¿Por qué luchar?

20160331_172042En las manifestaciones del día 31 de marzo pasado, había mucha alegría.

Yo no sé si venceremos. No sé si conseguiremos bloquear el intento de destitución ilegítima de la presidenta Dilma Rousseff, orquestado por un legislativo corrupto, una prensa venal al servicio de la manipulación y la explotación, y un poder judicial realmente acobardado, o, peor, envalentonado. Todavía no sé bien.

Se agrega a esto, una masa desinformada, que piensa lo que le ordenan pensar. Fascismo, racismo, discriminación contra los pobres y los indios. Machismo. La escoria de la sociedad levantada contra la inclusión social, contra la distribución de renta, contra la universalización de la cultura, la educación y la ciudadanía.

El Brasil de la esclavitud levantado contra la población que empezó a respirar, empezó a ser gente, a tener lugar de gente, en los gobieros nacionales del PT. Yo no sé si vamos a vencer o no, si será la reacción y la oligarquía, la plutocracia, la mediocracia, que irán a ganar el juego. La pulseada está dura.

Lo que sí sé, sin la menor sombra de duda, es que no se puede uno quedar quieto frente a esta situación. O nos sumamos a quienes, desde abajo, desde la base de la sociedad, siguen reclamando para que se respeten la Constitución y las leyes, los derechos sociales y la continuidad democrática, o entonces sí, habremos perdido, por omisión, por complicidad, por apatía.

Habremos perdido un lugar frente a nosotros mismos, a nuestra propia conciencia. En la vida, no siempre jugamos a ganador. Yo sé que en los años 1966-1973, no siempre fuimos a las calles con la expectativa de ganar, en Argentina. Eran las dictaduras que mataban estudiantes y obreros. Torturaban y hacían desaparecer personas.

No sé si teníamos la expectativa de ganar. Lo que sí sé, es lo mismo que sé ahora, tantos años después, ya en Brasil. No me puedo quedar en casa, de brazos cruzados, mientras el golpe avanza. Esto sí que no puede ser. Por eso me alegra que la gente salga a la calle, defendiendo un proyecto popular de país.

Esto me sana. La decencia sana. Lo que es noble, ennoblece. Estimula saberse parte de un pueblo en movimiento. La esperanza sana. Salimos de un cierto conformismo individualista, y nos sabemos más grandes. Respiramos mejor. La alegría sana. Esta alegría sana.

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