Procesando

Hay veces que uno cree que podría llegar a querer escribir algo. No sabes muy bien qué. Pero en el fondo, siempre sabes.

Algo viene, algo se presenta, cuando uno llega a esta especie de frontera. A este lugar virtual. Esta rendija, esta brecha, como dirían Borges, Cortázar y Lovecraft. Y ya que estás aquí, ya que aquí estamos, allá vamos. Decir tantas cosas.

Dejar que la palabra venga a decirnos cosas. Y esta mañana en el parque, viendo los paisajes que se presentan cuando uno va subiendo por la avenida de las palmeras. Retazos del rosedal, en medio de los álamos añosos.

Y los pergolados del rosedal, eternos, inmemoriales, con sus glisinas y veredas calcinadas por el tiempo. Pensé cómo quien construyó el parque, creó una especie de mandala gigantesca. Un mosaico que se va armando a medida que caminas. Llegando al club y dando la vuelta.

Los prados. Playas serranas. La Boulogne Sur Mer. El asilo de ancianos. Las calles de la 5a sección que lindan con el parque. E ir bajando. Dejándose bajar, como un río. Procesar las heridas que el tiempo dejó en tu niño interno.

Un niño que no tuvo mucho tiempo de sus padres, siempre atareados con cosas importantes, más importantes que los niños. Y ahora, ya en la frontera de tus ya muchos años, ver que no eres mejor ni peor que ellos, tus padres. Eres apenas distinto. Valorizas el amor, el afecto, el abrazo.

Lo que te faltó, esto valorizas. Entonces recuerdas las rosas, con sus colores tenues. Rosado, salmón, amarillo, como cuando con ella andas por ahí y se admiran, juntos, de tanta belleza del rosedal.

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