¿Por que escribo?

Las razones, sentidos y motivaciones son tantas, y ya tantas también las veces que he respondido a esta pregunta, que me pregunto si ya no habré dicho todo lo que sabía al respecto, o si, al contrario, todavía hay algo más que decir.

Sea como sea, aqui va:

Escribo porque me gusta, me hace bien, me siento libre, me despreocupo, me alivio del peso de las explicaciones y justificativas.

Escribo para mí mismo, y al mismo tiempo escribo para alcanzar algunas personas que me son significativas

Escribo que es una forma de gritar y patalear, quejarme y luchar contra la injusticia, la guerra, la violencia, la falta de paciencia, y todas las cosas malas que hay en el mundo.

Escribo para restablecer mis ganas de vivir, que muchas veces se cansan de tanta presión para encuadrarme en las cajitas ajenas o propias.

Escribo para estar en paz conmigo mismo, para perdonarme por no ser perfecto (¡y no sé qué sería eso!)

Son tantas las razones, motivos, motivaciones, intenciones, propósitos que me mueven a escribir, que por ahí siento que se confunden con el propio vivir.

Hoy fuí a la pileta, lavé el auto, colgué la ropa. Y todo esto, y las demás cosas que he venido haciendo a lo largo de la vida, se hacen más reales cuando las escribo.

Antes, es como si estuvieran en una especie de niebla púrpura. O gris, o blanca, o del color que sea.

Lo mismo me pasa conmigo. Cuendo escribo, hago pié en mí mismo, me hago real, me concretizo, sé que puedo ser y soy.

Así me reafirmo. Aquí me reafirmo.

Sé que puedo aguantar un poco más. No necesito tener razón siempre, aunque la tenga.

Puedo soportar lo que me molesta en las demás personas. O desahogar mi impaciencia por no soportar a quienes quieren tener siempre razón. Que la tengan.

Yo no necesito vencer todas batallas. Algunas se pierden. Otras cambian de modalidad. Se hacen más bellas, talvez siempre lo fueran.

Una flor, una canción, un sentimiento de que es posible um renglón más, uma hoja más, um poquito más.

Jugar a poner letras en la hoja se me antoja una de las diversiones más placenteras. Hago mi mundo aquí. Así soy todo lo que quiero ser.

Nadie me censura ni me juzga.

Doy alas a la imaginación. Voy a un castillo y a un lago. A la montaña y al mar.

Dejo mis preocupaciones y mi ansiedad. ¿Qué importa si todavía no llegó la encomienda?

Y si no he podido perdonar a quienes me han dañado, ¿qué importancia tiene? Puedo perdonarme a mí mismo.

¿Tendría que ser yo un super-hombre? A veces lo he sido, por imposición de las circunstancias.

Aprendo a vivir en paz conmigo mismo. Esto es no querer ser otra persona. No voy a ser otra persona.

No voy a ser alguien que soporta todo, aguanta todo, cree que todo está bien aunque se revuelva por dentro.

Vengo y seguiré viniendo a la hoja donde se me antoja que puedo ser lo que soy, sin retoques, sin cortes ni adaptaciones.

Por eso escribo. Porque vivo. No le tengo miedo a la vida. Más bien le pongo ganas, siempre le puse.

Más y más razones me vienen al escribir, al evocar esta ya larga trayectoria de ponerme en el papel.

Creo que aprendí a ser todavía más franco conmigo mismo, a ser de una sola pieza, como debe ser.

Más auténtico, más verdadero, sin dobleces.

Disfruto la vida en duplicado, revivo, reavivo, veo todo como desde un camarote o desde una ventana.

Y tengo la certeza de que vivo una vida que es realmente mía. La hago a cada segundo, todos los días.

Hay algo que no he podido olvidar, ni creo que olvide. Es el dolor y la rabia que me dejó la dictadura que asoló a la Argentina.

Esto se me ha quedado en el cuerpo. Son dolores que me recuerdan lo que nunca debe permitirse.

Han pasado ya más de 45 años, y el recuerdo sigue vivo. No ceder nunca a lo abominable, a la falsedad, la mentira, el engaño.

He escrito infinitas veces sobre ello, y lo seguiré haciendo. Memoria es justicia. Olvidar es repetir. Nunca más.

Nunca más campos de concentración. Nunca más centros clandestinos de detención y tortura. Nunca más secuestros ni desaparición de personas.

¿Comprenden por qué escribo? Basta estar vivo, tener memoria. Saber que no pudieron matar lo que no muere.

El amor, la confianza, la esperanza, la construcción colectiva, la comunidad, la familia, el arte, la poesía, la educación libertadora, la sociología comprensiva, la literatura, la música.

No mueren, no pueden morir porque son la propia vida.

Así que ya saben. Escriban, no se olviden de escribir.

 

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