Ahora

ADOQUINES¿Qué hacer cuando no hay nada que hacer?

Escribir, pintar. Escuchar el mundo e ir trayéndolo en colores y palabras. Esta mañana fuí a hacer unas compras por el barrio, y me vino una sensación de familiaridad.

Un cuento de Julio Cortázar estaba como que esperándome. “Manual de instrucciones,” en Historias de Cronopios y de Famas. No era la calle pensada, la réplica archivada en la memoria.

Era un lugar que de tanto haberlo visto en distintas ocasiones, es ya un poco, o bastante, mío. Las santas-ritas de la vereda de enfrente, asomando por sobre el tapial.

Las veredas intransitables en muchos trechos, con autos estacionados cortándote el passo, recuerdan la indiferencia de autoridades y peatones cuanto al derecho de caminar por la vereda.

Mucha gente se inflama contra la corrupción y los actos de gobierno, y es completamente indiferente en cuanto a lo que la agrede directamente.

La nueva farmacia en la esquina en frente de la panadería. El camino hacia el minimercadito del barrio, que me recuerda tantas otras caminatas, en otros barrios, también familiares.

De pronto el pasado es ya más presente. Uno va viviendo cada vez más en un espacio hecho por uno mismo, a fuerza de vivencia y experiencia. Es como si el presente fuera brotando de a poco o de a mucho, de un suelo consolidado por el tanto vivir.

De repente uno puede aflojar las expectativas, el querer llegar tan rápido a no sé donde, el querer hacer tantas cosas perfectamente. Puede ser ésto, puede ser aquí. Puede ser ahora, esta hora fugaz eterna.

Deixe uma resposta