El movimiento de la vida

Esta mañana me levanté temprano, como habitualmente. Me di cuenta de que a esas horas del día, cuando hay un silencio en el mundo, hay también algo muy positivo. Ese silencio se traslada también a nuestro interior. Uno disfruta de una quietud diferente, que no se encuentra en otros momentos del día. Hay menos pensamentos, y son de uma calidad muy particular. Son como algo muy tenue. No tienen la fuerza imperativa o compulsiva de los que vienen después.

En estas horas tempranas, es más fácil dejarse llevar por el enganche del día. Es como si el día te fuera llevando, de a poco, a una especie de encaje con la vida. Uno va dejando que cada paso vaya como que enganchando el paso siguiente. Es algo muy agradable. En vez de pensar en lo que haré durante todo el día o durante la mañana, pienso apenas en lo que viene después, en el paso siguiente. Uno se va dejando llevar, y es más fácil vivir así.

Hoy, por ejemplo, después de haber hecho algunos ejercicios en la sala, me fui a caminar por la playa. Había muy poca gente. Algunos jóvenes conversando o bebiendo en la vereda. El camioncito de la fruta en el final de la calle de la panadería. Un auto de la policía en el busto de Tamandaré. Y una especie de paz en el mundo. Una especie de quietud.

El mar, transmitiendo una quietud inmensa. Esa masa enorme de agua casi quieta, es impresionante. Pocos caminantes, diferentemente de lo habitual. Me lo hizo notar un señor que venía caminando desde la Ponta do Seixas. Uno puede irse dejando llevar por el día, si se engancha desde temprano en el propio movimiento de la vida.

Deixe uma resposta