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Tiempo libre

La vida tiene sentido en cualquier circunstancia. La afirmación es de Viktor Frankl, creador de la logoterapia.
Hay una presión enorme en el sentido de confundirnos para que no sepamos para qué vivimos, que nos olvidemos de quién somos, que no sepamos que tenemos derecho a existir.
El derecho de existir es independiente de cualquier característica personal que tengamos. No es porque una persona sea vieja, que deba ser descartada.
O porque está enferma, deba ser abandonada. O porque sea pobre, o negra, o de una opción o identidad sexual diversa, excluida o agredida.
Cuando digo que la vida siempre tiene sentido, es porque me doy cuenta de que esto debe ser afirmado concretamente, diariamente.
El hecho de que vivamos en una sociedad pautada por el endiosamiento del dinero y la propiedad, el poder y el prestigio, no debe enceguecernos al punto de que no sepamos quién somos, qué queremos, adónde vamos.
No debemos perder de vista el valor de la vida. El hecho de que alguien no esté generando lucro, o dando rendimientos al mercado, o siendo significativo para las empresas o para el estado o para alguna institución, no hace que esa persona no tenga derecho a existir.
El tiempo libre es justamente aquél que podemos dedicar a nosotros/as mismos/as, al mero disfrute de la vida, independientemente de cualquier aplicación “útil”.
La vida es siempre valiosa. Sutilmente o descaradamente, se trata de naturalizar lo contrario.
Cabe defender conciente y activamente el derecho de existir cada persona tal como es. Nada está por encima de la vida: ni la religión, ni el estado, ni el comercio, ni los prejuicios, ni la ignorancia, ni la confusión generalizada que parece ser la marca registrada de estos tiempos en que tanta gente no sabe distinguir lo que es de lo que le quieren hacer creer que es.
Como artista, defiendo y defenderé siempre el derecho a la fantasía y a la imaginación, lo cual no significa de ninguna manera que esté confundiendo lo real con lo que me tratan de imponer.
Más vale al contrario, mi asiento en la realidad es de tal naturaleza que me permite reivindicar plenamente y totalmente, incuestionablemente, la libertad del tiempo como pre-requisito indispensable para el vivir.
Como sociólogo no puedo menos que expresar mi perplejidad frente a una situación en que la vida humana es fragilizada más allá de lo aceptable.
La indiferencia ética nunca fue mi bandera. Cuando se condena a muerte (hambre, miseria, desempleo, exclusión) a millares de personas en nombre de alegadas razones económicas, es el sistema el que se condena.
Que haya personas que son asesinadas simplemente por estar durmiendo en la calle, por no tener una casa, es algo que mi conciencia no acepta ni aceptará nunca. Esto debe ser enfrentado con las armas de la educación.
El precio de la vida es comprometernos como humanidad, cotidianamente, para crear y mantener vínculos sociales saludables que tengan como centro el cuidado con el ser humano.