JARDÍN DE HIERRO

No puede ser que todo se pierda para siempre,
que no tengan su número de amor
ni la música oscura que fluye entre mis dedos
ni el agua, ni la arena
ni la movida llana
ni el enorme silencio de los ojos del perro
ni el sueño de la tarde que bellamente muere.
Cómo será el olvido,
los días sin memoria,
sin este claro peso de las cosas amadas,
sin el tierno contorno familiar de los árboles
acaso sin tus ojos…
Cómo serán los lentos imperios de la gloria
su radiante crepúsculo sin noche
su implacable diadema.
Quizás pediré a Dios que me conceda un día
poder mirar el cielo desde huesos mortales
y saciar estos labios con un agua de tierra…
Volveré a los parajes que anduvieron mis pasos
entre piedras antiguas o entre muros
dulces, perecederos…
Acaso volveré, desterrada y ardiente
a mi jardín de hierro.

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