Otra noche cayendo
como un piadoso
manto sobre la urbe
atroz y silenciosa
bocinas de a ratos
el lejano ladrido
de un perro que marcan
el ritmo de las horas
pesadas y oscuras
igual a esos sueños
de cuyo laberinto
nunca logramos salir
y la lluvia que barre
a desgano la basura
de las calles y acaso
sea la misma lluvia
interminable del día
gris que me encuentre
lejos ya de mi sombra
como aquel maestro
chino en su barca
por el vino vencido
y un quebrado cristal
de luna en el agua