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Acogimiento

La ventaja de haber escrito sobre casi todo

Es que vivo más bien acogido o incluído
Igual siempre todo me sorprende
La novedad no me asusta.
En el plano de la vida cotidiana
Desocupado de preocupaciones
La experiencia me tranquiliza.
Mi autoestima prevalece y se fortalece.
Vuelvo yo cada vez más señor de mí mismo.
Reconciliado con mis maneras de ser.
No fuerzo actos ni actitudes.
Simplemente estoy y soy
Los miedos crecen si no los miro
Cuando los miro desaparecen.

Canción para mis nacimientos

Vengo esta mañana con una vieja nueva alegría.

La del niño que nació otra vez.

Descubro que yo soy mi propio juguete.

Yo juego conmigo.

Recordé la muerte que trae la vida. No así, de esta manera chocante, pero melodiosa. Poética. Dulcemente. Amorosamente.

Este año el 31 de octubre me tendrá a mí mismo como regalo de cumpleaños.

Le diré a mi madre Gita, a mi padre Omar, a cada una y cada uno de mis familiares (en este o en otro plano de realidad ¿Cuántos planos tiene la realidad?) que nací otra vez.

Pasito a paso, un escaloncito cada vez, seguí viniendo otra vez. Otra vez yo. Cada vez más yo. Toda esta multiplicidad vertiginosa, toda esta diversidad intensa y vibrante, todos estos yos que soy.

Tienen fecha precisa todos y cada uno de mis nuevos nacimientos. Es toda una secuencia de nacencias.

Por eso la poesía, que es nacer, es nacerse, es nacernos juntas y juntos.

Mis papeles son yo y no son yo. Yo soy mis papeles y más que mis papeles. Yo soy el papel que escribo. Soy todos mis papeles y ya me dejo ir en el viento, hacia el sol, adonde me lleve.

Solamente aquí, en la hoja, soy yo. Siempre yo. Cada vez más yo mismo.

¿Cómo no sería feliz si soy?

Esta pregunta afirmativa me repone a la totalidad que soy

Sentimiento y memoria

Sensaciones y colores

Multiplicidad diversa

Pluralidad unificada

Soy todo esto y soy feliz

Identidad y pertenecimiento

Razón e intuición

Imagen e idea.

Me desvío tanto cuanto puedo, de lo que me aparta de mi foco, centro y eje

La negatividad interna o externa

Lo que no me dice respecto

La vida ajena

Lo que confunde y engaña

Mi salud es una conquista diaria

Cuido la casa de Dios

El lugar que habito

Los afectos que me constituyen

La fe que me anima

Mi historia florecida.

 

Continuidad de la vida

El tiempo se viene compactando. La experiencia se viene compactando. Todo lo vivido se reúne y fortalece. Resplandece y me guía y alimenta.

Lo que me toca vivir hoy se intensifica. Cada momento es más pleno, irradiante. Este tiempo es más mío. Soy más esto. No me pego a lo pasado, lo traigo conmigo como aprendizaje.

Mi confianza se nutre de la claridad de lo aprendido. Mi tiempo hoy es multiplicado. Condensado. Me siento más fuerte. Mis sentidos son los puentes, lo que me conecta y orienta.

La multiplicidad que me compone es semejante a la que me rodea y contiene. Estar aquí es estar bien. Es bueno estar aquí. Me siento bien. Me hace bien. Me siento más acogido ahora que reconozco mi diversidad. Ser, familia, comunidad interconexión.

Continuidad de la vida. Circularidad. Todos y todas pertenecemos a la tierra. Todos y todas somos parte de un solo ser. Identidad es pertenecimiento. Andar por el mundo, por el barrio, estar con gente, me devuelve una sensación de inclusión. Soy parte y formo parte.

Ese tejido cotidiano de seres humanos que trabajan y desarrollan sus vidas en tiempos intercruzados. Volví a integrarme de manera más flurte en este espacio al jubilarme de la universidad. Juntarme con gente de la salud mental comunitaria, primero, y, en seguida, integrarme a la acción de la Terapia Comunitaria Integrativa.

Ya han pasado más de 23 años desde este movimiento. Recuperar ahora la sensación, las sensaciones y sentimientos, que fui experimentando a lo largo de esta trayectoria, tiene para mí un efecto sin igual. Conocí una Argentina diferente, que ni sabía que existía. Movimientos de barrio integrados con la universidad.

Conocí, sobre todo, a mí mismo, al sumegirme en ese tejido rico y diverso, móvil y cambiante, de personas de distintas profesiones y lugares sociales, interconectadas en una acción común que humaniza. El tiempo adquiere otra vez, como en tiempos de infancia y juventud, y aún después, una calidad acogedora.

Ya no es el tiempo externo, impuesto. No es el discurso de la disociación, el miedo ni la desconfianza, sembrado por los medios de comunicación. Es una suspensión de la muerte, un sumergirse en una dimensión contínua y esperanzadora, para usar una expresión aproximada. Son sensaciones nuevas reencontradas. Estas experiencias las he compartido en mis libros publicados a partir de 2013, muchos de los cuales son accesibles on line, gratuitamente.

No necesito envenenarme, por lo tanto, con la prédica perversa que vacía lo próximo y lo cercano, invadiéndolo con relatos contínuos de lo que rompe la fe, la confianza, la solidaridad, el sentido del vivir. El tiempo va pasando. No necesito saber de hechos policiales, judiciales, criminales, bélicos, incesantemente. Más bien me alimento de exactamente lo contrario. La confianza, la construcción colectiva, el arte y la belleza en sus múltiples y variadas formas, y sobre todo, el proyecto y programa de la felicidad. Es posible la vida. Fueron 23 años que florecen otra vez, todos los días.

Ilustración: “Flores después de la lluvia”

Tiempo

¿Será que ya pasó el tiempo de la escritura?

¿Pasó el tiempo de la contemplación?

¿El tiempo de la reflexión?

¿Pasó el tiempo del sentimiento?

¿Pasó el tiempo de la conversación?

¿Pasó el tiempo de escuchar?

¿El tiempo de construirnos juntos y juntas?

No pasan estos tiempos.

Si no tengo tiempo para mí, no tengo tiempo para nada

Todo el tiempo me llaman hacia afuera

Voy y vengo

Mi parte mayor está adentro

Aquí hice mi casa

Aquí vivo

Tengo tiempo para mí

Por eso escribo, escucho, veo, siento, decido

Voy por donde veo y siento

Mi mundo no es aislado

Al contrario, es integrado

Hice mi lugar y lo habito

Por eso escribo, no dejo de escribir

Así lleno de alegría mis instantes del día

(Recupero mis sentidos substraídos por el aluvión informativo

Anido y me anido en la poesía cotidiana)

 

Imagen: “Naciendo”

 

La fuerza de la unidad

Una mujer que me pueda amar. Este era mi sueño en los años 1970. Lo vivo hoy. Es lo que más quiero.

Esta mañana al recordarlo, me llené de alegría. No necesito de muchas cosas.

Ví todos los que fui en distintas etapas de mi vida. Era una ronda.

Lo mejor de cada uno de los que fui, soy hoy. Soy uno solo. Unificado.

Las caminatas por la peatonal de Cabo Branco siempre son una inmersión en la memoria. Integración de memorias.

Pertenecimiento es eso. La fuerza de esta unidad es formidable. Lo que sentí al verme unificado, dándome las manos en ronda, es alegría.

Confianza. Yo no me acobardé frente a los miedos. Guardo resentimientos, sí, por heridas que no cicatrizaron todavía. Trato de ser compasivo conmigo mismo, y comprender.

Comprenderme y comprender. Quienes me hirieron son personas muy queridas y cercanas. Puedo aflojar un poco el resentimiento, la rabia y la tristeza frente a la traición.

No necesito desdibujarme, ni cancelar algunos de los yos que fui. Fuí íntegro aún en los momentos de mayor sufrimiento.

La fuerza de esta unidad es una conquista. Una conquista reciente, diría. La vida es ascendente. Es un subir. Un ir llegando y seguir llegando.

Disfruto de esta sensación y sentimiento. Esta ronda de yos es lo que soy. Repito para recordarlo.

¿Para qué escribo?

Escribo a ver si me encuentro. Ahora que veo las palabras apareciendo, vengo yo. No busco necesariamente decir algo, o decir algo bello, o convencer a alguien o convencerme. Escribo para ser, para hacerme real, para tener consistencia. A medida que voy escribiendo voy naciendo, voy siendo, voy viendo que puedo ser y efectivamente soy.

No espero que a alguien le guste lo que escribo, aunque esto muchas veces sucede. Como pasa muchas veces, la claridad va viniendo al poner las letras en la hoja e ir formando palabras. Entonces no me importan las críticas ni los juicios. Yo estoy aceptado, o trato de aceptarme. Todavía me critico demasiado. Me exijo lo imposible.

Fui programado para ser algo extraordinario. Lo extraordinario es que siga sacándome esa y otras programaciones absurdas que no son mías, y venga a la vida. La vida simple de cada día. Sacar la basura afuera. Regar el pasto que está seco. Esperar que salga el sol. Ver gente. Conversar con alguien. El ejercicio del vivir.

Ya después de estas líneas me siento mejor. Más real. Es raro esto de existir escrito. No sé si es raro pero es así. Lo que leo y escribo se funden, se confunden en el buen sentido. Forman una sola cosa. El mundo en que vivo. El arte de vivir consiste en sacar el mayor bien del mayor mal. Machado de Assis, en Iaiá García. ¿Qué escribir ahora?

El sol todavía no se anuncia. Contaría de cómo me gusta cuando tengo cosas que hacer, que me dan placer. Andar por ahí y encontrar a alguien. Ver gente en la vereda yendo a algún lugar. Un niñito en su triciclo, con una chica que lo acompaña. Me hace una fiesta y me sigue con la mirada.

Saber que ella es un ser humano. No tiene por qué concordar siempre conmigo. Sería un robot. Ya hay demasiadas máquinas. Esta donde escribo, por ejemplo. El auto, que me lleva adonde quiero o necesito. Ese miedo de ser rechazado, humillado, ofendido. Ya no es mío. No debería serlo. Ya pasó todo aquello. Ya no dependo del juicio externo.

No necesito ser aprobado todo el tiempo. Me apruebo y también encuentro aprobación en muchas personas. Las contradicciones son parte de la vida. Inseparable. Aquí no necesito de aprobación porque soy yo mismo. Estoy de cuerpo entero. No necesito maquillarme ni usar un uniforme. Hablar así o de otro modo. Hablo como se me da la gana.

Digo lo que quiero. Y, sobre todo, existo. Soy. Esa es la razón por la que escribo. También escribo por otras razones y motivos, por supuesto. Nada de lo que es humano tiene una única motivación. Somos seres multidimensionales. Escribo también para combatir a lo que destruye a la humanidad.

La alienación, la opresión, la ignorancia, La masificación, la despersonalización. La dispersión, tan común actualmente, que muchas veces no se sabe lo que se está diciendo o haciendo. Muchas veces esto me divierte, pues es como si el mundo hubiera perdido consistencia. Entonces juego. Y ya entonces otra vez todo es bueno y me divierto. Y el miedo.

¿Qué me dicen del miedo? No hay quien no tenga miedo. Y sin embargo seguimos adelante. El miedo nos avisa. Viene a advertirnos sobre un peligro. Es mejor hacerle caso. El miedo no es zonzo. Yo busco la seguridad en la oración, en el color, en la amistad, en el arte, en la escucha del mundo y de mí mismo.

El sol todavía no se presenta. Mientras tanto, seguimos aquí. Esperando el sol. Levantando una pared. Construyendo puentes. Abriendo una ventana. A ver si las ganas van ganándole a otras disposiciones. Todos mis escritos tienen mucho de lo que comparto con la gente. Lo que voy aprendiendo y viendo. Viendo y aprendiendo.

Y vos, para qué escribís? Contame. ¡Compartí tu experiencia!

En amor

Rojo y amarillo

Paz y serenidad

Fuerza y placer

Centramiento y foco

Seguridad

Pensando en estas cosas, veo que el placer, la fuerza, la serenidad, la seguridad y la paz, vienen de una única fuente.

El intelectual o la intelectual disocian constantemente todo. Separan y oponen. Disecan y excluyen. Yo, al contrario, junto y reúno, coso y tejo, integro, constantemente.

Por eso es que cada vez más estoy bien. La unidad alcanzada me contiene y me guarda. Ella es preexistente. Es hacia allí que va todo. El sentido de la vida es amor.

La vida no tolera la disociación. Es unidad. Una. Cuando prestamos atención, podemos saber sin duda (o con poco margen de duda) si estamos por entero en una acción.

La historia, la música, la literatura, la vida cotidiana, la poesía, son otros tantos medios para recomponer la unidad del todo.

El todo no suprime sino integra las partes. La ignorancia ampliamente extendida en nuestros días, se apoya en la negación de la filosofia, que a su vez nos muestra la génesis de las cosas.

Al tomarse como dado algo que no lo es, se invierte la realidad y se pervierte el sentido del vivir. No hay necesidad de que personas sufran, pasen hambre, se enfermen y mueran.

Esto es perfectamente evitable. Desde por lo menos los años 1960, las Naciones Unidas han mostrado que hay alimentos para todas las personas.

Al esconder y negar el conocimiento, se destruye la humanidad de la gente. Se la condena a vivir y morir sin sentido. ¡Esto no puede ser!

La idiotización, la bestialización, la pura y simple degradación que se quiere naturalizar, no tiene nada de natural. Es decisión de los poderes de este mundo. Esto debe cambiar.

El desarrollo pleno de la persona en toda la multiplicidad y diversidad de sus dimensiones, debe ser garantizado por una educación libertadora, cuyos fundamentos y práctica se encuentran, entre otras fuentes, en la pedagogia de Paulo Freire.

La obra de Karl Marx ha puesto en evidencia los efectos nocivos de una sociedad basada en la acumulación de riquezas y en la propiedad privada, que destituyen a la persona de su dignidad, tornándola apenas medio. Algo que se usa y se desprecia.

Es imprescindible un cambio de dirección. El Papa Francisco viene insistiendo en esta necesidad. ¡No tenemos tiempo que perder!

La sociología de Max Weber y Emile Durkheim señalan con claridad el carácter imprescindible del sentido y la solidaridad como bases de la sociedad.

Es imperioso que la educación, la familia y la sociedad como un todo, se vuelquen en esa dirección.

Brasil viene dando pasos firmes en ese sentido. Dejar la política de muerte y engaños practicada durante estos últimos diez años.

Reorientar la vida hacia el amor. Su fuente, origen y sentido.

Ilustración: “El tejido del universo.”

Humanamente, naturalmente

La vida no va hacia la muerte

La muerte no es el destino final

No al menos para el ser humano sano

El ser humano normal busca la vida

Buscamos el amor, que nos moviliza

Un delincuente institucional, un anormal,

Alguien que no sabe amar, puede buscar la muerte, y de hecho la busca

Y trata de empujar otras personas al abismo donde vive

Pero si estamos atentos y atentas

Tendremos una versión en primera mano de la vida

Lo que aprendimos a lo largo de los días

Vivir se muestra entonces como un crecimiento

Un enraizamiento que termina floreciendo

Transformando dolores en flores

Yo te pregunto: ¿sos capaz de sentir amor?

¿Tenés la capacidad de ponerte en el lugar de otra persona?

¿Te toca el sentimiento de quienes sufren o se alegran?

¿O has construido una muralla alrededor tuyo y ya nada te toca?

Yo recuerdo mis tiempos de profesor en la Escola de Sociologia e Politica de Sao Paulo

Fue allí que fui aprendiendo a tratar a la gente como gente

Y me fui dando cuenta de que yo también era una persona como esa gente que estaba allí

Mis alumnas y alumnos me fueron enseñando y recordando

Qué es ser humano

Ser humano es sentir junto

Es hacer juntos, juntas

Es construir juntas y juntos

No hay nadie superior a otra persona

Necesitamos inevitablemente unos de otros, unas de otras

Recuerdo hasta hoy, y seguirá siendo un recuerdo indeleble

Cada una de esas caras

Esa juventud y gente de todas las edades

Que venían abriéndose paso en medio de una sociedad adversa

Difícil, cerrada, que se iba abriendo a su vez

A la diversidad

Muchos rostros, muchas caras, muchas hablas, muchas historias

Pluralidad

La unidad no suprime sino se nutre de lo diverso

Tenemos la posibilidad de ser gente, humanos y humanas

Da trabajo, pero es mejor que ser una cosa medio no se sabe muy bien qué

Algo que porque tiene dinero e impunidad vomita y atropella todo lo que encuentra

Una bestia

La bella y la fiera

Es mejor ser bella, bello, bellos, bellas

Fieras son fieras

Pero el humano bestializado es peor que una fiera

La naturaleza nos ennoblece

La bestialidad nos degrada

Aprender da trabajo, es laborioso, es una tarea continua

Pero el fruto es seguro.