Yo puedo

Puedo no preocuparme. Puedo confiar, sabiendo que al final todo sale bien y que yo puedo. Puedo no tener miedo.

Cuando consigo sintonizar estos sentimientos de confianza y tranquilidad, respiro hondo y relajo. Todo está bien. Todo estuvo y estará siempre bien. Vuelvo mi atención a aquél lugar que alcanzo en la meditación profunda, la oración viva, que es  comunión con Dios.

Recuerdo unas palabras de F. J. Alexander (Abbhaya Chaitanya): “Hay horas en que se olvida uno del mundo, hay horas en que nos sumergimos en esa región de paz donde el alma está contenida dentro del yo y en presencia del Altísimo. Acállanse los temores, tranquilízanse los sentidos, sólo Dios Es. La conciencia espiritual alborece en esas horas silenciosas, sagradas, y el arroyo de la personalidad se transforma en caudaloso río que corre hacia la individualidad oceánica de Dios, y ella es una y única.”

Puedo estar en ese santuario al que alude también el salmo 85, que habla de las moradas del Señor. “Cuán amables son tus moradas, Señor…” La casa de Dios soy yo mismo cuando me habito.

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