Escribir es mi proyecto. Es un proyecto antiguo y actual, y también comunitario. Es leer y compartir lo que se lee.
Es ser lo que se escribe. Si todo esto te pudiera llegar a sonar medio abstracto, puede ser porque estés pensado en ello. Si lo ves, verás que hay un lugar. Un espacio donde podemos ser. Un espacio donde somos. De este espacio nos van sacando despacito o a los empujones desde la infancia. Nos van poniendo a pensar en las tristezas de Cancha Rayada, como dice Cortázar. O en cuántas patas tienen las arañas.
Pero lo que importa es que se puede volver. Por eso es que volví. No sé si seguiré volviendo. No sé si esta revista seguirá existiendo. Depende de si a otras personas les importa lo suficiente como para ponerle el hombro. Lo que les quería decir y ya lo dije es esto del escribir como proyecto.
Me parece importante decirlo, porque hay veces que nos confundimos. No decimos lo que queremos decir. No sabemos si lo que escuchamos es lo que nos quieren decir. En vez de preguntar, por ahí reaccionamos. Esto le pasa a todo el mundo. La S me dice que puedo confiar. Escucho el sonido. Confianza se hace. Se conquista. Se construye. Escribir nos ayuda a ver y saber lo que queremos. Y lo que no queremos también.
Doutor em sociologia (Universidade de São Paulo). Mestre em sociologia (IUPERJ-Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro). Licenciado em sociologia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina). Professor aposentado da UFPB. Terapeuta Comunitário Formador. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/
Este 2022 también fue el año en que el miedo a la violencia, a perder el patrimonio, los hijos, la casa, la herencia o la libertad fue ampliamente alimentado por sujetos que se dicen patriotas y, como era esperado, el miedo ocupó y todavía ocupa un gran espacio en el imaginario nacional. Tal como un boomerang que va y viene en un espiral ascendente, el miedo continúa creciendo y quienes lo fomentan lucrando con él.
Todos los años, en la última semana del calendario, escribo una columna con el tema que considero marcó el ciclo que termina.
Todos los años tengo muy claro sobre qué voy a escribir. En esta ocasión son tantos los posibles que no se bien por dónde empezar.
Escogimos un Presidente que nos prometía brisas de juventud y renovación. Un Presidente que no teme cambiar de opinión y, por el mismo motivo, es ampliamente criticado. Votamos por una propuesta de nueva Constitución y perdimos. Presenciamos una guerra y la pandemia, que pensábamos ya había terminado, y continúa entre nosotras.
Tuvimos un Mundial de Fútbol en el que no participamos, en un país donde murieron 6 mil personas para recibir a sus convidados y que viola sistemáticamente los derechos humanos de las mujeres. Por algunos días u horas nos emocionamos con la victoria de otros países y dejamos de lado la preocupación por los derechos y las vidas.
También dejamos de lado ese extraño patriotismo que ha tomado cuenta de un sector de este y otros países. Patriotismo que se sustenta en banderas, símbolos y canciones entonadas con furor.
Un patriotismo regado a creencias religiosas y concepciones con un poco de olor a algo que hace mucho tiempo venció en la despensa de las ideas, pero extremamente válido para quienes saborean los platos servidos con toques de falacias naturalistas donde sólo existe un tipo de familia y la diversidad es considerada, para la moral de estos patriotas, extremamente peligrosa para el buen funcionamiento de sus dogmas.
Este patriotismo, que tiende a oler a rancio, fue el que consideró que en Chile sólo podemos vivir chilenos, nada de chilenas porque eso es considerado también poco patriótico y eliminó con un trazo de lapicera la posibilidad de reconocer a los pueblos originarios como parte legítima de una nación.
Para estos patriotas, imaginar que Chile podría ser un Estado plurinacional generó alertas inmediatas de peligro. El status quo que mantiene en la despensa, llenas de moho, a las premisas fundamentales para sobrevivir le podía entrar algo de aire y luz. Dos elementos que no conviven con el moho.
Estos mismos patriotas insistieron en que las mujeres, esos seres que sirven para procrear o prestar el cuerpo como dijo una vez una senadora, podríamos abortar incluso en el noveno mes y la lógica de este argumento se vio tomada por el moho que no permitía ver lo ilógico del mismo. Tal como en años anteriores la mentira y el engaño fueron actores principales en el escenario nacional.
Este 2022 también fue el año en que el miedo a la violencia, a perder el patrimonio, los hijos, la casa, la herencia o la libertad fue ampliamente alimentado por sujetos que se dicen patriotas y, como era esperado, el miedo ocupó y todavía ocupa un gran espacio en el imaginario nacional.Tal como un boomerang que va y viene en un espiral ascendente, el miedo continúa creciendo y quienes lo fomentan lucrando con él.
Este 2022 fue extraño y algunas veces incluso parecía que estábamos estancadas en él. El 31 de diciembre nos obliga a cambiar las agendas por las nuevas que dicen 2023 y observamos esas hojas en blanco imaginando que, por algún motivo, todo será mejor sólo por el hecho de cambiar el calendario.
No me excluyo, y observo las páginas en blanco con la esperanza de cambios que efectivamente limpien las despensas de las ideas añejas que no permiten la entrada de aire fresco sólo por el miedo de abrir las ventanas y las puertas para permitirnos escuchar nuevas ideas, diferentes a las que ya conocemos.
Mi esperanza para este año que comienza se basa en algo simple y extremamente difícil de lograr cuando estamos tomadas por el temor de dejar atrás lo conocido, aunque sea incómodo. Mi esperanza se basa en abrir puertas y ventanas que nos permitan sorprendernos al escuchar más y arriesgarnos a dialogar.
No es el cambio de año lo que nos cambia. Lo que cambia son esas hojas en blanco invitándonos a llenarlas con palabras nuevas y conversaciones que nos permitan conocer y reconocer que el otro, la otra, me pueden enseñar algo si escucho y me escucho a mí misma al hacerlo.
La disposición emocional de respeto por lo que la otra o el otro tienen para decir no es la fórmula mágica para cambiar el mundo, pero sin duda es un abrepuertas que permite renovar la despensa de ideas.
Al escuchar aprendo que siempre es posible integrar algo nuevo y fresco y, al mismo tiempo aprendo y me concedo el permiso de botar lo que ya no sirve más.
Doutor em sociologia (Universidade de São Paulo). Mestre em sociologia (IUPERJ-Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro). Licenciado em sociologia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina). Professor aposentado da UFPB. Terapeuta Comunitário Formador. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/
Poner una letra al lado de la otra organiza el mundo. Establece la realidad. Las cosas pasan a existir a partir del momento en que son nombradas. Atención a la palabra. ¿Qué estoy diciendo? ¿Qué estoy escuchando?
Actualmente, frecuentemente, no sabemos ni lo que decimos ni lo que escuchamos. Se impone una parada. Detención. El diluvio incesante de informaciones de todo tipo confunde.
No se sabe qué es qué. No tenemos tiempo ni siquiera de saber qué es lo que hemos escuchado y ya lo vamos repitiendo. Esto es absurdo.
Me acuerdo de que cuando yo era profesor en la Escola de Sociologia e Politica de São Paulo, reflexionaba con mi alumnas y alunos, sobre los fundamentos de la realidad. ¿Cuáles son los valores que sostienen las visiones de mundo?
La vida cotidiana también está apoyada en valores. Salir de lo abstracto para lo concreto. De las creencias a la experiencia. No hay nada de malo en las creencias en sí mismas, salvo cuando pretenden substituir la realidad.
La vida es un transcurso efímero. Tratar de hacernos dueños/as de ese trayecto es el desafío. Reflexión. Atención. Observación. Acción en el sentido de la justicia. La fe no puede ni debe ser usada para escapar de la realidad. La fe compromete con la inclusión social.
Doutor em sociologia (Universidade de São Paulo). Mestre em sociologia (IUPERJ-Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro). Licenciado em sociologia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina). Professor aposentado da UFPB. Terapeuta Comunitário Formador. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/
Este es ya casi un lugar de resistencia. Insistencia. No mucha gente hoy en día ve por sí misma. Prefieren que les digan cómo son las cosas.
Nos han hecho perezosos/as. Ya no nos queremos dar el trabajo de saber por nosotros mismos/as. Ahí está la trampita.
Es mejor no hablar que decir palabras ajenas. ¿Por qué hablo poco? Porque muchas veces al escuchar junto al mundo.
La gente habla mucho pero no dice casi nada o nada. Yo prefiero hablar poco pero decir alguna cosa. No siempre me escuchan.
Hemos asimilado el escuchar a una actitud pasiva, pero esto no es así. Escuchar exige un esfuerzo. Es una actividad. Necesito prestar atención y no actuar reactivamente. Es una forma de acción.
Una persona callada es interpretada como omisa, muchas veces. La observación requiere tiempo. No es que uno deba hablar o no hablar.
Estoy hablando de la escucha y del habla plena. ¿Cuándo una palabra dice algo? Cuando soy lo que digo. Cuando lo que escucho trae a la otra persona.
Esto es comunicación. Contacto real. Actualmente estamos en Brasil bajo un régimen ilegal, ilegítimo, inconstitucional.
Esto crea una situación desafiadora. ¿Cómo preservar la vida y la libertad bajo la opresión? Conciencia y atención. Ver por nosotros mismos/as.
Hace algunos años me di cuenta de que yo me había transformado en una especie de repetidor de ideas ajenas. Dejé de hacerlo. Salí del medio.
Dejo que la realidad venga por sí misma. Miro, leo, me intereso, escucho. Y dejo que algo se presente. Trato de ver interiormente.
Doutor em sociologia (Universidade de São Paulo). Mestre em sociologia (IUPERJ-Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro). Licenciado em sociologia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina). Professor aposentado da UFPB. Terapeuta Comunitário Formador. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/