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Memorias

Ediciones de la madrugada. Es más fuerte que yo. Vienen las memorias.

Trato de evocar solamente lo positivo. Gente con la que compartí ideales y acciones en otro tiempo. Quedó solamente el recuerdo. No hay afinidades. Seguimos caminos diferentes. En vez de condenarles o condenarme, trato de comprender y reírme. Comprendo que los seres humanos tenemos diversas facetas. Por mi parte cultivo y me mantengo más bien en el arte, que en cualquier otra esfera de acción. Es en este espacio donde disfruto del placer de crear, y donde al mismo tiempo encuentro mi encaje en el mundo real.

La comprensión me hace saber que es exactamente esta mi naturaleza artística, la que me mantuvo y me sigue manteniendo entero. Me río porque veo que es la risa la que me hace seguir sano. No es la risa de la burla o desdén. Es más bien aquella que brota espontaneamente de las situacioes cotidianas. Y aún la que nace de la constatación de lo que es la vida en sí misma. Ya en los tiempos del movimiento estudiantil yo me reía muchísimo.

Hoy lo sigo haciendo, en una circunstancia totalmente diversa. Un mundo aparentemente tan no sé si decir programado, controlado, o qué. Aprendo a coexistir con la diversidad y el cambio. Me siento más integrado al mundo circundante. Probablemente mis fragilidades hoy están más a la vista. Y esto es lo que me hace apoyarme cada vez más en la proximidad de personas confiables. Entonces veo que puedo seguir adelante.

Diario

¿Qué podría llegar a escribir sobre el día de hoy?

Fragilidad compartida, en el campo de la salud, genera confianza interior y comunitaria. Aceptando el amor que recibo, me amo más. Miro mi propia historia, y cuento con mis recursos para enfrentar los desafíos del presente. Dialogando con mis antepasados. Fluyo más, en la medida en que dejo de verme como un enemigo o alguien no querido. Reconozco mi humanidad al verme en el encuentro comunitario.

¿Cómo no sería feliz si soy?

Esta pregunta afirmativa me repone a la totalidad que soy

Sentimiento y memoria

Sensaciones y colores

Multiplicidad diversa

Pluralidad unificada

Soy todo esto y soy feliz

Identidad y pertenecimiento

Razón e intuición

Imagen e idea.

Me desvío tanto cuanto puedo, de lo que me aparta de mi foco, centro y eje

La negatividad interna o externa

Lo que no me dice respecto

La vida ajena

Lo que confunde y engaña

Mi salud es una conquista diaria

Cuido la casa de Dios

El lugar que habito

Los afectos que me constituyen

La fe que me anima

Mi historia florecida.

 

Continuidad de la vida

El tiempo se viene compactando. La experiencia se viene compactando. Todo lo vivido se reúne y fortalece. Resplandece y me guía y alimenta.

Lo que me toca vivir hoy se intensifica. Cada momento es más pleno, irradiante. Este tiempo es más mío. Soy más esto. No me pego a lo pasado, lo traigo conmigo como aprendizaje.

Mi confianza se nutre de la claridad de lo aprendido. Mi tiempo hoy es multiplicado. Condensado. Me siento más fuerte. Mis sentidos son los puentes, lo que me conecta y orienta.

La multiplicidad que me compone es semejante a la que me rodea y contiene. Estar aquí es estar bien. Es bueno estar aquí. Me siento bien. Me hace bien. Me siento más acogido ahora que reconozco mi diversidad. Ser, familia, comunidad interconexión.

Continuidad de la vida. Circularidad. Todos y todas pertenecemos a la tierra. Todos y todas somos parte de un solo ser. Identidad es pertenecimiento. Andar por el mundo, por el barrio, estar con gente, me devuelve una sensación de inclusión. Soy parte y formo parte.

Ese tejido cotidiano de seres humanos que trabajan y desarrollan sus vidas en tiempos intercruzados. Volví a integrarme de manera más flurte en este espacio al jubilarme de la universidad. Juntarme con gente de la salud mental comunitaria, primero, y, en seguida, integrarme a la acción de la Terapia Comunitaria Integrativa.

Ya han pasado más de 23 años desde este movimiento. Recuperar ahora la sensación, las sensaciones y sentimientos, que fui experimentando a lo largo de esta trayectoria, tiene para mí un efecto sin igual. Conocí una Argentina diferente, que ni sabía que existía. Movimientos de barrio integrados con la universidad.

Conocí, sobre todo, a mí mismo, al sumegirme en ese tejido rico y diverso, móvil y cambiante, de personas de distintas profesiones y lugares sociales, interconectadas en una acción común que humaniza. El tiempo adquiere otra vez, como en tiempos de infancia y juventud, y aún después, una calidad acogedora.

Ya no es el tiempo externo, impuesto. No es el discurso de la disociación, el miedo ni la desconfianza, sembrado por los medios de comunicación. Es una suspensión de la muerte, un sumergirse en una dimensión contínua y esperanzadora, para usar una expresión aproximada. Son sensaciones nuevas reencontradas. Estas experiencias las he compartido en mis libros publicados a partir de 2013, muchos de los cuales son accesibles on line, gratuitamente.

No necesito envenenarme, por lo tanto, con la prédica perversa que vacía lo próximo y lo cercano, invadiéndolo con relatos contínuos de lo que rompe la fe, la confianza, la solidaridad, el sentido del vivir. El tiempo va pasando. No necesito saber de hechos policiales, judiciales, criminales, bélicos, incesantemente. Más bien me alimento de exactamente lo contrario. La confianza, la construcción colectiva, el arte y la belleza en sus múltiples y variadas formas, y sobre todo, el proyecto y programa de la felicidad. Es posible la vida. Fueron 23 años que florecen otra vez, todos los días.

Ilustración: “Flores después de la lluvia”

Arte de vivir

He venido desarrollando la capacidad de escribir, como forma de ir encontrándome. Haciendo un lugar en el mundo. Registrando la vida en mínimo, la vida vivida.

Cultivando este arte, he llegado a hacer de mí mismo mi mejor compañía. Es decir, descubro que no soy lo que había llegado a creer que era. No tengo culpa de nada. Tengo derecho a ser feliz.

Me alivio del peso de lo que no es mío. Dejo de lado lo que me hace daño, y trato de poner mi energía en lo que me hace bien. Me abro a la gente, como lo hice siempre. No me dejo confundir.

Desarrollo la capacidad de ver hacia adentro, con el corazón. Es el mismo sentido de ver, pero dirigido a mi interior. Entonces gano confianza y seguridad. El mundo interno y externo confluyen.

Me anido en el mundo. Recupero la sensación de unidad. Todos los que fui son uno solo. Es decir, tienen sus especificidades, que recupero con nitidez. Pero el hecho de que me vea hoy como la misma persona que recorrió toda esta larga jornada, me trae una fuerza singular.

Ya no vivo más con aquella sensación de ruptura, división, como si yo no fuera el mismo todo el tiempo. Claridad. Entereza. Unidad. Ya no vivo pegado a lo que me pudo haber dañado. No vivo pegado ni despegado del pasado. Vivo atento y despierto.

Mi pasado no es lo que me impusieron como maniobra de dominación. Es lo que yo viví y sigo viviendo, como triunfo contra todo lo que pudo haberme destruído o deformado. La lucha para fortalecer mi confianza interna y externa, es una sola. Nace del amor que soy capaz de recibir. Entonces me amo, como un hecho concreto.

Participo de un movimiento que se centra en la autoestima y la construcción de vínculos positivos. Es un enraizamiento en la vida. Un florecimiento. Es poesía. Es una pasión por disfrutar de cada instante.

Hacer de todo el tiempo, una oportunidad para desarrollar los talentos que me hacen quien soy. Una persona que aprende continuamente a ser feliz, cada vez más yo, cada vez más uno solo y el mismo, todo el tiempo.

Escapo constantemente del llamado a lo bajo, a la desesperanza, que se difunde sin cesar desde la televisión y las llamadas redes sociales. En la contramano, como una contradanza, ejecuto los movimientos que me centran en mi objetivo y mi meta. El arte como forma de vida. La vida como forma de arte. Me fortalezco en este juego de vencer lo que intenta destruírme.

Foto: “Jazmín del cielo”

Placer, presencia y pertenecimiento

La consciencia es siempre consciencia de circunstancias dadas. Prestar atención a lo que sucede. Qué hago. Por qué estoy aquí. Qué sentido tiene estar vivo. Qué es lo que me alegra. Qué es lo que me hace bien. Recuperar y mantener la sensación y el sentimiento de pertenecimiento.

Saber que tengo derecho de disfrutar. Tener placer. Esta es una clave que para mí se viene haciendo cada vez más central. Salir de la semivida de la mera costumbre, el mero acto repetido, casi inconsciente o totalmente inconsciente.

La contemplación de la belleza es la puerta a la unidad sensible inmediata. Es posible si me acepto y en la medida que me acepto totalmente, radicalmente. Entonces fluye el placer. Dejo de ver a los demás como enemigos o amenazas.

Todos estos son descubrimientos cotidianos. Ejercicios que vengo realizando y de los cuales me voy haciendo cada vez más consciente. Así voy saliendo de prisiones tan duras y persistentes que por poco no acaban conmigo.

¡Si no hay placer, si no hay amor y confianza –y el amor es confianza– la vida puede llegar a sucumbir! Vuelvo a abrirme al mundo como antes. Una sensación familiar y nueva al mismo tiempo. Vuelve la vida.

Saber que proyecto sueños y los habito. Y vengo naciendo de mí mismo. Todo se hizo y se hace más evidente y concreto a partir de la convivencia. Saber que el amor de ella es confianza. Y que mi auto-aceptación se apoya y se refuerza en ese hecho esencial.

Escribir me ha ido haciendo cada vez más consciente de mi propia trayectoria vital. Hasta qué punto hoy puedo habitar un presente pleno. Realmente presente. Agradezco a las personas que me han ido dando retornos de este mi caminar.

Escribir no es para mí un medio, sino un fin.

Ilustración: “María”