Hay veces que me pongo a leer por mero gusto, o quizás (con certeza) por el mero placer de hacer algo inútil, algo que no redundará en otro beneficio que ese placer que se tiene al hacer cosas porque sí, porque se te da la gana, porque te hace bien y se acabó. Al final, no tenés por qué prestarle cuentas a nadie si una tarde como ésta, te ponés a leer cuentos o relatos o notas o historias o lo que te venga en ganas, de un escritor argentino que vivió en París casi toda su vida pero sin embargo es más argentino que tantos que viven en el perímetro de lo que se acostumbra llamar de patria.
De pronto leés uno de esos cuentos, uno que se llama Continuidad de los parques, y es como si vos fueras ese cuento, no sé si ya te ha pasado algo así. No digo con este mismo cuento (y sin embargo por qué no), lo cual sería ya una muy grande casualidad, sino con algún otro, o con muchos otros. Lo que te quería decir, es que esta tarde cuando me senté en el sofá de la sala, poniendo los pies en la mesita de madera negra y abriendo el libro Final del Juego, al comenzar a leer este cuento que te cuento, es como si hubiera vuelto a sentir una de esas sensaciones tan maravillosas que a uno le vienen cuando se pone a leer un cuento en el que te ves, es como si el cuento estuviera contando lo que te pasa a vos.
Leía el cuento de Julio Cortázar, y sentía como que lo que él escribía y yo leía, fueran una continuidad, un mundo de letras leídas y escritas, en una conjunción mágica. En uno de los renglones, estaba escrito, y yo leía, sobre el placer que el personaje del cuento sentía, de irse desgajando de a poco del mundo que le rodeaba e irse dejando llevar por el mundo de la novela, el enriedo, los personajes, etc. La única diferencia era que yo no estaba leyendo una novela, sino un cuento.
Pero la sensación era la misma, al de irme dejando llevar hacia ese mundo de la narrativa, donde tantas veces uno busca un remanso, un descanso, un alivio de tanta realidad, de tanta televisión, de tanta pseudo – concreticidad, como decía Kosik. Sigue la tarde con su calor, esta tarde en que ella ahora te habla justamente del calor de la tarde, y no puedes dejar de notar la coincidencia de estar hablando de escritos que se repiten en la vida, o de vida que se repite en los escritos, y la vida vuelve a repetirse en este escrito.

Doutor em sociologia (USP). Terapeuta Comunitário. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Autor de “Max Weber: ciência e valores” (São Paulo: Cortez Editora, 2001. Publicado em espanhol pela Editora Homo Sapiens. Buenos Aires, 2005), Mosaico (João Pessoa: Editora da UFPB, 2003), Resurrección, (2009). Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/