Por qué leo y escribo

Pongo unas letras en la hoja y ya me siento mejor. Viene una energía positiva. Aquí me realimento.

Este acto tan simple, de escribir, me rehace, me reafirma, me fortalece la confianza. Trato de encontrar una fuerza, un estímulo, una motivación, alegría.

Ya he escrito tanto sobre el escribir, y sobre lo que encuentro en esta actividad, que creo que ya podría dejar de insistir sobre lo mismo.

Sucede que, sin embargo, en la repetición se renuevan los efectos saludables de esta práctica. Por eso sigo diciendo lo mismo incansablemente.

Cada vez que lo digo, algo nuevo viene, y lo ya conocido se reafirma. Ahora en particular estaba sintiendo una cierta frustración o malestar.

Un desánimo derivado de situaciones fuera de mi alcance, y también una especie de vacío que siento en relación a mi familia que vive lejos.

El arte me trae una especie de consuelo, me olvido de lo que me hace sufrir. Disfruto de la belleza de lo que leo, y así voy repaginándome.

Adquiero más precisión en el vivir. Mi percepción se hace más clara. Venzo prejuicios. Mejoro mi expresión.

Me doy cuenta de que tengo el derecho de ser feliz, no importa lo que haya pasado en mi pasado. Aquí soy soberano, creo y recreo mi vida a mi gusto.

Vengo construyendo un libro sobre mi experiencia de leer y escribir. Ese libro no tiene fecha para conclusión. Mi objetivo principal es  disfrutar de estos actos de leer y escribir.

Sólo que al hacerlo, no puedo dejar de prestar atención a lo que va sucediendo en mí. Observo, presto atención, a veces subrayo una idea o una imagen, una frase, y sigo adelante.

Entonces combino placer y trabajo. Esto le da sentido a mi vida, ya que leo y me leo cuando ando por ahí en medio de la gente o en el campo, así como cuando veo el mar y las estrellas en el cielo.

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