Antes de que se puedan imponer las programaciones habituales. Este espacio inaugural, este mero estar por un tiempo simplemente conmigo mismo, me lleva de nuevo a un punto original. Menos juicios. Menos mandatos. Nada de malo con los juicios ni con los mandatos. Unos y otros tienen su momento.
Pero es bueno tener al menos un tiempo para uno mismo, una misma. Tiempo que se repetirá a lo largo del día y de los días siguientes, si es que tenemos una atención concentrada y alerta. Una disposición a actuar según nuestra naturaleza más profunda. Esto del lenguaje inclusivo o incluyente es importante.
Las mujeres suelen tener bien menos tiempo que los hombres, para sí mismas. No consigo reflexionar en abstracto. Lo que quiero compartir ahora, es algo bien sencillo. Prestar atención a lo que sucede. Estar presente. Estar en medio de las personas sin que esto signifique una claudicación o una abdicación. Más bien al contrario.
Que el estar juntos y juntas signifique un potenciar lo que nos es naturalmente bueno y querido, para una vida plena y feliz. Fluir en medio de las circunstancias, sin que el peso de las normas o la costumbre, o lo que sea, nos desfiguren.
Ser capaces de amar, con todo lo que esto significa. Abrir el corazón de tal forma que podamos darle la mano a quien lo necesita, y en este acto y por este acto, florecer. Ser más.
En los días actuales, la velocidad de los cambios y la predominancia de la vida virtual o los contactos a distancia o impersonales, desdibujan en alguna medida las características del existir. En varios de mis escritos he compartido aquí algo sobre esto. Lo que podría amenazar la vida, es también un desafío para descifrarla y vivirla más en plenitud.
Los sentidos son forzados a funcionar de maneras distintas a como era antiguamente. Pero en esta vorágine hay oasis de calma. Escuchar con atención, escucharnos y leernos en lo colectivo, es primordial. No perder de vista nuestra historia de vida. Saber quién somos, qué queremos, cuáles son nuestros valores fundamentales.
Ninguna tecnología podrá robarnos lo que es la existencia real. Una mirada, un abrazo, un toque de manos, una emoción profunda. Ayer estuve en la sede del sindicato docente al que pertenezco, y del cual fui parte de su dirección en dos oportunidades. La memoria de lo que fueron mis tiempos de docente en la UFPB tuvo el efecto de un tónico.
Un despertar. ¡Cuántas luchas en esos espacios! ¡Cuánto de mí debo a esas jornadas colectivas de convivencia no siempre tranquila! La lucha moviliza. El abrirnos a las demás personas nos da una fuerza invencible. El recuerdo de que soy un luchador, me acerca a quienes están en esa misma condición.
Me asemejo a toda una humanidad que por todas partes se esfuerza por tener un lugar bajo el sol. La vida sigue siendo un transcurso efímero. ¡Que este transitar nos encuentre plenos y plenas de aquella energía que brota de los valores superiores! ¡Que cada pequeño acto esté impregnado del placer y la alegría que mueven montañas!
Foto: Aconcagua (Mendoza, Argentina)
Doutor em sociologia (Universidade de São Paulo). Mestre em sociologia (IUPERJ-Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro). Licenciado em sociologia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina). Professor aposentado da UFPB. Terapeuta Comunitário Formador. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/