Muchas veces vengo a este espacio para compartir experiencias. En este hábito, he ido creando para mí mismo el placer de hurgar en mi propia historia y en la experiencia del vivir, que necesariamente me remite a las personas alrededor.
De esta manera, voy ordenando y viendo lo que viene. Recojo perlas preciosas, verdaderos tesoros, que realimentan mis ganas de vivir y mi confianza de que sigue siendo posible la vida.
Por supuesto que no dejo de caer en ciertas trampas, como cuando me he quedado pegado a algunas páginas de mi pasado que insisten en volver una y otra vez. Entonces escucho a las voces circundantes, la voz plural que airea mi espacio interior.
La voz de la comunidad. Me veo en la mirada contígua. Salgo de las prisiones relacionales. Las cárceles de las visiones fijas. Y por increíble que pueda parecer, esto sucede cuando no niego el pasado sino lo integro.
Digo: sí, me cuesta soltar esos recuerdos dolorosos, esas memorias de acontecimentos en que poderes externos se impusieron de tal modo a mi vida y a mi gente, que me tuve que refugiar en otro país.
Ese país era no solamente Brasil, sino mi propia persona. Tuve y tengo que ser plenamente yo para poder seguir. La trampa de la prisión en ese passado doloroso que insiste en volver sin cesar, la voy enfrentando de varias maneras.
Sabiendo que no es sólo a mí que esto sucede. Viendo qué hice para poder sobrevivir. Buscando en el presente una plenitud tal que eclipse las sombras que se presentan. Juego con palabras como siempre jugué con la vida.
Las lecciones que voy aprendiendo en esta inmersión abierta y franca en mi propio ser y en mi propio existir, me van abriendo puertas. Veo que se puede. Voy llegando cada vez más aquí.
No necesito ceder siempre. Puedo y debo ser yo mismo todo el tiempo. Esto supone respeto a mí mismo. Y un fluir que se asemeja mucho a la libertad. Ya no veo tanto a la gente como amenaza.
Mi lugar está entretejido con quienes me rodean. Y aún con quienes me habitan en la memoria y en el sentimiento. Ya casi no hay más soledad. Es más bien integración. Ser parte y sentirme parte.
Mi trayectoria desde el comienzo hasta este mismo instante es una continuidad diversa, múltiple, plural y móvil. El amor vence a la muerte. Creo que esta certeza es la que me mantiene vivo.
Es lo que veo que sostiene lo que existe. Todo pasa, sólo el amor permanece. Digo esto como resultante de la visión total de mi vida desde el comienzo. He ido rectificando lo que pensaba sobre muchas cosas.
Pude perdonarme y perdonar. Saber que no somos perfectos ni perfectas. Evito tanto cuanto puedo, las generalizaciones, que son como el hablar hacia la nada y hacia nadie. Es un show sin espectadores ni espectadoras. Vanidad.
No necesito demostrar nada, probar nada ni justificar nada. Exteriormente se repiten las maniobras atemorizadoras y amenazadoras. Una sociedad basada en el miedo, la culpa y la exclusión. En la contramano, la marcha de las hormigas.
Trato de asimilar el aprendizaje contínuo de la convivencia. La aceptación de mi propia naturaleza impone el deber de la obediencia a mi ser más profundo. Esto es lo que me ha ido garantizando el espacio de la propia sobrevivencia.
La soledad de no pertenecer a un rebaño que camina mansamente hacia su propia autodestrucción, es compensada con la libertad y la fuerza de esos momentos de comunión en que lo real se manifiesta. Una ventana por donde puedo ver el cielo. El cielo es aquí. Es lo más próximo. Lo íntimo. Un lugar donde nada ni nadie nos puede dañar.
Esta apuesta es antigua. La recuerda el evangelio al hablarnos del reino de Dios. No podemos decir que Jesús haya fracasado. Al contrario, es cada vez más patente que sus palabras, sus gestos y su vida, son un espejo en el que podemos mirarnos. Hacer tesoros en el corazón.
Es eso. Lo que nos destruye y nos mata es la disociación. No podemos obedecer a dos señores. Ahora ya la luz del sol empieza a mostrarse en medio de la oscuridad. Está empezando el día. ¡Que esa luz nos guie!

Doutor em sociologia (USP). Terapeuta Comunitário. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora, 2001. Publicado em espanhol pela Editora Homo Sapiens. Buenos Aires, 2005), Mosaico (João Pessoa: Editora da UFPB, 2003), Resurrección, (2009). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/