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Ahora me toca florecer al borde del crepúsculo

De la escucha de mí

Escuchándome e mí mismo

Y viendo la trayectora de mi vida desde el comienzo

Veo que ha sido un trayecto fructífero.

Ahora me toca verme frente a frente

Una vez más

Con mi rostro y mis sentires.

Mirando el camino que me trajo hasta aquí

El amor sobresale como una luz intermitente.

Las semillas que desparramé

Y las que en mí se perpetuaron

Brotaron y siguen brotando

Cubren los campos.

Florecieron más allá de lo que um día pude haber soñado.

Mis escritos me contienen y me guardan

Y guardan también a cuantas personas me dieron la mano

En esta larga jornada.

Ahora me toca mirar hacia adentro y alrededor

Y saber que me toca florecer al borde del crepúsculo

Como es la ley de la vida y lo he visto en mi familia

Y la poesía nos lo recuerda desde siempre

¡Que viva la poesía!

No quieran encuadrarla en normas ni reglas

Ya que la poesía es la propia vida hecha voz, hecha canto, hecha grito, abrazo,

Tanto que no alcanzarían todas las palabras para decirlo.

Escribiendo

Pasas algunos días sin escribir, y las hojas esperando. Las hojas esperan y una parte tuya está allí, esperando. Y en esta espera, en estas esperas que esperas que no demoren mucho, escuchas, observas.
La vida sigue. La gente va y viene, y vos, en medio de la gente, por ser gente también, vas y vienes. Todo va y viene. La lluvia y el sol, el viento y el frío, la alegría y la tristeza. Los momentos de entusiasmo y el tedio. Todo va y viene.
Las flores que ves en el parque y en el jardín. Las voces amigas que te acunan dulcemente. Los autos por las calles y por las rutas, van y vienen. Todo va y viene. Y hay un silencio que te acoge, que recoge y reúne todo lo que existe.
Lo llamas Dios, si quieres, o no lo llamas con ningún nombre, pero igualmente te acoge, recoge todo lo que existe. Como las hojas, como tus pies en el piso, todo escribe, todo espera. La escucha, el escribir, todo es un auscultar.