Para ser humano

El título del libro lo decía todo. Lo compré, más por divertimiento y curiosidad, que por pensar que de hecho podría haber allí algún tipo de respuestas correctas o definitivas acerca del tema. El autor era un tal Adro, lo cual me hizo pensar que podría ser una broma, pero aún así, me lo llevé al hotel donde estaba alojado con mi prenda, y me lo puse a leer, una noche de esas que pasamos en Buenos Aires. Como introducción, traía unas breves palabras, que decían más o menos así: Lo primero y más fundamental que hay que saber para sacar provecho de este libro, es que no sabemos lo que es un ser humano.

No pude retener una carcajada, que hizo las delicias de mi amada amante, quien, con su carita fachera, se limitó a dejarme ver una de sus más seductoras miradas. ¿No sabemos? ¿No sabés? Todo el mundo sabe. No sabe, no. No sabemos. Pasamos un tiempo jugando a sabe no sabe, ¿sabés? Hasta que no sé si por una frenada de allá abajo que nos  sobresaltó, tal vez un ómnibus esquivando una señora que cruzaba la calle, o por qué canejo, decidimos seguir con la lectura tan inmediatamente interrumpida.

En la página a la derecha, con esos tipos antiguos que se usaban en los años 18__, se podía leer: Instrucciones para ser. Me dio una alegría bárbara que empezara así, sabés, che pibe o piba, porque pensé que por fin iba a saber cómo ser. Sin embargo, enseguida me di cuenta de que no tenía yeite. No había tales instrucciones. Abajo del título, escrito con esas hermosas letras que te digo, decía: ¿vos sos o te hacés? Ahí me di cuenta de que no iba a poder saber nada nuevo en ese libro, así que lo dejé y me fui con mi media naranja a tomar un capuccino en una de esas cafeterías de la calle Tano, que abundan en la ciudad porteña.

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