Un país incluyente

No quisiera dejar de decir algunas palabras sobre el momento que se vive hoy en Brasil. La democracia amenazada, por un golpe blanco, orquestado y llevado adelante por civiles ciertamente muy poco civilizados.

Políticos profesionales al servicio de grandes empresas, y no de la población. Una prensa que actúa, tal como el poder judicial, como partido de oposición no sólo al gobierno de Dilma Rousseff y del PT, sino sobre todo, oposición a un país incluyente, que se ha venido haciendo realidad a lo largo de los gobiernos de Lula y Dilma.

Un país para todos, no solamente para los ricos y privilegiados. Un país donde los pobres, los desempleados, los negros, las mujeres, de a poco han venido siendo reconocidos como gente. Esto es una revolución pacífica, que ha contado con la colaboración de los sectores más participativos y solidarios del empresariado, que también se han beneficiado del extraordinario crecimiento económico y social de todos estos años.

Hoy todo este país incluyente corre el riesgo de volver atrás, al tiempo de la suspensión de las garantías contitucionales, y a la limitación de los derechos humanos. La exacerbación de los odios de clase y de la intolerancia, han llevado a una situación de extrema fragilidad, que puede ir en direcciones explosivas, lo cual es el interés de quienes viven de la división y el conflicto.

Los movimientos sociales, muchas categorías profesionales, y vastos sectores de la ciudadanía, se han manifestado de manera clara y firme, en favor de la continuidad del gobierno constitucional de Dilma Rousseff. No sabemos qué rumbos irá a tomar el futuro político del país, una vez que los intereses por detrás del golpe, son poderosos, y se atienen a las ventajas económicas y el privilegio.

Lo cierto es que no importa quién gane en la votación sobre el impedimiento de Dilma Rousseff, el país que suceda a esta decisión, será un país fragilizado por la insistente campaña de desprestigio, desmoralización y calumnias, que se viene realizando contra el PT y especialmente contra el ex-presidente Lula, que ha desbordado los límites del respeto a las instituciones y a las garantías y derechos individuales.

Poderoso caballero es Don Dinero, todos sabemos. Pero también sabemos que no es fácil recomponer lo que se ha roto, sobre todo, si es un cristal muy fino. La democracia solamente vive en un ambiente de respeto a las diferencias, donde es posible unir fuerzas aún entre quienes piensan distinto, cuando está en juego el destino de un país, una sociedad, ese complejo tejido hecho de historias personales y colectivas llamado nación.

Más allá de preferencias partidarias u orientaciones ideológicas, la cultura sobre la cual se basa la continuidad de la vida colectiva, supone ese mínimo de capaacidad de convivencia con los diferentes. Con los que piensan, sienten y actúan de maneras distintas a las nuestras. El discurso del odio clasista y racista, abiertamente fascista, que ha impregnado la escena política nacional en estos últimos años, ha requebrajado seriamente ese piso solidario sin el cual la convivencia se hace muy difícil. Nadie sabe a quién le tocará adminsitarr esta realidad incierta. Hago votos para que seamos capaces de ver lo que nos une, más allá de las diferencias.

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