“No son las preguntas, son las respuestas,” por Humberto Tumini

Cristina Fernández de Kirchner hizo un papelón el jueves a la noche, en la Universidad de Harvard. Más tarde, tratando de tapar el cielo con las manos, los voceros habituales del Gobierno salieron a ver como componían la cosa, argumentando que lo sucedido se debía a que uno de los estudiantes que preguntó era del PRO. Como si eso fuera un problema tan severo para la primer mandataria. Se supone que lo lógico cuando debe responder a preguntas en conferencias de prensa, o de lo que fuere, es que entre quienes la interrogan haya tanto oficialistas como opositores. No tiene nada de malo que así sea, y mucho de bueno. Salvo que se pretenda que aquella sólo debe hablar para lucirse ante sus seguidores y adherentes.

En realidad el problema de la Presidenta cuando es abordada por personas -periodistas, estudiantes, ciudadanos- que desean saber cuestiones referidas a ella y a su acción de gobierno, es que las más de las veces no tiene respuestas mínimamente razonables para dar. Ni siquiera son determinantes en sus apuros otros rasgos de su personalidad, como la soberbia intelectual, su pedantería o su tendencia a enojarse rápidamente cuando algo no le gusta. Todo ello existe, como es fácil de observar en su vida pública de años; pero el problema mas serio que afronta en los últimos tiempos es la falta de respuestas para cuestiones muy difíciles de eludir o de meter bajo de la alfombra.

Seguramente se le debe hacer muy complejo explicar con un mínimo de credibilidad para quienes la escuchan -y no son fervientes kirchneristas que todo justifican- los números del INDEC, esos que que dicen que con 6 pesos por día se puede comer en nuestro país; como también que el cepo al dólar para ahorristas y viajeros no existe, que ella despojada de todo autoritarismo dialoga con todo el mundo, que el anormal e inusitado crecimiento de su patrimonio es el fruto del exitoso ejercicio de su profesión, y así sucesivamente.

Hace agua a ojos vista Cristina Kirchner al tener que abordar los interrogantes que le plantean los pocos que tienen la posibilidad de hacerlo; en este caso los privilegiados fueron los estudiantes de Harvard. Y se pone nerviosa, claro. No es para menos: a una Presidenta acostumbrada a moverse entre aplaudidores y repitiendo aquí y allá un “relato” sobre las maravillas de su gobierno, se le debe hacer cuesta arriba explicar cómo son, en realidad, las cosas. Lamentablemente le sale lo peor de ella, a la Presidenta, allí. Que lo digan, sino, los estudiantes de la Universidad de La Matanza.

Fonte: MOVIMIENTO LIBRES DEL SUR – FRENTE AMPLIO PROGRESISTA

Deixe uma resposta