¿Qué queda?

¿Habré aprendido a amar? ¿Tendrá respuesta esta pregunta?

Pongo algunas letras en la hoja para ir haciendo pie. Escribir es como cantar, como gritar, como respirar, como amar. Ayer dejé salir algunos sentimientos que llevaba adentro mío.

Hoy me siento más liviano. Desocupado. Hay más lugar. No consiguieron matar en mí la fe, la alegría, la confianza en la construcción colectiva de un mundo mejor. Al contrario, esto está cada vez más claro y más fuerte en mí.

Esta es la reconstrucción simbólica de que soy capaz. Vuelvo a ser yo mismo, tantos años depués. Es como si me hubiera sacado de encima un peso enorme.

Yo puedo. Yo puedo ser feliz. Yo puedo hacer lo que quiera. Yo ocupo mi lugar en este mundo. Yo ocupo un lugar en una comunidad. Estas no son declaraciones vacías, sino evidencias. Es fundamental saberlo.

Hay algo que no muere. Hay algo que no puede ser destruído por la estructura del poder y la dominación. Hay un espacio que es inviolable.

Hasta el enemigo reconoce un límite que no puede traspasar. Siento como si hubiera nacido de nuevo.

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