Desde que Francisco fue elegido obispo de Roma, el tema de la Teología de la Liberación vuelve recurrentemente, cuando se habla del Vaticano y de las posiciones del papa. En septiembre de 2013, el papa recibió en su casa a Gustavo Gutiérrez y en Italia se publicó el libro escrito por Gustavo junto con el -ahora- Cardenal Müller, actual presidente de la Congregación de la Doctrina de la Fe (2).
De hecho, todo/as los/as que hacen Teología de la Liberación han afirmado que, lo más importante, no es la Teología de la Liberación, y sí lo es, el propio proceso social y político de liberación, hoy cada vez más necesario y urgente en todos los continentes (3). Por tanto, no se trata de saber si el papa se adhirió a la Teología de la Liberación. Lo importante es ver que el está siendo sensible y atento a los problemas que esa teología viene denunciando y apuntando en todo el mundo. Y eso, el papa lo viene haciendo, sea en sus discursos y entrevistas, en su viaje a Lampedusa para prestar su solidaridad a los migrantes perseguidos, sea en su Exhortación apostólica Evangelii Gaudium (n. 53- 60).
El día 5 de diciembre, la Academia de Ciencias del Vaticano, a petición del papa Francisco, invitó a representantes de movimientos sociales de todo el mundo para profundizar en el reto de una economía de exclusión y cómo podemos hacer frente a eso.
Quien ha acompañado los discursos claros y fuertes del papa tiene la impresión de que él pudo seguir el movimiento más reciente de la Teología de la Liberación, que se reveló, no solamente latino-americana, sino también internacional. Hasta hoy, siempre ligados a los foros sociales mundiales, se hicieron cuatro foros mundiales sobre Teología y Liberación, contando con teólogos/as europeos/as, norteamericanos, asiáticos y africanos, más allá de los compañeros/as que han los preparado y coordinado desde Porto Alegre, Brasil (4).
1 – La actualidad del Evangelio
La simple y simpática presencia del papa Francisco y las posiciones que ha tomado me recuerdan a un episodio que viví. Hace un poco menos de 50 años, acompañé como secretario y consejero a Mons. Helder Câmara, entonces arzobispo de Olinda y Recife. Tenemos en los archivos del arzobispo una carta personal que, en 1966, Dom Helder Câmara envió a su amigo de tantos años, el papa Pablo VI. En su carta, ese obispo profeta, proponía al papa un gesto profético: el Papa debería renunciar a ser jefe de Estado para volver a ser solamente obispo de Roma y como tal, pastor de la unidad de las Iglesias. Y para significar eso, según esa carta, el papa debería pasar el Vaticano a la ONU y trasladarse a San Juan de Letrán, primera residencia de los obispos de Roma.
Pocas semanas después, el arzobispo de Recife recibió una correspondencia del Vaticano. En la carta, el Cardinal Villot, secretario del Estado, afirmaba: “El Santo Padre agradece su carta, pero le recuerda que no estamos más en los tiempos del Evangelio”. Dom Hélder quedó triste con esa respuesta del Vaticano.
Si estuviera vivo ahora, ciertamente estaría feliz y diría: Finalmente, después de Juan XXIII, tenemos en el Vaticano un cristiano que cree y expresa públicamente la actualidad del Evangelio de Jesús. Vivimos sí en los tiempos del Evangelio. Incluso si, por el momento, el papa no pueda trasladarse a San Juan de Letrán, o piensa que no debe, por el momento, renunciar a ser jefe de Estado, ya da signos de que percibe las contradicciones y revela una libertad interior que va en la dirección a la cual el Evangelio llama.
2 – El obispo de Roma
En marzo, durante el último conclave, un periodista brasileño me preguntó como yo veía la posibilidad de un papa brasileño. Yo le respondí que no quería. Prefería un papa italiano, que fuera obispo de Roma y respetara la autonomía y la eclesialidad propia de las Iglesias locales. Cuando quedó claro que el escogido fue Bergoglio, me di cuenta que, en la actual realidad eclesial, la elección de Francisco había sido una bendición divina. Yo no deseaba un papa de la Teología de la Liberación, sino uno que acepte convivir con el pluralismo del mundo y de las Iglesias. Eso me parece un buen signo que, desde el inicio, el papa actual está dando al mundo.
En general, los periodistas vienen llamando la atención por la simplicidad con la cual el se presenta y cómo afronta con sinceridad las complejas cuestiones morales y institucionales. Yo pienso que su toma de posición más audaz es, desde el primer momento de su elección, siempre presentarse como “obispo de Roma”.
Teológicamente, eso me parece más importante y transformador que sus posiciones éticas y teológicas, porque eso permite que la Iglesia vuelva a respetar la diversidad de disciplinas, de liturgias y mismo de teologías en los diversos continentes y realidades locales.
Como obispo de Roma y primado de la unidad de las Iglesias, el papa retoma la eclesiología del Concilio Vaticano II en su intuición de valoración de las Iglesias locales (particulares). Y al insistir que padres y obispos vuelvan a la base y busquen servir à las periferias, Francisco retoma la doctrina de la 2ª Asamblea de los obispos latinoamericanos en Medellín (1968) que proponía: “Una Iglesia servidora y pascual, comprometida con la liberación de todo ser humano y de cada persona en su integridad” (Med. 5, 15). Ahí está la base profunda de la Teología de la Liberación hacia fuera de la misma teología.
Para mí, lo importante fue que Francisco abrió el diálogo con toda la teología, cualquiera que fuera, porque los dos papas anteriores solo aceptaban teólogos de la corte. Ya no había más lugar en la Iglesia para una teología que no fuera mera repetición de encíclicas y documentos oficiales.
* En el protagonismo del papa Francisco, hay un problema. Si la simpatía de un papa carismático hace parecer positiva una estructura que en si es mala y tiene que cambiar (la estructura actual del papado con su visión de Cristiandad), el no haría bien al conjunto de la Iglesia. La figura de ese papa comunicativo y sencillo es buena ahora para crear otro clima y posibilitar cambios en las Iglesias locales, pero es fundamental que no quede centrado en el Vaticano.
3 – Interpelación à la Teología de la Liberación
Es posible ver en las palabras y gestos del papa signos de aprobación de la teología de la liberación, pero lo más urgente es discernir lo que Francisco nos dice que puede servir de llamada a una revitalización de la Teología de la Liberación.
Sin duda, sus advertencias para que toda la Iglesia jerárquica no pierda el contacto con las bases y, al contrario, vivamos una nueva inserción, es muy importante y útil para todos/as los/as que hacen una teología comprometida y desde la práctica.
Infelizmente, en las últimas décadas, la tentación del academicismo amenaza a sectores antes muy comprometidos con los movimientos de base. Es necesario volver a aquello, sea para apoyar la reforma eclesial propuesta por el papa, sea para dar nueva vitalidad à nuestra teología.
En los años 70 e inicio de los años 80, algunos compañeros/as buscaban dialogar e insertarse en los grupos sociales que intentaban cambiar el mundo. Hoy, desde el inicio de ese siglo, América Latina asiste a un proceso social y político nuevo en diversos países del continente. En una de sus audiencias, el papa hizo alusión a la integración latinoamericana. Sin duda, es un campo en el que la Teología de la Liberación necesita entrar más y participar. El proceso bolivariano no es sólo una cuestión de gobiernos como los de Nicolás Maduro, Rafael Correa y Evo Morales. Es más que eso. Es un proceso venido y sostenido por las comunidades indígenas, los movimientos populares y la participación de muchos cristianos de base. Es urgente que la Teología de la Liberación pueda participar de eso. Era la intuición de mi maestro, el padre José Comblin que, como teólogo, estuvo diversas veces en Venezuela y hasta aceptó acompañar como observador internacional una elección presidencial.
Esa intuición de Comblin se suma a la de pioneros como Helder Câmara. Ya en 1965, en una de sus cartas sobre el Concilio, el entonces arzobispo de Olinda y Recife, defendía la necesidad del bolivarianismo, como descolonización de nuestros países en relación al imperio e integración de nuestros pueblos en una única patria grande (5).
Hoy, más aun que en aquella época, esa inserción es necesaria y urgente. Pienso que es de esperar que, para los hermanos y hermanas que hacen Teología de la Liberación, las palabras y gestos del papa Francisco puedan ir más allá de lo que podrían significar en sí mismos y resonar como la palabra del Ángel del Apocalipsis à la Iglesia de Éfeso: “Vuelve a tu primer amor” (Ap2, 5).
Para la Biblia, el primer amor es el Éxodo y el tiempo de la lucha por la tierra en el desierto (Cf. Jr 2, 1- 2; Os 2, 16- 21). Para la Iglesia latinoamericana, que dejó reconocida su identidad propia en Medellín, ese primer amor solo puede ser volver a la mística del reino de Dios, en la inserción concreta con el pueblo que lucha por su liberación.
Notas:
1 – Marcelo Barros es monje benedictino, teólogo y biblista, actualmente coordinador latinoamericano de la Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo (ASETT), consejero en Brasil de las comunidades eclesiales de base y de movimientos sociales. Tiene 45 libros publicados en diversos idiomas y colabora con diversas revistas internacionales de Teología.
2 – Cf. G. GUTIERREZ y G. MULLER, Della parte dei poveri, Teologia della Liberazzione, Teologia della Chiesa, Padova, Messaggero e Bologna, EMI, 2013. Sobre eso, también puede ser visto el reportaje de PAOLO RODARI, en La Repúbblica, 04/ 09/ 2013.
3- Eso ya era afirmado por L. BOFF e C. BOFF, Teologia da Libertação e Libertação da Teologia, Petrópolis, Vozes, 1982, p. 15 ss.
4 – Ver LUIZ CARLOS SUSIN, Teologia para outro mundo possível, São Paulo, Paulinas, 2006;
5 – DOM HELDER CÂMARA, Circulares Conciliares, volumen I, tomo III, 68ª Circular, Roma 16-17/ 11/1965, Editora CEPE, Instituto Dom Helder Câmara, Recife, 2009, p. 253.
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