta, lo que reúne y da sentido a mi vida. Es algo tan claro, que puedo verlo desde el origen de mi existencia. Ahora, que me encuentro en la etapa de ir arreglando las valijas para el viaje final, todo esto va siendo cada vez más evidente y concreto.

He hecho una lista de las cosas que me hacen bien, lo que me hace sentirme bien. Son cosas que voy haciendo todos los días. Así mi tiempo se mantiene ocupado y centrado en lo positivo y constructivo.

Son cosas simples, que voy recuperando diariamente. Andar por el barrio. Sentir esa sensación inigualable de bienestar en medio de lugares familiares, donde el tiempo parece haberse detenido.

Me doy cuenta de que mi malestar y rabia se debían en buena medida a confusiones a mi respecto, que sigo deshaciendo diariamente. No soy lo que creía ser. Soy lo que soy, alguien que va reuniendo el trabajo de toda una vida en algunas lecciones cotidianas.

Ahora que me veo focalizado y centrado en lo que me hace bien, mi tiempo se ajusta. Por supuesto que siento el paso del tiempo. Pero un paso por vez es bastante. Junto todo lo aprendido a cada instante.

Me siento más fuerte y feliz.

Imagen e idea. Volvemos al principio. Sol, solamente sol. Fuego. Luz. Esto es lo que ilumina y orienta. Lo que da la vida y la mantiene. Es algo muy simple y concreto.

¿Qué era lo que me movía como argentino en 1970? Estoy llegando a la casa de los 70 ahora. Era un sueño que alcancé. Un sueño que vivo hoy.

Soy un migrante. Un argentino que enfrentó a sus perseguidores en 1978. No quieran darme lecciones, que yo no viví al pedo.

Tener un lugar en el mundo. Esto lo conseguí. Lo que me mueve hoy es el amor. Una luz inalcanzable.

 

Frecuencia de placer

Frecuencia sensible. Vengo buscando esta frecuencia. Tiene que ver con belleza. Es algo a lo que vengo acostumbrándome cada vez más. La singularidad de la mirada. La belleza está en el mirar.

Veo belleza si la busco. Si la busco, la encuentro. Al haber tomado esta decisión de ir en busca de lo que me hace bien, me voy apartando de lo que me dañaba. La fijación en lo negativo. La crítica, la censura, la condena. Empezando por la que hacía contra mí mismo. El perfeccionismo. Lo inalcanzable. La programación para el sufrimiento. Esto no puedo atacarlo o modificarlo a no ser en mí mismo. Dejo de agredirme.

Me acepto como soy. Incorporo una meditación breve y efectiva, que encontré en un artículo de la Clínica Mayo, en la internet. Acepto el amor de quien me ama. Es gente en casa y en la calle. Esto me divierte y me alegra. Es una aventura. Un descubrimiento. Un reencuentro. Me encuentro otra vez conmigo mismo. El placer se presenta de maneras particularizadas. El aprecio que tengo por ciertas formas de belleza, es singularizado. Esta individuación es el puente, es lo que une.

Guardo la memoria de muchas formas bellas que han quedado en mi sentimiento. Cosas de chico y después, hasta ahora. Amarillo sobre fondo rojo. Esto no me hace invulnerable, pues todavía de vez en cuando caigo en las trampas de la sobre-exigencia. Pero me perdono. Me digo que soy humano y me perdono, una y mil veces.

Haber descubierto que el placer es siempre singular y no padronizado o genérico, me llena de alegría. Me permito disfrutar y disfruto. De la manera como hoy me es posible. Una película, una lectura, una flor, lo que veo.  

Ilustración: “El tejido del universo”

Proyecto S

Escribir. Escrever. Ver. Venir

Escribir es mi proyecto. Es un proyecto antiguo y actual, y también comunitario. Es leer y compartir lo que se lee.

Es ser lo que se escribe. Si todo esto te pudiera llegar a sonar medio abstracto, puede ser porque estés pensado en ello. Si lo ves, verás que hay un lugar. Un espacio donde podemos ser. Un espacio donde somos. De este espacio nos van sacando despacito o a los empujones desde la infancia. Nos van poniendo a pensar en las tristezas de Cancha Rayada, como dice Cortázar. O en cuántas patas tienen las arañas.

Pero lo que importa es que se puede volver. Por eso es que volví. No sé si seguiré volviendo. No sé si esta revista seguirá existiendo. Depende de si a otras personas les importa lo suficiente como para ponerle el hombro. Lo que les quería decir y ya lo dije es esto del escribir como proyecto.

Me parece importante decirlo, porque hay veces que nos confundimos. No decimos lo que queremos decir. No sabemos si lo que escuchamos es lo que nos quieren decir. En vez de preguntar, por ahí reaccionamos. Esto le pasa a todo el mundo. La S me dice que puedo confiar. Escucho el sonido. Confianza se hace. Se conquista. Se construye. Escribir nos ayuda a ver y saber lo que queremos. Y lo que no queremos también.

Dirección y sentido

La posibilidad de expresar lo que sentimos y lo que vivenciamos, lo que experienciamos, es una puerta abierta a la salud.

Una apertura en dirección a la construcción de vínculos comunitarios positivos. Saber que no estamos solos ni solas. No tenemos culpa ni debemos avergonzarnos.

Ir en dirección a nuestra propia historia, adoptar la persona que somos y saber que fuimos capaces de superar lo que pudo habernos destruido, aumenta nuestra autoestima.

Nos hermanamos así con la gente alrededor. Nos sacamos de la espalda el sobrepeso de exigencias indebidas

Recuperamos el derecho de ser felices. Disfrutar de la vida. Sentir placer. Vivir sin miedo.

Punto culminante

No poder dormir. Tos. Gripe. Esas cosas. ¿A quién no le pasó ya alguna vez esto? No es una pregunta retórica. Es que realmente me gustaría saber qué hacen cuando esto les pasa.

Escribir en una revista es una responsabilidad. No es largar cualquier cosa y ya está. Hay un propósito a alcanzar. Hay una finalidad. Educar. Venir a flote. Ocupar un lugar.

Algo de desconfianza hay. La normalización en marcha en Brasil se sigue llevando adelante en medio de un clima un poco enrarecido.

En todo caso, ayer llegué a mi punto culminante, y lo estoy festejando aquí con las lectoras y lectores. ¿Quién es que no tiene que vérselas con las limitaciones que el tiempo impone?

A todos y todas nos pasa. La edad va trayendo cambios a los cuales inevitablemente nos vamos a tener que ir acostumbrando. Limitaciones.

Lula tiene ya sus 77 años bien cumplidos, y le da al trabajo sin tregua. Podemos espejarnos en alguien así. Acá abajo, las cosas siguen un ritmo diferente.

Llegan los ecos de lo que sucede en las esferas políticas del estado. Pero nos toca una tarea de hormiguitas. Tratar de darle sentido al estar vivos, vivas.

Bien mejor en el clima de redemocratización en marcha. ¿Cuál es el punto culminante del que les hablaba antes?

Algo muy simple. Me reconocí y me admiré. Supe quién soy y tuve orgullo de mí. Esto es lo que me gustaría conversar con ustedes.

Cuéntenme su experiencia. Conversemos aquí sobre nosotros mismos, mismas. Todavía no me manejo bien con el lenguaje inclusivo o incluyente. Cuando, cómo y dónde usarlo. Sobre todo el cómo.

Entre dos soles

Hasta que llego aquí es un poco de irrealidad. El paseo por la peatonal esta mañana. Ahora el sol y el viento. Una lluvia pasajera. El verde a los lados del camino. La casa me parece más chica ahora.

Me muevo entre dos soles. Un sol de mañana y otro de tarde. Y todavía otros solcitos que se van hacia adelante, construyendo un camino de amor y confianza.

Paz y belleza. El mundo en que vivo. Así paso de un día al otro. Así atravieso las noches. Esperando el sol que inevitablemente siempre vuelve a nacer. Todos los días.

En vez de una revista, yo debería tener una editora. Tal la realidad escrita que me envuelve. De todas maneras, este lugar es propicio. Sigo creyendo en la palabra.

La palabra que es escucha, que es diálogo. Ahora escucho el soplar del viento. Vienen muchos recuerdos de todas partes. El arte es anidarse en los recuerdos. Los buenos recuerdos, por supuesto.

La buena memoria como lugar donde nacer a cada instante. Así podemos crecer continuamente, en dirección al sol. Creo que las cosas se simplifican cuando tenemos un centro. Un eje. Un foco. Algo que nos organiza.

Entonces es un poco más fácil. Encontrar un rumbo. Saber adónde ir. Qué hacer. A mi alrededor los libros. Los colores. Un cuadro que me retrata, probablemente más que cualquier otro cuadro mío. Es el que ilustra estas anotaciones. Es mi lugar.

El sentido de pertenecer a una comunidad

Hoy me di cuenta muy fuertemente del valor de formar parte de una comunidad. Sentir que tengo un lugar. Un espacio de acogimiento de los sentimientos.

Esto se ha venido dando y sigue sucediendo. Me voy dado cuenta de que formar parte de una comunidad es existir desde el sentimiento.

No es tanto compartir ideas, sino más bien valores, principios.

En un mundo donde hay una fuerte tendencia a la despersonalización, mantener vivo el sentido de pertenecimiento comunitario, es consolidar una existencia más saludable.

Fortalecer justamente lo que es más valioso: el sentido de ser gente, de ser una persona en medio de personas.

No necesito vivir a la defensiva, temiendo ataques, ni corriendo o escapando. Mi lugar es donde estoy pisando y el aire que respiro. Así de simple.

Ayer y hoy anduve en medio de la gente, como antes. Mucho antes. Una sensación de que está todo bien en medio de la gente. No hay nada que temer.

La vida sigue pasando en este espacio antiguo, permanente. ¡Qué bueno! Me veo en las caras de las personas, como ayer y antes de ayer y aún antes de todo.