Yo puedo ser yo mismo, y vivir en mi propio mundo

La tarea de recuperar nuestra propia identidad, está al alcance de la mano. Escribir es un recurso preciosísimo en esta tentativa.

En realidad, solamente puedo ser yo y vivir en un mundo hecho por mí mismo. Pero para que esto sea realidad, tengo que hacer el esfuerzo necesario, ya que durante mucho tiempo me he venido creyendo que yo no era yo mismo, ni podía serlo, y también creí que el mundo em el que yo debería vivir, era un mundo extraño y ajeno, hostil y distante.

Hay algo que puede ayudarnos mucho en esta tarea de recuperación de la propia identidad, y es la atención. Prestando atención a cómo somos, a cómo funcionamos, a cómo nos va en nuestra experiencia, podemos ir teniendo nociones más aproximadas de nosotros mismos. Y también están a nuestra disposición la imaginación y el buen humor, dos aliados importantísimos en la tarea del auto-conocimiento.

En vez de pensar tanto, ver. En vez de creer tanto, imaginar. Así la creación, la creatividad y la experiencia, van ganando terreno en relación a lo impuesto. Esto es más fácil de lo que parece. Siempre es más fácil de lo que parece, pues lo que parece está en manos del enemigo: la seriedad, el prejuicio, las ideologías. Cuando somos niños o niñas, el mundo está en nuestras manos, literalmente.

Después se nos empieza a escapar cuando vamos cediendo lugar a los diarios y a la televisión, el qué dirán, y otras tantas formas de expropiación de la percepción. Pero podemos ir trayéndonos de vuelta, y teniendo otra vez el mundo en nuestras manos. Algo que a mí me ha dado y sigue dando buenos resultados, es el ir registrando lo que voy viviendo.

Una especie de diario. A nivel relatar para nosotros mismos, o para los demás, si nos gusta, lo que vamos experimentando, la forma como vamos viviendo, como vamos viéndonos y cómo vamos experimentando lo que nos pasa todos los días. Además de ser excelentes formas de pasar el tiempo, vamos a ir encontrando reflejos preciosos de nuestro propio ser. Y de pronto podemos descubrir que no nos habíamos ido tan lejos, y que el mundo no era tan ajeno.

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