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¿Cuál ha sido tu experiencia?

Esta pregunta tiene un enorme efecto liberador.

Cuando me la hice esta tarde, vinieron varias respuestas:

-Se puede (Yo puedo). Puedo enfrentar victoriosamente cualquier situación

-Basta una palabra. Basta una persona

-Vine yo como respuesta. La totalidad de mi ser. Todo lo que soy. El conjunto completo de mi experiencia se hizo presente.

La ventaja de esta pregunta es que ella es totalizadora. Vinieron el recuerdo de lugares donde viví, gente con quien conviví, situaciones pasadas. Una fuerza nueva se hizo presente.

No necesito ser esclavo de reacciones programadas, procupaciones, miedos, ansiedad.

Mi experiencia me trae tranquilidad.

Muchas veces la mente crea dificultades, obstáculos.

Esta pregunta limpia, abre espacio, alivia, sosiega.

Me deja más libre y suelto, sin tantas presiones, o sin ninguna presión. El presente queda más limpiecito.

No necesito forzarme tanto, o no necesito forzarme para nada. Basta estar y ya está. Si pude, puedo y podré.

Los días pasan, pasaron ya muy muchos días. Estos que van viniendo son ahora más livianos.

Es como un libro que va pasando. Pasan las hojas, pasan las horas, ya pasaré yo también, aunque no tengo ningún apuro. Despacito. Al ritmo del tiempo.

Ahora me toca florecer al borde del crepúsculo

De la escucha de mí

Escuchándome e mí mismo

Y viendo la trayectora de mi vida desde el comienzo

Veo que ha sido un trayecto fructífero.

Ahora me toca verme frente a frente

Una vez más

Con mi rostro y mis sentires.

Mirando el camino que me trajo hasta aquí

El amor sobresale como una luz intermitente.

Las semillas que desparramé

Y las que en mí se perpetuaron

Brotaron y siguen brotando

Cubren los campos.

Florecieron más allá de lo que um día pude haber soñado.

Mis escritos me contienen y me guardan

Y guardan también a cuantas personas me dieron la mano

En esta larga jornada.

Ahora me toca mirar hacia adentro y alrededor

Y saber que me toca florecer al borde del crepúsculo

Como es la ley de la vida y lo he visto en mi familia

Y la poesía nos lo recuerda desde siempre

¡Que viva la poesía!

No quieran encuadrarla en normas ni reglas

Ya que la poesía es la propia vida hecha voz, hecha canto, hecha grito, abrazo,

Tanto que no alcanzarían todas las palabras para decirlo.

Itinerario

Me dejaría llevar por la memoria

Los recuerdos me traen de vuelta a mi infancia

Como un barco a la deriva

Simplemente me detengo en esta playa

¿Adónde me llevarán mis pasos esta tarde?

A la hoja de un libro de poemas

Pedazos de mí como colcha de retazos

Me reúnen en este trazo

Me dibujo en una línea

En ella veo todo mi camino

Todo lo vivido se junta

En estas notas silenciosas

Todo lo digo sin decir

Quién sabe alguien descifre estas maniobras

Del tiempo que va y viene y se detiene

En este renglón al borde del ocaso.

Descansar. Mi lugar. Poesía

Leo tanto que de pronto no sé en cuál de los libros que estoy leyendo encontré una palabra que ahora resuena insistentemente en mí. Descansar. Descanso.

Aflojar esa presión insistente que contínuamente empuja hacia la acción. Hacer. Hacer. Hacer sin cesar. Está perfecto hacer. Es hermoso. Crear. Trabajar. Moverse. Ir de un lado a otro.

Sucede sin embargo que ahora al redescubir una vez más que además de hacer puedo descansar, estoy feliz. Puedo hacer o no. Puedo ir o no. Puedo hablar o callar.

Veo que hay un mecanismo compresor en actividad permanente. Yo no necesito, sin embargo, estar presionándome todo el tiempo. Eso es locura.

Puedo introducir una pausa que me permita ver si quiero o no hacer algo, sea un hacer externo o interno. No necesito responder de imediato a una pregunta que escucho. Puedo ver si hay respuesta o no.

No necesito actuar en automático todo el tiempo. Puedo nuevamente ver si es necesario o no, si quiero o no, si me gusta o no, si es o no el momento. O sea, en pocas palabras: puedo ser yo en vez de un robot.

Si descanso me alimento de la fuente de la vida, que es poesía. Poesía es más que los poemas. Es ese lugar adonde estoy cuando simplemente me permito disfrutar del mero estar vivo.

La vida es más que acción. Es también reflujo a lo eterno. Habitación en lo que que sostiene todas las cosas. Cuando descanso estoy en ese lugar eterno, en esa frecuencia.

Entonces veo que muchas veces me disgusto o no estoy bien, porque simplemente no soy yo quien está ahí. Es uno que se obliga a cumplir órdenes todo el tiempo. Yo puedo liberar a ese prisioneiro.

Sólo depende de mí si este instante es o no mío. Si es mío no hay tensión o casi no la hay. Es más un dejarme venir. Un dejarme estar. Un ir yendo. Un estar siendo.

Entonces la existencia y la convivencia dejan de ser un terreno de ataque o defensa, sumisión o imposición. Es nomás estar donde estoy, en mi lugar. Un lugar definido y preciso. Precioso.

He recorrido un largo camino para llegar hasta aquí. No tengo más apuro por nada. Y aún si algo urgente me requiriera, sólo lo podré atender si estoy en mí, tranquilamente.

Esto me tocó verificar recientemente. Un pariente en casa necesitando atención de emergencia en salud. Fue posible proveer a ese auxilio especializado activando el servicio de urgencia que lo vino a socorrer.

Dejar que la vida vaya yendo. Yo hago mi parte, y sé que el auxilio divino es permanente. Me ha tocado comprobarlo en circunstancias de riesgo extremo.

Hoy sé que la situación en que vivimos colectivamente es riesgosa. No dejo de dirigirme constantemente hacia esa luz que brilla sin cesar dentro de mi corazón y alrededor.

En ella encuentro una fuerza serena y segura que me mantiene en un estado de atención y confianza. Esa luz es lo que sostiene todo lo que existe y anima la vida en todas sus formas.

Es el Dios en que creo. Un Dios cotidiano al que aprendí a reconocer desde niño y a lo largo de la vida. Esto no me evitó tropiezos, caídas ni extravíos. Al contrario, todo eso es lo que una y otra vez me trajo al mismo lugar.