Me indignó ver un comentario prejuicioso contra el Papa Francisco por ser argentino.
¡Cómo es lamentable la bajeza moral de quienes ignoran lo que dicen! Hablan sin saber. Lastiman sin darse cuenta.
Sin siquiera saber que practican un delito. Xenofobia es crimen.
Siempre me dolió la ignorancia disfrazada por detrás de máscaras que supuestamente darían impunidad a quienes se esconden por detrás de ellas.
Hubiera sido mejor que más brasileños y brasileñas tuvieran alguna noción de decencia y humanidad, y nunca hubieran elegido un delincuente como el ex – presidente que precedió Lula.
La nacionalidad no es un divisor de aguas. Hay gente que nunca será gente, por el mero hecho de que optaron por la mediocridad.
Argentinos como Jorge Mario Bergoglio son un orgullo para la humanidad. Un motivo de alegría y esperanza.
Tengo orgullo de ser argentino. Mi historia me da orgullo. Mi origen me ennoblece. Inclusive porque soy de un país donde la educación y la cultura fueron un eje en la construcción ciudadana.
Humanidad se hace estudiando y aprendiendo. Construyendo a muchas manos. Soy de una generación que luchó por la vida.
Trabajamos por una Argentina sin hambre, sin violencia ni dominación. Ese sueño está vivo y me sigue animando, dondequiera que esté.
El Evangelio de la Liturgia de este domingo nos presenta un animado cuadro doméstico con Marta y María, dos hermanas que ofrecen hospitalidad a Jesús en su casa (cfr. Lc 10,38-42). Marta se ocupa inmediatamente de la acogida de los huéspedes, mientras que María se sienta a los pies de Jesús para escucharle. Entonces Marta se dirige al Maestro y le pide que diga a María que la ayude. La queja de Marta no parece fuera de lugar; por el contrario, sentimos que tenemos que darle la razón. Y, sin embargo, Jesús le responde: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,41-42). Es una respuesta que sorprende. Pero Jesús muchas veces da la vuelta a nuestra forma de pensar. Preguntémonos por qué el Señor, incluso apreciando la generosa atención de Marta, afirma que la actitud de María es preferible.
La “filosofía” de Marta parece esta: primero el deber, después el placer. La hospitalidad, de hecho, no está hecha de bonitas palabras, sino que exige encender los fogones, ocuparse de todo lo necesario para que el huésped se sienta bien acogido. Esto, Jesús lo sabe muy bien. Y de hecho reconoce el esfuerzo de Marta. Pero, quiere hacerle entender que hay un orden de prioridad nuevo, diferente al que hasta ahora había seguido. María ha intuido que hay una “parte buena” a la que hay que dar el primer lugar. Todo lo demás viene después, como un arroyo de agua que brota de la fuente. Y así nos preguntamos: ¿Y qué es esta “parte buena”? Es la escucha de las palabras de Jesús. Dice el Evangelio. «María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra» (v. 39). Notemos que no escuchaba de pie, haciendo otras cosas, sino que estaba sentada a los pies de Jesús. Ha entendido que Él no es un huésped como los demás. A primera vista parece que ha venido a recibir, porque necesita comida y alojamiento, pero en realidad, el Maestro ha venido para donarse a sí mismo mediante su palabra.
La palabra de Jesús no es abstracta, es una enseñanza que toca y plasma la vida, la cambia, la libera de las opacidades del mal, satisface e infunde una alegría que no pasa: la palabra de Jesús es la parte buena, la que había elegido María. Por eso ella le da el primer lugar: se detiene y escucha. El resto vendrá después. Esto no quita nada al valor del empeño práctico, pero eso no debe preceder, sino brotar de la escucha de la palabra de Jesús, debe estar animado por su Espíritu. De lo contrario, se reduce a fatigarse y agitarse por muchas cosas, se reduce a un activismo estéril.
Hermanos y hermanas, aprovechemos este tiempo de vacaciones, para detenernos y ponernos en escucha de Jesús. Hoy cuesta cada vez más encontrar momentos libres para meditar. Para muchas personas los ritmos de trabajo son frenéticos, extenuantes. El periodo de verano puede ser valioso también para abrir el Evangelio y leerlo lentamente, sin prisa, un pasaje cada día, un pequeño pasaje del Evangelio. Y esto hace entrar en esta dinámica de Jesús. Dejémonos interpelar por esas páginas, preguntándonos cómo está yendo nuestra vida, mi vida, si está en línea con lo que dice Jesús o no mucho. En particular, preguntémonos: cuando empiezo el día, ¿me lanzo de cabeza a las cosas que tengo que hacer o busco primero la inspiración en la Palabra de Dios? A veces empezamos los días de forma automática, a hacer las cosas… como las gallinas. No. Debemos empezar los días en primer lugar mirando al Señor, tomando su Palabra, breve, pero que sea esta la inspiración del día. Si salimos de casa por la mañana teniendo en mente una palabra de Jesús, seguramente el día adquirirá un tono marcado por esa palabra, que tiene el poder de orientar nuestras acciones según lo que el Señor quiere.
Que la Virgen María nos enseñe a elegir la parte buena, que nunca nos será quitada.
El Evangelio de la Liturgia de hoy narra la parábola del buen samaritano (cfr. Lc 10,25-37); todos la conocemos. Como telón de fondo, el camino que desciende desde Jerusalén hasta Jericó; a un lado, yace un hombre al que los ladrones han golpeado y robado. Un sacerdote que pasa lo ve pero no se detiene, sigue adelante; lo mismo hace un levita, esto es, un encargado del culto en el templo. «En cambio -dice el Evangelio-, un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y tuvo compasión» (v. 33). No olvidemos estas palabras: “tuvo compasión”; es lo que siente Dios cada vez que nos ve en dificultad, en pecado, en una miseria: “tuvo compasión”. El evangelista desea precisar que el samaritano viajaba. Por tanto, aquel samaritano, a pesar de tener sus propios planes y de dirigirse a una meta lejana, no busca excusas y se deja interpelar por lo que sucede a lo largo del camino. Pensémoslo: ¿el Señor no nos enseña a comportarnos precisamente así? A mirar a lo lejos, a la meta final, poniendo al mismo tiempo mucha atención en los pasos que hay que dar, aquí y ahora, para llegar a ella.
Es significativo que los primeros cristianos fuesen llamados “discípulos del Camino” (cfr. At 9,2). El creyente, en efecto, se parece mucho al samaritano: como él, está de viaje, es un viandante. Sabe que no es una persona “que ha llegado”, y desea aprender todos los días siguiendo al Señor Jesús, que dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Yo soy el Camino: el discípulo de Cristo camina siguiéndolo a Él, y así se hace “discípulo del Camino”. Va detrás del Señor, que no es sedentario sino que está siempre en camino: por el camino encuentra a las personas, cura a los enfermos, visita pueblos y ciudades. Así actuó el Señor, siempre en camino.
De este modo, el “discípulo del Camino” -es decir, nosotros los cristianos- ve que su modo de pensar y de obrar cambia gradualmente, haciéndose cada vez más conforme al del Maestro. Caminando sobre las huellas de Cristo, se convierte en viandante y aprende – como el samaritano – a ver y a tener compasión. Ve y siente compasión. Ante todo, ve: abre los ojos a la realidad, no está egoístamente encerrado en el círculo de sus propios pensamientos. En cambio, el sacerdote y el levita ven al desgraciado pero es como si no lo hubiesen visto, pasan de largo, miran a otro lado. El Evangelio nos educa a ver: guía a cada uno de nosotros a comprender rectamente la realidad, superando día tras día ideas preconcebidas y dogmatismos. Muchos creyentes se refugian en dogmatismos para defenderse de la realidad. Y, además, seguir a Jesús nos enseña a tener compasión: a fijarnos en los demás, sobre todo en quien sufre, en el más necesitado, y a intervenir como el samaritano: no pasar de largo sino detenerse.
Ante esta parábola evangélica puede suceder que culpabilicemos o nos culpabilicemos, que señalemos con el dedo a los demás comparándolos con el sacerdote y el levita: “¡Este y aquel pasan de largo, no se detienen!”; o que nos culpabilicemos a nosotros mismos enumerando nuestras faltas de atención al prójimo. Pero quisiera sugerir otro tipo de ejercicio. Cierto, cuando hemos sido indiferentes y nos hemos justificado, debemos reconocerlo; pero no nos detengamos ahí. Hemos de reconocerlo, es un error, pero pidamos al Señor que nos haga salir de nuestra indiferencia egoísta y que nos ponga en el Camino. Pidámosle que nos haga ver y tener compasión. Esta es una gracia, tenemos que pedirla al Señor: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves a mí y tienes compasión de mí”. Esta es la oración que os sugiero hoy: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves y tienes compasión de mí”. Que tengamos compasión de quienes encontramos en nuestro recorrido, sobre todo de quien sufre y está necesitado, para acercarnos y hacer lo que podamos para echar una mano.
A menudo, cuando me encuentro con algún cristiano o cristiana que viene a hablar de cosas espirituales, le pregunto si da limosna. “Sí”, me dice. -“Y, dime, ¿tú tocas la mano de la persona a la que das la moneda?” -“No, no, la dejo caer”. -¿Y tú miras a los ojos a esa persona? –“No, no se me ocurre”. Si tú das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella. Piensa en esto: “¿Yo toco las miserias, también esas miserias que ayudo? ¿Miro a los ojos a las personas que sufren, a las personas a las que ayudo?” Os dejo este pensamiento: ver y tener compasión.
Que la Virgen María nos acompañe en esta vía de crecimiento. Que Ella, que nos “muestra el Camino”, esto es, Jesús, nos ayude también a ser cada vez más “discípulos del Camino”.
Es convicción de fe de los cristianos que el Hijo de Dios-Padre se encarnó en el hombre Jesús de Nazaret. Así la encarnación, bien representada en la fiesta de Navidad, es una de las celebraciones principales de la cristiandad.
Casi nunca pensamos en la “encarnación” del Espíritu Santo. Al contrario, nos concentramos más en la fiesta de Pentecostés, que recuerda la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el cenáculo. Sobre todos los que estaban con ellos, de varias procedencias y que hablaban las más distintas lenguas, una especie de lengua de fuego descendió sobre sus cabezas. Todos entendierom el mismo mensaje como si hubiese sido dicho en la lengua de cada uno.
Esta fiesta de Pentecostés nos ofrece la oportunidad de profundizar en el significado del Espíritu en la humanidad y en la creación.
Pensándolo bien, el Espíritu estaba siempre en el mundo. El primer capítulo del Génesis refiere que el Espíritu se cernía sobre el desierto, el vacío y las tinieblas primigenias (touwaboú en hebreo) y dio origen y ordenó todas las cosas creadas. El amor, la bondad, la solidaridad, la compasión y todas las demás virtudes tienen que ver con el Espíritu Santo. Estas realidades se encuentran en todos los pueblos de la Tierra. Por eso se dice que el Espíritu Santo llega antes que el misionero. Este ya encuentra la presencia del Espíritu en aquellas realidades tan humanas. El evangelio viene a confirmarlas y consolidarlas.
Y aquí surge la pregunta: un hombre, Jesús de Nazaret, fue divinizado por la encarnación del Hijo eterno, pero ¿qué pasa con la mujer? Para el equilibrio de la propia autocomunicación de Dios (revelación), ¿no sería conveniente divinizar también a la mujer? Así lo masculino y lo femenino (animus y anima), la totalidad del fenómeno humano, comenzaría a pertenecer al propio Dios. Toda la humanidad sería entronizada en la Suprema Realidad.
Esta reflexión tiene cierta actualidad, pues vivimos bajo la eventual amenaza de desaparición de la especie humana debido a nuestra propia irresponsabilidad, por haber destruido las condiciones físico-químico-ecológicas que sustentan nuestra vida. Si por un acaso esto llegase a suceder, podemos decir que algo nuestro, lo masculino y lo femenino,em Jesús y María están ya eternizados y habríamos alcanzado el punto Omega de la antropogénesis.
Por tanto, algo nuestro jamás desaparecerá, lo que fundamenta la esperanza de que tampoco nosotros vamos a desaparecer.
Retomando el tema, podemos decir que una mujer, Miriam de Nazaret, fue también elevada a la altura de la divinidad. No soy yo quien lo dice, sino el mismo evangelista san Lucas, cuando es leído con ojos no patriarcales. De hecho, él dice: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo armará su tienda sobre ti y por eso el Santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios” (1,35).
Tenemos que leer el texto en su original griego para entender el mensaje ahí revelado. Entonces nos damos cuenta de que el evangelista Lucas usa la misma palabra con referencia a Miriam que el evangelista Juan usa refiriéndose a Jesús. Ambos usan la expresión “tienda” (skené en griego) para expresar la morada permanente, no fugaz, sea del Hijo sea del Espíritu Santo.
Lucas dirá que el Espíritu Santo “armará su tienda” (episkiásei: 1,35) sobre María. Juan dirá también “que el Logos (Hijo) armó su tienda entre nosotros” (eskénosen: Jn 1,14). Como puede verse, subyace a esos verbos la misma expresión, skené: morada permanente, personal y duradera de las divinas Personas, ya sea sobre el hombre Jesús o sobre la mujer Miriam. “Por eso” (diò kaì) lo que nacerá de ella es Hijo de Dios”.
Sólo es Hijo de Dios quien nace de alguien que ha sido elevado a la altura de Dios. Fue lo que ocurrió con Miriam de Nazaret. Sólo es posible la venida del Hijo de Dios-Padre encarnándose en Jesús porque antes ocurrió la venida del Espíritu, que asumió a la mujer, Miriam, que gestó al Hijo de Dios-Padre. De aquí que la primera Persona divina en venir a este mundo no fue el Hijo sino el Espíritu Santo.
Por todo esto nos es concedido afirmar que una mujer ha sido también divinizada. Así llegamos a un perfecto equilibrio humano-divino. Lo masculino a través de Jesús y lo femenino a través de Miriam forman parte del misterio de Dios. Ya no podremos hablar de Dios sin hablar del hombre y de la mujer. Ni tampoco podremos hablar del hombre y de la mujer sin hablar de Dios.
Se nos escapa lo que significa, en su última radicalidad, esta imbricación divino-humana, masculino-femenino y las dos divinas Personas. Son misterios que remiten a otros misterios; misterios no como límite de la razón sino como lo ilimitado de la razón, misterios que no dan miedo cual abismos aterradores sino que extasían como las cumbres de las montañas. En el fondo se trata de un único Misterio de comunión y de donación, de ternura y de amor en el cual Dios y los seres humanos estamos indisolublemente envueltos.
Sé que hay feministas que no aceptan este tipo de reflexión y alegan que no necesitan la divinización para ser plenamente mujeres. Yo solo hago esta consideración: “te estoy mostrando una estrella; si no puedes verla, no es por culpa de la estrella sino de tus ojos”. La oferta de sentido sigue siendo válida.
El Espíritu no restringe su presencia solo a lo femenino, comenzando por Miriam de Nazaret, sino que en cierta forma tiene una presencia cósmica. Dice un antiguo dicho: “El Espíritu duerme en la piedra, sueña en la flor, despierta en los animales y siente y sabe que está despierto en el ser humano”.
De esta forma, la historia del mundo y del universo es la historia de la acción creativa y siempre dinámica del Espíritu rumbo a una plenitud siempre ansiada que un día, así lo esperamos, se va a realizar.
Nascido em 1938, doutorou-se em teologia pela Universidade de Munique. Foi professor de teologia sistemática e ecumênica com os Franciscanos em Petrópolis e depois professor de ética, filosofia da religião e de ecologia filosófica na Universidade do Estado do Rio de Janeiro.
Conta-se entre um dos iniciadores da teologia da libertação. É assessor de movimentos populares. Conhecido como professor e conferencista no país e no estrangeiro nas áreas de teologia, filosofia, ética, espiritualidade e ecologia. Em 1985, foi condenado a um ano de silêncio obsequioso pelo ex-Santo Ofício, por suas teses no livro Igreja: carisma e poder (Record).
En una entrevista concedida a la revista “50mila volti”, editada por la Cooperativa OSA, , Operatori Sanitari Associati, el Papa alienta su labor por la ayuda que ofrece a muchas personas “para atravesar su oscuridad, para no sentirse solos”.
El Papa reflexionó sobre algunas palabras clave relacionadas con la salud, la vejez y la enfermedad: ámbitos en los que la Cooperativa OSA, Operatori Sanitari Associati (Agentes Sanitarios Asociados), trabaja desde hace al menos 35 años, dedicándose a la asistencia y el cuidado de pacientes cuyas vidas se relatan a menudo en la revista “50mila volti” (50 mil rostros). Entre las páginas hay una entrevista con Francisco, que indica en la “ternura”, uno de los términos para dar aún más valor a la atención sanitaria. “El camino por el que Dios se ha hecho presente en la vida de todo hombre, sobre todo a través de Jesús”.
Sin embargo, la ternura indica la cercanía no sólo por la competencia, sino sobre todo por la participación en la vida concreta de las personas. Es una cercanía entendida como compartir, proximidad, cuidado y amor. Espero que la gran prueba que hemos vivido en la pandemia nos haya hecho anhelar una nueva cercanía entre nosotros. Una nueva ternura.
El encuentro entre fragilidades
El Papa se detiene en los niños y los ancianos, “principales ciudadanos de las periferias existenciales” de una sociedad centrada en la productividad. “Sus vidas”, dice, “se perciben como inútiles. Creo, en cambio, que el encuentro generacional entre los niños y los ancianos debe ser colmado por una cultura que sepa hacer encontrar e integrar este tipo de fragilidad”. Se trata, explica Francisco, de “una cuestión humana”.
Sólo cuando volvamos a preocuparnos sobre todo por los marginados daremos una señal de cambio real. Cuando trabajemos para que ya no haya un conflicto generacional, sino que encontremos el valor de unir a los jóvenes y a los mayores, a los niños y a los ancianos, sólo entonces experimentaremos una nueva calidad de vida en la sociedad.
Mirar, escuchar y cuidar
La Cooperativa Osa atiende a las personas a domicilio, en la intimidad de su casa, una dimensión de atención afectuosa. Para el Papa, la casa”no es simplemente un lugar, es sobre todo relación” que aporta una nueva fuerza para afrontar la prueba. “Esto no significa”, explica Francisco, “que los centros sanitarios sean inútiles, pero deben convertirse en la extrema ratio en la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento. El Papa elogia el trabajo realizado “porque hace posible experimentar el dolor y la enfermedad en un entorno ciertamente más acogedor, más humano y más capaz de humanizar incluso una parte de la vida que, precisamente por ser difícil, nos hace sentir más solos, más incomprendidos y más vulnerables”. A la luz de su reciente experiencia en el hospital, Francisco sugiere algunas reglas sencillas para los trabajadores de la salud pero que, en esencia, conciernen a quienes viven su servicio y trabajan de manera humana. “Mirar a las personas a los ojos, considerarlas en su sufrimiento sin trivializarlas nunca”, y luego escuchar para que “estas personas puedan confiar a alguien el sufrimiento que padecen, las dificultades que tienen”. Para el Papa, el hogar “no es simplemente un lugar, es sobre todo una relación” que aporta nuevas fuerzas para afrontar la prueba. “Esto no significa”, explica Francisco, “que los centros sanitarios sean inútiles, pero deben convertirse en el último recurso en la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento. El Papa elogia el trabajo realizado “porque hace posible experimentar el dolor y la enfermedad en un entorno ciertamente más acogedor, más humano y más capaz de humanizar incluso una parte de la vida que, precisamente por ser difícil, nos hace sentir más solos, más incomprendidos y más vulnerables”. A la luz de su reciente experiencia en el hospital, Francis sugiere algunas reglas sencillas para los trabajadores de la salud pero que, en esencia, conciernen a quienes viven su servicio y trabajan de manera humana. “Mirar a la gente a los ojos, considerarla en su sufrimiento sin trivializarla nunca”, y luego escuchar para que “esas personas puedan confiar a alguien el sufrimiento que padecen, las dificultades que tienen”. Por último, los cuidados “deben traducirse en una forma de ofrecer ayuda, apoyo y servicios profesionales jamás violenta, jamás previsible y jamás mecánica”.
Todos necesitamos un Cireneo
La última pregunta formulada al Papa se refiere al dolor y a la muerte. Francisco subraya que, incluso sin mencionar a Cristo, es imposible prescindir de él y de su experiencia. Recuerda que a menudo “los discursos, en lugar de servir de ayuda o consuelo, provocan aún más sufrimiento”, es necesario “no huir, permanecer cerca” en los momentos de prueba, “ante el escándalo del dolor inocente, el escándalo del dolor de un niño”. También es necesario evitar la tentación de aislarse porque “cuanto más sufrimos, más sentimos que también necesitamos un cirineo que nos ayude a llevar nuestra cruz”.
Dios siempre encuentra la manera de hacerse presente en nuestras vidas, incluso cuando sentimos que está lejos o nos sentimos abandonados. Esta es nuestra fuerza. Y aunque no lo sepamos, la Pascua ya está actuando en esa oscuridad. Sólo con el tiempo nos damos cuenta de que hay una luz oculta incluso en la oscuridad más profunda. Mientras esperamos a darnos cuenta de ello, sólo podemos seguir ayudándonos mutuamente.
“Gracias por lo que hacen, porque ayudan a muchas personas a atravesar su oscuridad, a no sentirse solos, a no desanimarse y a poder vivir y atravesar lo que nunca podrían vivir o afrontar solos”, concluyó el Papa.
Reflexionando sobre la carta de San Pablo a los Gálatas, la cual aborda en profundidad los conflictos que atravesaban las comunidades cristianas de aquella época, el Papa explicó en su catequesis de hoy, la importancia de “volar alto” hacia lo esencial de las cosas, en busca de la verdad y la libertad que caracteriza a los cristianos. “Dejémonos conducir por esta conciencia: la gracia de Dios transforma nuestra existencia y la hace digna de ser puesta al servicio del Evangelio”, dijo Francisco.
La mañana del miércoles 30 de junio el Papa Francisco celebró la última Audiencia General del mes y su respectiva catequesis centrada en la Carta de San Pablo a los Gálatas en la que se refleja que los cristianos de aquella época se encuentran en conflicto sobre cómo vivir la fe.
En este contexto, el Santo Padre explica que el apóstol empieza a escribir su Carta recordándoles las relaciones pasadas, “el malestar por la distancia y el amor inmutable que tiene por cada uno de ellos” y hace hincapié en que Pablo se preocupa porque la comunidad siga el camino correcto, comportándose como un padre que tiene una intención muy clara: “reafirmar la novedad del Evangelio, que los Gálatas han recibido de su predicación, para construir la verdadera identidad sobre la que fundar la propia existencia”.
San Pablo: verdadero apóstol por la “llamada de Dios”
En este contexto, el Pontífice señala que el apóstol “vuela alto” y a través de esta carta, nos indica también a nosotros cómo comportarnos cuando se crean conflictos dentro de la comunidad eclesial, sin detenerse en la superficialidad de los problemas, sino más bien, profundizando en la raíz de ellos, porque “lo que está en juego es la verdad del Evangelio y la libertad de los cristianos, que es parte integrante del mismo”.
Asimismo, Francisco destaca que en primer lugar, Pablo se siente en el deber de recordar a los Gálatas que es un verdadero apóstol “no por mérito propio”, sino por la llamada de Dios.
“Él mismo cuenta la historia de su vocación y conversión, que coincide con la aparición de Cristo Resucitado durante el viaje hacia Damasco (cfr Hch 9,1-9). «Encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres» (Gal 1,13-14)”
Dejar que nuestras vidas sean transfromadas
Igualmente, el Papa señala que es fundamental dejar que nuestras vidas sean transformadas por la mano de Dios, tal y como argumenta el apóstol en su carta, subrayando, por un lado, que había perseguido ferozmente a la Iglesia, había sido un «blasfemo, un perseguidor y un insolente» (1 Tm 1,13); y por otro, evidenciando la misericordia de Dios con él, que le lleva a vivir una transformación radical, bien conocida por todos:
“Es como si quisiera decir a los gálatas que él podría ser de todo menos apóstol. Había sido educado desde niño para ser un irreprensible observador de la ley mosaica, y las circunstancias le habían llevado a combatir los discípulos de Cristo. Sin embargo, sucedió algo inesperado: Dios, con su gracia, le había revelado a su Hijo muerto y resucitado, para que él se convirtiera en anunciador en medio de los paganos (cfr Gal 1,15-6)”
“¡Los caminos del Señor son inescrutables!”
Es por ello que el Santo Padre destaca el misterio con el que Dios actúa y marca, a través de un encuentro, la existencia de quienes abren sus corazones para Él.
“¡Los caminos del Señor son inescrutables! Lo tocamos con la mano cada día, pero sobre todo si pensamos en los momentos en los que el Señor nos ha llamado!”,afirma Francisco indicando que nunca debemos olvidar el tiempo y la forma en la que Dios ha entrado en nuestra vida:
“Tener fijo en el corazón y en la mente ese encuentro con la gracia, cuando Dios ha cambiado nuestra existencia. Cuántas veces, delante de las grandes obras del Señor, surge de forma espontánea la pregunta: ¿cómo es posible que Dios se sirva de un pecador, de una persona frágil y débil, para realizar su voluntad? Sin embargo, no hay nada casual, porque todo ha sido preparado en el diseño de Dios. Él teje nuestra historia y, si nosotros correspondemos con confianza a su plan de salvación, nos damos cuenta”
La llamada conlleva siempre una misión
El Papa finalizó su alocución puntualizando que la llamada del Creador conlleva siempre una misión a la que estamos destinados; por esto se nos pide que nos preparemos con seriedad, sabiendo que es Dios mismo quien nos envía y nos sostiene con su gracia: “Dejémonos conducir por esta conciencia: su gracia transforma la existencia y la hace digna de ser puesta al servicio del Evangelio”, concluyó.
A continuación compartimos el texto integral de la síntesis del la catequesis del Papa pronunciada en español:
Queridos hermanos y hermanas:
Seguimos nuestras consideraciones sobre la Carta a los Gálatas. San Pablo escribe a los cristianos de Galacia con la preocupación de un padre, consciente de que están en conflicto sobre el modo de vivir la fe. Para ayudarlos, el Apóstol, profundo conocedor del misterio de Cristo, no se queda en la superficie sino que va a lo esencial: les recuerda sus orígenes, cuando recibieron el Evangelio por medio de su predicación y conocieron al Señor, el único da la vida verdadera.
Pablo también les comparte su propio testimonio, recordando la historia de su vocación y de su conversión. Quiere dejar en claro que Dios no lo llamó porque él lo mereciera, sino por pura gratuidad y misericordia. El Apóstol también describe con elocuencia el contraste de su vida, en la que pasó de ser perseguidor de los cristianos a convertirse en discípulo de Jesucristo. Dios lo llamó por medio de su gracia y le reveló a su Hijo, dándole la misión de anunciarlo a todas las gentes.
Al final de la Carta se explicita que el núcleo de la discusión entre los gálatas era la circuncisión, es decir, la principal tradición judía. Pero Pablo ahonda más en la cuestión, porque se da cuenta que lo que verdaderamente está en juego no es un asunto secundario, sino la verdad del Evangelio y la libertad de los cristianos. El Apóstol nos enseña también a nosotros a “volar alto” y nos indica cómo comportarnos cuando surgen problemas en la comunidad eclesial.
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Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que nos ayude a tener presente su paso en nuestra vida y a responder con disponibilidad y confianza a la vocación recibida, sabiendo que es Él mismo quien que nos llama, nos sostiene con su gracia y nos envía a los hermanos. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
El hecho de tener a disposición este espacio de comunicación, crea el agradable placer de sentir que puedo venir aquí a encontrarme con gente. Este ejercicio saludable ha ido mostrándome que no estoy solo. Hay gente por ahí que se identifica con lo que escribo. Sentimos parecido. Tenemos visiones de mundo o historias de vida que nos asemejan.
Creo que esta necesidad de ser parte, formar parte, es tal vez la más fuerte no sólo en mí, sino en la gente en general. Necesitamos pertenecer. Hay todo un movimiento contrario a esta necesidad esencial del ser humano. Movimientos contra la comunidad, contra el compartir, contra el entendimiento, contra la comunicación, contra la ciencia, contra la convivencia.
Tenemos que aprender a coexistir con lo contrario, con quien se nos opone. En otros tiempos ese tipo de gente tenía tal vez un poco de vergüenza, alguna conciencia por poca que fuera, de su bajeza moral, de su escaso desarrollo humano. Hoy al contrario, han ganado aires de no sé qué, y proclaman su aversión a todo lo que es humano, como si no pertenecieran a nuestra especie.
En algún sentido tienen razón. Ser humano da trabajo. Es un trabajo consistente, arduo, continuo. Comprende educación, arte, ciencia, cultura, música, lectura, poesía, baile. Si no nos damos este trabajo, vencerá nuestra peor parte. Es una cuestión de elección. No estoy hablando de cosas abstractas. Es lo que veo y pude ir viendo a lo largo de mi vida, hasta los días actuales.
Si en otros tiempos, la educación era una puerta indiscutible para la construcción humana ciudadana, esta puerta parece haberse disuelto bajo un montón de influencias que confunden y engañan. Las “fake news”, la mentira, la difamación, echan por tierra aquello que deberíamos defender como el bien común más precioso. La reputación de una persona.
La confianza en un ideal de vida aceptable y justo. Todo se desvanece en una especie de gelatina que el tango argentino “Cambalache” retrata tan bien. No me canso de repetir lo mismo una y otra vez. No hay tiempo que perder. La vida se va yendo y de pronto se acaba. Tal vez una de las más memorables herencias que yo haya recibido de mis padres, haya sido esa noción de vivir integradamente.
Actuar según valores superiores, que independen de dinero o clase social, status. Hoy puedo decir que no deja de alarmarme cómo la humanidad o buena parte de ella, deslizó hacia estados de subhumanidad en buena medida por el consumismo, el individualismo, la pereza mental que lleva a no estudiar, no investigar, no buscar la realidad. No queiro terminar sin una nota de esperanza.
El Encuentro de Movimientos Populares con el Vaticano, realizado en octubre, y otro evento también virtual, llamado “Economía de Francisco”, involucrando economistas jóvenes de todo el mundo, enfatizan la importancia del sector informal de la economía. La necesidad de substituir el capitalismo por un sistema centrado en la persona, la comunidad y la naturaleza,
Doutor em sociologia (USP). Terapeuta Comunitário. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora, 2001. Publicado em espanhol pela Editora Homo Sapiens. Buenos Aires, 2005), Mosaico (João Pessoa: Editora da UFPB, 2003), Resurrección, (2009). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/