Eternidad

No moriría. Cuando se dio cuenta de esto, le vino una enorme tranquilidad. No había qué temer. La muerte, que dejara durante años una sombra en su vida, no existía. Simplemente había sólo vida, todo vida, solamente vida. La muerte era una idea que se había disuelto para siempre, había dejado de existir. Miraba las nubes en el cielo, veía el sol iluminando el mundo esa mañana, y se daba cuenta de que eso sería para siempre. Siempre había habido vida, mundo, gente, y seguiría habiendo. Plantas, montañas, ríos. Lagos, mar, animales, todo lo que existe, era desde siempre y para siempre.

Y yo soy parte de esta eternidad, se dio cuenta. ¿Te das cuenta? Me doy, cuenta, sí, sí, como no. Más vale. En retrospectiva, pasaron momentos difíciles de su vida, todos ellos pasaron, dejaron huellas, que se fueron diluyendo o transformando en otras cosas, recuerdos más o menos así o asá. Y esas ondulaciones del agua que llega hasta la orilla. Y los insectos que se posan en el agua y andan por ella sin hundirse, a toda velocidad, en todas direcciones. Y los vientos de la montaña, helados. Y el Zonda, caliente.

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