Hora de contar alguna historia. Relatar alguno de los pasos que me trajo hasta aquí. Hablo en primera persona por el simple hecho de que me gusta asumir mi propia voz.
Ya adopté otras formas de comunicarme por escrito, en otros tiempos, cuando yo era el portavoz de un movimiento estudiantil en Mendoza, Argentina, el lugar de donde vengo. También fui dirigente sindical en João Pessoa, Paraíba, Brasil, donde vivo hoy. La voz colectiva tiene algunos tonos y alcances que tuve que adoptar debido al lugar que ocupaba. Hoy me toca hablar personalmente, cosa que nunca dejé de ejercer mientras fui profesor. Educar es para mí siempre un ejercicio de primera voz. Que aparezca la persona olvidada.
El tiempo me fue dando la razón. Hoy participo de un movimiento que es entrelazamiento, costura de tiempos y movimientos. Creo que en más de un sentido, todo movimiento lo es. Cosemos historias y somos cosidos, configurados o configuradas por ellas. La voz femenina aparece hoy creo que con más autonomía que en otras épocas, y esto es positivo. Y aquí ya va apareciendo un puente que creo que puedo o talvez deba seguir. El ser con. Ser con una mujer. Madre, esposa, hija, abuela, amiga. Estos tiempos son hoy para mí un solo tiempo. Probablemente esta constante se deba a mi propia naturaleza sensible y artística. Recuperar o reforzar, reinventar este lado naciente, creativo, es como estar haciendo que el fuego arda.
La cultura dominante quiere hombres sin sentimientos, pero no los hay. Sentimos. Sufrimos. Amamos. Lloramos, sí, como no, y mucho. Al día de hoy, se respiran nuevos aires en Brasil y en el mundo. La revolución que se procesa en Brasil irradia hacia países vecinos. Mostrar la cara. Decir quiénes somos, de dónde venimos, qué queremos, y qué no queremos de ningún modo. Lo que yo quiero es ser cada vez más entero, más yo mismo. Acercarme al mar tan próximo. Sentir la vida pulsar. El sol brillar. La lluvia caer cantando como lo hace en este momento. Contar la vida es guardarla. Con mis alumnos y alumnas jugábamos a contar nuestra vida.
Recuerdo como si fuera ahora, las clases itinerantes, las sesiones de cine, el libro colectivo, los recursos con los cuales nuestros encuentros semanales se hacían eternos. Hoy busco en esa memoria, en las memorias de mi tránsito por el mundo, la fuerza creativa. El impulso que me sigue llamando a vivir. A ocupar mi lugar en el mundo, a la edad que tengo y con las fuerzas de que dispongo. Volver al arte, seguir en esa sintonía con lo bello y cotidiano, la maravilla de estar vivo y naciendo a cada instante. Jugar con colores y letras sigue siendo mi predilección. ¿Cuál es la tuya? ¿Qué hacés para mantenerte vivo o viva? ¡Contanos tu historia! Así la voz colectiva, la voz comunitaria, se hace más potente.