Un mundo de amor

He pasado buena parte de mi vida resistiendo a intentos de invasión. Presiones para que me comporte de una o de otra manera. Esto le pasa a mucha gente. No sé si a todo el mundo. Es muy grande esta expresión. Lo que quiero decir y digo ya nomás, es lo siguiente: que estas presiones continúan, y mi resistencia también.

Lo que hoy me doy cuenta es que si bien esta lucha es contínua, ahora tengo un poco más de claridad sobre qué es lo que está en juego. Es mi identidad. Mi vida propiamente dicha. Mirando retrospectivamente veo que así fue ya también en mis primeros tiempos. Me sentía al mismo tiempo un sapo de otro pozo y alguien original.

Para tratar de formar parte de algún grupo, ser aceptado o aceptada, siempre hay que hacer concesiones. Por ejemplo esto del lenguaje inclusivo. Otras concesiones implican en pérdida de libertad. Algo se gana y algo se pierde, siempre. Me doy cuenta de que en este juego de la vida en sociedad, más bien me fui quedando bastante solo.

Amistades esporádicas. Algunas pocas que han sobrevivido a todos los cambios. Vínculos fuertes y sustentables en la familia. Aquí es donde creo que he conseguido superar aquello que muchas veces amenazó con dejarme sin apoyo. La familia creció. Se hizo comunidad. Pertenecimiento. Vecindario.

Fui rehaciendo paciente y laboriosamente, los hilos que me componen y me conectan con todo a mi alrededor. Recupero la confianza que tantas veces fue golpeada duramente. Es un trabajo cotidiano. Mi atención vuelve a ser cada vez más plena. De pronto veo y me veo entre la gente, como si siempre hubiera sido así. Sin miedo.

Aunque sé que exteriormente soy ya una pesona de edad, adentro mío no tengo edad. No pasó el tiempo. Sigo siendo mas o menos el mismo pibe que andaba por el mundo con confianza y alegría. Sé que hay gente que no vale nada.

Pero esto no me hace andar armado contra la mayoría, que son decentes y luchan como yo por hacerse un lugar en el mundo. Encuentro por ahí mas bien el amor, que no se rinde ni podría hacerlo. La gentileza, la buena voluntad, el deseo de ayudar. Entonces sé que mis sueños juveniles siguen vivos. Un mundo de amor.

Este fue mi sueño de adolescente. Los Beatles, un símbolo. Arcoiris. Sui Generis. Al llegar a Brasil, otras canciones y lo mismo. La misma fe, la misma confianza, la misma solidaridad. Chico Buarque. Renato Teixeira.

Algo tenebroso se extiende también por ahí. Nos toca brillar. Ser luz. Saber que como ayer y como siempre, ese amor infinito nos envuelve y nos protege, nos guía y nos sostiene. ¡Buen día!

Deixe uma resposta