Dios

Me gustaría decir algunas cosas que siento, sobre el vivir centrado en Dios. Es más un diálogo mío con la divinidad, pero si quieres leerlo, no hay nada de malo en eso. No sabría cómo comenzar, pues la verdad es que siento que ya sabes lo que te voy a decir, antes mismo de que lo piense o lo ponga en el papel. Esto es radicalizar en Dios. Esto es volver a la vivencia de Dios que aprendí, a la noción de la Divina Madre como comprendiéndolo todo, envolviéndolo todo con su manto de amor incondicional, como el aire envuelve todas las cosas. Yo creo que es posible vivir en Dios todo el tiempo, o la mayor parte del tiempo, sin tornarse por esto un alienado. Al contrario, puede ser una forma de estar más presente en la vida, en el medio de la familia, en el trabajo, en el contacto con gente desconocida que encuentras por la calle, en quienes empiezas a ver alguien como tú, una expresión de Dios. Yo creo que a lo largo de la vida, la persona va creando formas de estar con Dios, formas de convivir con Dios, formas de vivir desde Dios, en Dios, como prefieras.

No son lo mismo todas estas cosas, son maneras diferentes de estar en la unidad, de ser la unidad, pero están relacionadas entre sí. Hay quien, como San Francisco o como Ramakrishna, vivan sumergidos en la divinidad. Pero si piensas en gente más cerca, un Gandhi o un John Lennon, o alguien de tu familia, muy cercano, que vivía en contemplación, en adoración de amor, puede ser que comprendas que tal vez la mejor forma de estar en presencia de Dios continuamente, pueda ser simplemente ser quien eres, hacer lo que haces, siendo auténtico todo el tiempo, poniéndole amor a cada pequeña cosa en tu vida. Yo creo que cada uno, cada persona, crea sus modos de comunión, sus modos de ser feliz en esta vida. Y esto no depende de ideologías, de lo que la persona crea que cree. La felicidad depende más, me parece, de una actitud interior de aceptación de la vida, de reverencia al milagro de estar vivo, de estar habitando un cuerpo que respira, que se mueve, que ve, oye, escucha, piensa, se arroba al escuchar el canto de un gorrión, al evocar las epopeyas que le tocó atravesar a lo largo de su camino.

Te admiras de poder admirar la belleza del mar a la mañana, cuando el sol brilla en medio de las nubes como un oro, o bien a la noche, cuando la luna deja su luz brillar plateadamente sobre el mar calmo. Te admiras de saber que los días de cada viviente están contados y que más allá, quién sabe, quién sabe lo que habrá más allá. Tu fe te dice algunas cosas, pero la vida te va diciendo otras, te va trayendo certezas que te tranquilizan. Algo como un sol infinito te empieza a acompañar, o notas que te ampara, mucho más allá de este mundo visible, y eso te da paz, te da una tranquilidad. Haces las cosas de todos los días, sientes la callada compañía de tus antepasados, que partieron antes, y sabes que no estás solo. Así vas yendo por los caminos de la vida, rumbo hacia Dios, a esa tierra prometida donde siempre brilla el sol, como dice la canción.

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