La voz de la gente y la sordera gubernamental en la Argentina

No hay peor sordo que el que no quiere oír. En este caso, es una sorda. Y la sorda no es solamente la presidenta de la Argentina, que se siente autorizada a ignorar las manifestaciones contrarias a su eternización en el poder. Sorda es también la casta dominante, sordo es el poder. Pero además del poder y del privilegio, hay un país.

Además de las organizaciones que disputan el poder en los ámbitos partidario, gremial, de los medios de comunicación, etc, está la gente, están las personas, están las organizaciones de base, cuya razón de existir no es el poder, sino la vida.

Me siento totalmente reivindicado por las actuales manifestaciones em Argentina, que se organizan en buena medida a partir de las redes sociales. Esto es muy saludable, que la gente no dependa de aparatos burocráticos para movilizarse, para decir que no, para intentar terminar con el totalitarismo antidemocrático que impera en la Argentina.

No soy profeta, al menos no en otra medida en la que cada persona puede serlo. Y no solo no me gusta, sino que tampoco me siento apto para practicar la futurología.

Opino solamente desde mi condición de ciudadano, desde mi lugar de ser humano, y creo que esto es lo que mucha gente en la Argentina está haciendo. No creo que alguien deba ser afiliado a alguna organización, partido, iglesia o lo que sea, para poder manifestarse acerca de lo que quiere y de lo que no quiere para sí mismo y para su país, para su familia y para la comunidad de la que forma parte.

Algunos medios de comunciación han informado sobre episodios negativos en estas manifestaciones. No dudo de que puedan haber ocurrido. Cabe preguntarse si no son hechos protagonizados por adictos al gobierno, para intentar descalificar la protesta.

Pero más allá de minucias, hay que saludar el gran hecho positivo: la gente en la Argentina le ha perdido el miedo al gobierno, a las amenazas de la presidenta que, si tuviera un poco de respeto por la condición que le ha sido otorgada por esa poblacioón a la que desprecia cuando se manifesta contraria a sus ambiciones personales y de su camarilla, podría al menos tener algo de humildad y escuchar.

Escuchar no parece ser una de las capacidades de la señora Kirchner. Pero puede y debe ser una condición y una práctica de cada uno de nosotros, de cada ciudadano, de cada ser humano.

Sin escuchar, nos desconectamos, nos vamos hacia dentro en el mal sentido, en el sentido de la negación de la realidad. Y podemos llegar a ese autismo exacerbado que parece ser la marca registrada de quien hoy es la primera dama de la Argentina. Creo que de estas movilizaciones hay que sacar una lección muy positiva.

Además de la pérdida del miedo y de la auto-convocatoria y auto-organización, estas expresiones de sentimentos son una señal muy positiva en lo que respecta al estado moral de una población que ha venido siendo sometida a todo tipo de violencias desde el poder, desde hace muchos años.

Le mienten a la gente con los índices de inflación, manipulan la cuestión de los derechos humanos, como si el gobierno no hubiera hecho otra cosa que su deber, al enjuiciar a los genocidas. Como si la condena de los crímenes de la dictadura cívico-militar que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983 no fuera resultado de las constantes manifestaciones populares y de la actuación de grupos de defensa de los derechos humanos a lo largo de años.

El gobierno se apropia de las conquistas populares y las invierte, las usa en contra de la gente, para perpetuarse y callar a las oposiciones. La gente ha dicho basta, y hay que esperar que este límite impuesto desde la calle, desde la indignación, pueda llegar finalmente a los oídos de la casta gobernante.

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