Vengo a la hoja como un acto de amor

Vengo a la hoja como un acto de amor. Es un mimo, un cariño que me doy a mí mismo. Cuando estoy aquí, está todo bien. Aquí está todo siempre bien. Aún aquellas cosas que no me gustan o me molestan, aquí disminuyen de tamaño o desaparecen. Recupero una sensación de unidad.

No escribo tanto para provocar un impacto en otras personas sino más bien para salir de algún letargo. Una cierta sensación de irrealidad se desvanece. No pierdo pie en mí mismo si estoy en mi lugar. Aquí está toda mi historia. Mis afectos. Mis sueños. La fe que me sostiene. El aprendizaje contínuo en que me empeño.

Voy descubriendo nuevas maneras de ser y estar en el mundo. El modo poético, en el que cada vez más me reconozco. Allí se reúnen los opuestos. Se desvanecen las presiones. La realidad se muestra en su diversidad maravillosa. Descubro que necesito muy poco. Más bien en mi vida casi siempre fue así.

Lo esencial, sin embargo, estuvo y está siempre conmigo. Por eso es que estoy aquí. No escribo como alguien pueda pensar que yo debería escribir. Escribo como quiero, como me gusta. Si cediera este espacio a algo que no fuera lo que me anima y me mueve desde adentro, creo que habría perdido todo.

Escucho, sin embargo, lo que las personas dicen sobre mis escritos. Es parte del arte. Abrir espacios. Dejar que entre el aire. De lo contrario, sería una prisión. En este movimiento, me voy liberando de falsas nociones de mí mismo. Me establezco en lo eterno a mi alcance. Una hoja y un lápiz y ya está.

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