El valor del conocimiento

El conocimiento que no sirve para liberar, no sirve. Yo sé por qué y para qué estudié sociología. Quería sociabilizarme. Hoy han pasado tantos años desde aquellos días iniciales, y sin embargo mi objetivo, el sentido de esta acción basada en el conocimiento, sigue siendo el mismo.

Es cierto que había un contexto de cambio social. Una expectativa de revolución en la Argentina. Liberación significaba desalienación, toma de conciencia, inclusión social. Sigo pensando lo mismo.

Hoy como ayer sigo creyendo que la sociología solamente se atiene a los fines para los cuales fue creada, cuando y si colabora para que las personas se liberen. Sepan quién son, cuál es su valor, el sentido de su vida. Nunca entendí la sociología como un ejercicio meramente especulativo, intelectual, teórico.

Al contrario, para mí significaba y continúa significando, una inmersión en la práctica de modo a cambiarla. De manera que cada vez seamos más felices, más plenamente auténticos o auténticas. Más integrados o integradas en una aspiración humana de desarrollo total de todas nuestras potencialidades y dimensiones.

En mi trabajo docente siempre estimulé a que mis alumnas y alunos, y yo mismo, cooperásemos en una elevación de nuestra calidad de vida. Hubo quienes, acostumbrados a un ejercicio pasivo de la permanencia en sala de clase, se quejaran de que eso no era clase. Querían que yo les dijera qué deberían investigar.

Lo que sé es que mi paso por las universidades no se disoció de mi sentido original. Lejos de los modismos de esta o aquela tendencia o militancia, nunca milité en nada. Me limité y sigo limitándome a ser cada vez más una persona más libre, porque más dueño de mí, menos esclavo de las determinaciones externas.

Esto lo tuve en claro desde el comienzo. Sólo el trabajo en común libera. El sentimiento une, crea comunidad. Si no vamos en esa dirección, en la dirección del amor, que es lo permanente y da sentido a la vida, todo será vano. Estas palabras tienen un sentido y una oportunidad. La vida es muy breve. No importa cuántos años vivamos, un día nos vamos.

Estos años en Brasil, desde el golpe de estado de 2016, han sido de un retroceso brutal en lo que se refiere a las condiciones de vida de las personas. Retirada de derechos, hambre, mentiras, calumina, persecución política, abuso de poder. Todo esto puede ser revertido, si las personas despiertan.

Educar es ver, es sentir, es ser responsable. Volvamos a ese camino. No puede ser que la ignorancia y la brutalidad sigan imperando. El trabajo debe volver a ser el eje de la vida social. No el parasitismo, no la burla descarada al sufrimiento humano.

El estado y las instituciones deben estar al servicio de quienes trabajan, así como de las jubiladas y jubilados, y no al contrario. ¡Vamos a poner las cosas en su lugar! No existe disociación entre pasado y presente. Es imposible negar la historia, negar la ciencia, la filosofia, la cultura.

La vida es un camino ascendente, no descendente. Quien ama la tristeza es el diablo. ¡Vamos a ser felices! No importa qué tiempo de vida tengamos. Un día, un año, el tiempo que sea. ¡Que sea pleno! Piense, elija, decida, reflexione.

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