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Ideología, humanidad, realidad

Escribo para vivir.

Esto ya lo saben quienes me leen, y también quienes me apoyan con sus sinceras palabras.

Aquí me veo mejor, veo mejor el mundo, si es que este mundo se deja ver, de tan extraño que es.

Y de esto es que quiero hablar ahora.

¿Qué mundo es este en el que vivimos?

Las redes sociales y la internet han cambiado radicalmente la naturaleza del mundo en que vivimos.

He asistido a una clase virtual de la filósofa Marilena Chauí, de la Universidade de São Paulo, Brasil, sobre “¿Qué es la ideología?” (O que é a ideologia?), en YouTube: https://youtu.be/C3wv_vpRjzk

Confieso que el impacto de lo que ví y sentí al escuchar a esta profesora, me ha traído al mismo tiempo consuelo y un cierto espanto.

Vengo estudiando el tema de la ideología desde mis tiempos de estudiante de sociología en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.

Hasta el día de hoy, no había visto una actualización tan viva del concepto de ideología tal como fue formulado por Karl Marx.

Marilena Chauí me ayudó a traer la visión del pasado al presente. Cómo es que en los días de hoy, las modernas tecnologías digitales usadas por los regímenes autoritarios y el neoliberalismo, han creado una falsa realidad.

El tiempo y el espacio se han compactado, perdiendo sus cualidades originarias. Parece que estuviéramos viviendo en el mejor de los mundos, cuando en realidad estamos más solitarios/as, aislados/as y desesesperanzados/as que nunca.

No es un panorama pesimista o negativo el que presenta la profesora. Es solamente un llamado de alerta, para la reconstrucción del tejido social que permita que siga existiendo una sociedad que se pueda llamar “humana.”

El registro de la vida

Aquello que no anotamos se desvanece.

El hábito de ir escribiendo sobre lo que vivimos día a día, fija la memoria.

La memoria es sentimiento,

Es experiencia acumulada.

El registro de la vida vivida nos va integrando en la existencia.

A medida que me he ido acostumbrando a anotar lo que vivo, lo que veo, lo que siento, sin censura, sin miedo, y también con censuras y con miedos, mi vida ha venido adquiriendo una cualidad nueva.

La atención es la clave.

Salgo de lo repetido y vengo a lo que está aquí, que es nuevo.

A medida que voy escribiendo estas cosas, viene mi memoria, llena de detalles.

Me integro en mi vida toda, de diferentes maneras.

Es una película que me tiene como protagonista, actor y director, guionista.

Dejo una posición de espectador o víctima, y me reconozco como actor principal en diversos papeles.

Nada de esto prescinde de la escucha atenta y sensible, constante, de gente a mi alrededor.

El diálogo es lo que me permite irme viendo en mis distintas facetas.

El reconocimiento de mi diversidad interna, así como también la aceptación de mis cualidades, me reconcilia conmigo mismo.

No necesito ser una sola cosa todo el tiempo, siempre igual. No hay tal cosa.

Entonces vuelve la alegría, vuelvo a reír, vuelvo a cantar.

No necesito estar trabajando todo el tiempo.

No necesito estar pensando, analizando, interpretando, juzgando ni condenando siempre.

Puedo parar. Parar y ver. Ver y sentir. Sentir y disfrutar. Puedo disfrutar.

Me perdono por no ser perfecto, por no ser quien no soy.

Perdono a quienes me rodean y tienen características que rechazo. Se parecen a gente que en el pasado tuvo o pareció tener papeles amenazadores o invasivos.

Cultivo la amistad conmigo mismo y con aquellas pocas personas que me habitan.

Esta revista es un diario.

Una invitación a que te veas, a que sepas quien sos.

Un solo tiempo

¿Cuántos tiempos al mismo tiempo?

¿Qué presente?

Hoy está instalada una ideología del presente.

Como si hubiera un tiempo sin pasado, sin historia, sin memoria.

Como si hubiera sólo el instante, el momento, y nada más.

Escucho estas cosas y soy desafiado a tener una paciencia que no tengo.

Por supuesto que salgo al cruce, como salí ayer en una conversación donde se dijo esto: sólo tenemos el presente.

Tuve que decir que sin pasado no hay presente, ya que el propio presente es una construcción pasada.

El piso que piso no surgió en este momento, las palabras que uso no me llegaron en este instante, tienen su historia, sus connotaciones adquiridas a lo largo del tiempo.

Así también yo no nací (y nazco, sin embargo) en este instante, a cada instante, en todos los momentos.

Soy una suma de tiempos, una intersección simultánea y discontínua, y también parcialmente armonizada, de espacios, sentimientos, sentidos, sensaciones, actitudes, acciones, papeles, deberes, obligaciones, etc.

Esto hace que yo solamente pueda decir que vivo muchos tempos al mismo tiempo.

Lo he venido investigando y practicando en la vida diaria, así como en las clases de sociología y en las rondas de Terapia Comunitaria Integrativa.

O sea, donde estoy, soy uno y muchos.

Puedo decir con tranquilidad que soy de 8 a 80 tiempos al mismo tiempo. Esto es aproximado.

Con el tiempo podré, o no, estabelecer con exactitud la totalidad de tiempos presentes en el presente.

Tiempo de sentir

Tiempo de amar

Tiempo de recordar

Tiempo de construir

Tiempo de luchar

Tiempo de escuchar

Tiempo de hablar

Tiempo de organizar

Tiempo de jugar

Tiempo de pelear

Tiempo de iluminar.

Lo que sabemos del tiempo, es que en algún momento se acaba.

No es, por lo tanto, una investigación ociosa.

Tiempo de crear

Tiempo de pintar

Tiempo de dibujar.

Tiempo de parar.

A medida que me he ido descubriendo y reconociendo plural y diverso, multidimensional, voy encontrando más paz.

Tiempo cromático

Tiempo mandálico

Tiempo de gritar

Tiempo de llorar

Tiempo de patalear

Tiempo de nacer

Tiempo de morir. Este tiempo no lo elegimos, viene por sí mismo.

Los demás tiempos están presentes si estamos presentes.

Y si tienen tiempo, hagan sus propias listas y las vamos juntando, a ver cuántos tiempos conseguimos reunir.

Tiempo de descansar

Tiempo de florecer. Este tiempo viene después de las lluvias.

Tiempo de reír. Este tiempo siempre nos hace bien, si es que no nos burlamos de las demás personas.

Si no estamos presentes, si ningún tiempo es nuestro, atención: la vida se va yendo. Es mejor alertarnos e ir em busca de lo que nos pertenece.

A la altura de la vida en que me encuentro, veo que mis tiempos se han ido integrando, cosiendo, por decir así, hasta llegar a ser un solo tiempo.

 

 

 

 

 

 

Compañía de los días

Pasan los años

El tiempo se junta

Me junto en el tiempo, que juega

Se pega y de despega

Y ahora que ciertos tiempos pasados pesados

Se han ido despegando, hay más lugar

Respiro mejor

Veo que todavía tengo tiempo

Ando más liviano.

La tarde se va haciendo noche

Los libros me acompañan

Los buenos recuerdos.

Una sensación placentera y tranquila

Pienso en mis seres queridos

El trayecto recorrido

El canto de los pájaros

Los pasos que se acercan

La compañía de los días.

Soy un libro que se escribe y se lee desde adentro

Traté de abrirme paso a toda costa

En medio de las presiones y obligaciones impuestas

Hice un lugar para mí

Pude ponerme en primer plano

Ahora es otro momento

Momento de ver lo que quedó

Lo que puedo hacer

En estas jornadas, estas páginas que me quedan

Tengo una soledad que es más bien plena

Ella me comunica con todo lo que existe

Escribo y así voy viendo

Voy viéndome

Veo que sí puedo

Seguir adelante

No sé quién lee estas cosas

Además de estos ojos cansados

Que no se cansan, sin embargo

De atisbar lo bello

Mirar por las rendijas

Saber que todavía y siempre

Hay una posibilidad

Cuando las puertas están cerradas

O todo parece estar perdido

Hay un camino

Respirar

Esperar un poco más

Mirar hacia adentro y al lado

Hay un lugar

Soy un libro que se escribe y se lee

Desde adentro

La función del arte

“El espíritu se sumerge en la apatía a menos que sus invisibles tentáculos busquen constantemente una luz inalcanzable.” (Herbert Read, Imagen e Idea. La función del arte en el desarrollo de la consciencia).

Esta afirmación tiene un sentido muy profundo. El ser humano es direccional. Debe construír sentidos para su vida. Y si no orienta su energía en el sentido de la creación como actitud contínua frente al mundo, se degrada. Un dicho popular dice que “Un cerebro desocupado es el taller del diablo.”

¡Cuánto placer y alegría obtenemos al disfrutar de lo bello! La belleza nos rodea por todas partes. Es necesario crear un sentido para ella. La persona parásita es estéril y dañina. No adquirió el hábito de la construcción, que nos habitúa a la colaboración solidaria, a la suma de esfuerzos.

Si no adquirimos el hábito de trabajar con las manos, nos disociamos de esta función fundamental de la vida humana. Todo es creado. El proprio ser humano se crea y recrea continuamente. Por eso me alegra haber aprendido desde niño a jugar con un juego de maderas que mi madre había hecho con sus propias manos. El Ti-Co-Tí.

Inventábamos lo que queríamos. Puentes. Casas. Sube y bajas. Todo dependía de la imaginación. Así nos fuimos habituando a crear con la mente. Imaginar. Ver que es posible hacer las cosas. Todo implicaba en algún trabajo. Entonces también fuimos ganando una intimidad con las cosas.

Conocer, comprender, cuidar. Todo da trabajo. Son trabajos placenteros. Humanizadores. El arte nos enseña que siempre hay una salida posible. Siempre podemos encontrar una solución. Y podemos transformar en bien el mal que nos pueda estar afectando.

Soy lo que escribo

Escribo como quien respira. Muchas veces escribo aunque no tenga nada que decir. Llegar a la hoja es como verme en un espejo. Ver la vida como es.

Decir por ejemplo de mi alegría al volver a encontrar a mi peluquero después de más de un año. La sensación de andar por las veredas del barrio.

La evocación de ya tantas idas y venidas por el inmenso tejido de João Pessoa. Barrios. Personas. Lugares. Sensaciones. Sentimientos. Todo se junta y se consolida.

Cuando escribo salgo de una sensación como de extrañamiento. Aquí lo eterno vivido es concreto. No son elucubracioes sino experiencia. Intentos y tropiezos. Caídas y recomienzos.

Dejé de leer el libro de Raúl Pompéia, “O Ateneu”, ya que me recuerda cosas que preferiría  olvidar. Leo por placer, como Borges también hacía.

Al leer voy descubriendo maneras nuevas para mí, de decir las cosas. La vida sale de una condición fictícia y se hace real.

Lo real vivido, que integra lo interno y lo externo, se muestra en toda su riqueza y plenitud. Un libro remite a otro, este a otros, y así sucesivamente.

La literatura integra la vida, así como también lo hace la escritura. Cuando leo lo que escribo salgo de una sensación como de vacío. Mis escritos dicen de mí más de lo que yo quise decir.

Cualquiera de mis escritos tiene esta cualidad. Esto me alegra y me sorprende, una vez que es un ejercicio plenificante. Me doy cuenta de por qué lo que escribo toca a la gente.

Soy lo que escribo. No necesito ser otro cuando escribo. Soy yo mismo. Lo mismo me sucede en las relaciones sociales.

Aquí un poco menos, talvez debido a condicionamentos antigos que aprendo a ver y a dejar de lado muchas veces. Entonces el instante, todos los instantes, van siendo cada vez más plenos.

Muchas veces mis escritos anticipan lo que soy, revelándome lo que desconozco. Así me libero, me renuevo, renazco, en esta mi lenta etapa de ir hacia lo que me espera al final del camino.

Un demorado y disfrutado recoger frutos. Así se suspende la muerte, y aprendo que lo que más tememos como humanos, es la no aceptación.

Me abro espacio de distintas maneras, como hice siempre. Reconozco mis distintas modalidades o identidades que, sin embargo, componen un único y potente yo.

Mis textos tienen frecuentemente el carácter de pinceladas o bosquejos. Siempre contienen más que mi propia visión o relato de experiencia, ya que se nutren de una vida rica en contactos y colaboración recíproca.

Veo “en la etapa postrer de la pendiente,” como dice Belisario Roldán en su poema Las rosas crepusculares la belleza de este tiempo singular del crepúsculo, que es un nuevo amanecer.

Presencia

Ando de aquí para allá

Que es como no ir a ningún lugar

Por estar ya donde debo estar

Entre las paredes de mi cuarto.

Veo las nubes grises en el cielo

Y el sol abriéndose paso

Vengo a mi lugar

Donde guardo las memorias todas que me constituyen

Las idas y venidas de mi vida

Día tras día

Hasta llegar aquí

Que es este río que va al mar

Viene de la montaña y me junta a todo lo que está aquí

Estas hojas que me juntan y junto

Me reúnen y unen todo lo que soy a lo que me rodea

Una flor, un pájaro, una estrella, la lluvia, el sol

Siempre el sol y la luna en la noche

Libros, colores, cuadernos, telas, hojas

Mi vida se deshoja

Se me antoja un otoño ininterrupto

Veranos vienen y van

Inviernos dejaron luz en las tinieblas

Y la primavera, esta era eterna

Me interna en este tiempo sin tiempo en que vivo

Una infancia sin fin

Brilla

 

Pertenecimiento

Llegar a este espacio común es siempre un placer muy grande, siendo sencillo. Venir al lugar de las hojas me deshoja. Me deshago de papeles pegados a la piel a lo largo del tiempo, que ya no son míos. Veo que el camino recorrido valió la pena.

Las penas florecieron. Aún sabiendo que las palabras no siempre consiguen expresar lo que siento y lo que voy aprendiendo, aprovecho para insistir en el intento. La experiencia me enseñó que el registro de lo vivido crea una realidad especial.

Puedo ver lo que he vivido. Ahora mismo veo en mi memoria un lugar en la ciudad de São Paulo, donde viví muchos años. Una iglesia, una plaza. El tránsito pasando. iCuántas veces recorrí trechos de esa inmensa metrópoli en distintas direcciones! Ahora veo el parque de Ibirapuera. Moema. Santo Amaro. Santa Cecilia. Pinheiros.

El mapa se forma adentro y afuera. ¿Cuál es el afuera? La realidad es lo vivido. Escribir va aliviando el peso de lo que pesa. Puedo ver lo que voy experimentando. Cuando entro en diálogo con otras personas incorporo una visión panorámica. Me libero de la prisión de visiones y versiones fijas que me aprisionaron durante años.

Puedo dudar de lo que creí tan cierto. Todo puede ser diferente en comunidad. El mundo interior e imediato se revelan nuevamente como lo más importante. Otras vidas, otras voces, otros sentimientos, otras visiones de mundo se incorporan a mi vida.

Una sensación de pertenecimiento y unidad substituyen sensaciones anterores de soledad y desamparo. Veo mi vida unificada desde antes de mi nacimiento hasta este ahora en que me veo cosido a una humanidad en movimiento. El mundo es menos ajeno.