Es necesario recordar. La memoria es la fuente de nuestra salud. Saber qué es lo que sucedió, por qué sucedió. La dictadura de Videla dejó un saldo de 30.000 personas desaparecidas. En los días de hoy, se siguen usando las mismas herramientas utilizadas por la dictadura.
Jaime Barrera Oro nació el 21 de diciembre de 1949. Estudió Medicina en Córdoba y al momento de su desaparición tenía 26 años, era viudo, médico y papá de un pequeño de un año. El 12 de octubre de 1976, cuando salían de una clínica de Palermo con su novia, Velia Lemel, quien también era médica, fueron secuestrados.
Tiempo después la joven recuperó su libertad pero de Jaime nunca se tuvieron noticias. Al día siguiente un capitán de Infantería, se presentó en la casa de la hermana de Jaime, donde se encontraba su madre, Margarita, y buscaron su portafolio que contenía instrumental médico.
Esta persona, a su vez, señaló que Jaime y su novia volverían ese mismo día. Lo cual en el caso de Jaime Barrera Oro, nunca ocurrió. Su madre recorrió cárceles, psiquiátricos y todo lugar donde pensaba que podía obtener datos para encontrarlo.
Por un sobrino que también fue secuestrado, y la madre de un detenido que lo vio, supo que Jaime fue torturado. Ambos coincidieron en que estaba en muy malas condiciones a raíz de los tormentos recibidos. Además pudo averiguar que estuvo en Ezeiza y en el Correccional de La Plata.
Después de muchos años también se conoció que lo mantuvieron secuestrado en el Centro Clandestino de Detención El Vesubio, en La Tablada. Sacha, el hijo de Jaime, fue criado por su abuela Margarita, porque era huérfano de madre. Margarita Guerrero de Barrera Oro falleció en Mendoza a los 93 años.
Fue una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y luchó más de 40 años por encontrar a su hijo. Sacha Barrera Oro fue el único hijo que tuvo Jaime y cuenta que cuando tenía tres años y medio viajaban con su abuela Margarita a Buenos Aires para recorrer todos los lugares donde ella pensaba que podía obtener información sobre Jaime.
Ese viaje lo repitieron cada tres meses durante años. También recuerda con mucho amor la crianza ejemplar que le dieron sus abuelos, que siempre lo rodearon de un inmenso cariño sin faltar a la verdad, ya que él siempre supo lo ocurrido a su padre.
Fuente: MEDH-Mendoza