Golpistas y fascistas. ¿Y el país, y la gente?

images-cms-image-000501877Yo no sé si este lento y minucioso proceso de destrucción tanto de la democracia como de los derechos sociales y las conquistas de quienes trabajan, irá a completarse con éxito. Temo sólo en pensarlo.

Parece que los golpistas llevan las de ganar, ya que tienen de su lado al poder judicial, bien como a un número significativo de “representantes del pueblo” que no sólo no representan al pueblo, sino a sus enemigos y explotadores.

Los fascistas, que son quienes empujaron el gobierno de Dilma Rousseff al abismo, animados por su odio de clase, su odio a los pobres, su odio al compartir lo que son los bienes comunes, no parecen estar festejando. No se les ve más por las calles, agrediendo a quienes usan alguna ropa roja.

Y hasta los vómitos con que acostumbraban atacar en las redes sociales a quienes estamos del lado del pueblo, la democracia y la justicia, han disminuido. ¿Estarán celebrando los ataques del gobierno ilegal e ilegítimo a todo lo que es una conquista social?

¿Estarán conmemorando la vergüenza que el Brasil está enfrentando en el exterior con sucesivas y constantes protestas contra el golpe de estado? ¿Era esto lo que querían con su falso nacionalismo, sus banderas verdes y amarillas, su mentido odio a la corrupción?

No sé que es ni qué ha sido, ni qué será de los fascistas. Sé que es preocupante la situación a que han llevado al país. ¡Cuánto costó construir toda una estructura de participación y derechos sociales, que ahora han tirado abajo de un plumazo!

Todo el pueblo levantado, a lo largo y a lo ancho del país, en defensa de lo que nos es debido. El país no es de los banqueros ni de los corruptos que actúan en favor del agronegocio, de las iglesias fundamentalistas, de los empresarios viciados en los sobornos y propinas.

El país es más bien de quienes trabajan, de quienes construyen, que vienen siendo perseguidos y golpeados por cada una de las medidas ilegales e ilegítimas del gobierno usurpador. Se han despreciado los resultados de las elecciones de 2014.

Se está imponiendo el capitalismo salvaje que el pueblo rechazó con su decisión soberana. No gastaría aquí palabras para calificar a golpistas y fascistas, su bajeza humana, su mezquindad. Son la escoria de la sociedad, esto está bien claro.

Podrán escapar de la justicia, que hoy les favorece. Pero no podrán escapar del veredicto de la historia, que es implacable con los apátridas y mercenarios. Y no habrá leyes ni jueces corruptos que los puedan librar del asco del pueblo que los repudia donde los ve.

No van a tener paz. No van a conseguir disfrutar del fruto de su pillaje. La historia les va a cobrar el precio de su traición. Sus nombres y sus rostros van a formar parte de uno de los capítulos más vergonzosos de la historia de Brasil.

Y los de abajo, que estamos acostumbrados a movernos con poco y en medio de dificultades, vamos a seguir con lo nuestro, que es el construir, el insistir en la esperanza, el no aflojarle a la construcción colectiva de una sociedad donde el amor y la justicia sean las reglas soberanas. La única ley.

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