Escribiendo hago mi lugar

Escribiendo hago mi lugar. Esto lo he dicho ya varias veces, con distintos sentidos. Siguen apareciendo nuevas significaciones. Un lugar es donde se puede vivir. Yo voy a la farmacia y veo gente. Algunas personas me llaman la atención. La mirada de una funcionaria nueva. El tono de su voz, acogedor. Algunos funcionarios más antiguos.

Una familiaridad se ha ido construyendo a partir de la observación, la vivencia y el registro de lo vivido. Los recuerdos me traen de vuelta momentos anteriores en que estuve en este lugar. Así me siento bien. Una farmacia son otras farmacias. Son todas las farmacias. Los lugares dejan de ser extraños y externos y se transforman en internos y propios.

Así las vivencias van siendo compactadas en un vivir concentrado, focalizado y fuerte. Intenso. Varios lugares del barrio han adquirido este sentido de familiaridad. La panadería. La verdulería. La farmacia de la otra esquina, en frente del gimnasio. El área peatonal que está en frente al busto de Tamandaré.

Este relato junta incontables relatos anteriores. Lo que ahora cuento de esta jornada por la farmacia junta incontables otras caminatas por distintas ciudades y barrios. Es impresionante el trabajo de la memoria y la atención. Recuerdo el barrio de Belgrano, en Buenos Aires. El lago del Parque San Martín, en Mendoza.

Bien dice el artista que el arte existe porque la vida no basta. Ferreira Goulart. Si yo no hubiera emprendido esta tarea de ir recogiendo mi vida en escritos de distinto tipo, es posible que mi vida no hubiera alcanzado el estado de consistencia y plenitud en que me encuentro. Creo que fue fundamental para mi salud haber dejado el ámbito académico.

La ciencia que se practicaba predominantemente allí era bastante diversa y opuesta a mi modo de ser, de ver el mundo y de vivir. Creo que es una ciencia separada de la vida. Al contrario, el arte junta, cada vez más reúne, congrega, agrega. La vida es una. Yo soy uno, aunque esta unidad sea una unidad de lo diverso.

Traer la persona de vuelta es parte de un esfuerzo desalienante caracteriza la sobrevivencia en la sociedad capitalista. Sólo se vive una vez. Estas anotaciones que ahora dejo en la hoja tratan de recuperar algunas lucecitas que vienen apareciendo en mi vivir.

Cuando hablo de arte me refiero no sólo a la actividad artística en sus varias modalidades, sino también y sobre todo al vivir en comunidad. El reconocerse en colectivos en movimiento. Esto es lo que más libera. Se dejan prisiones conceptuales y perceptivas, fijaciones, prejuicios, estereotipos.

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