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De que lado você está?

A humanidade não têm tendência. Ou você é humano/a ou não é. Muita gente faz de conta, tenta fazer crer que se preocupa com quem sofre, com as pessoas excluídas, com quem passa fome. Mas você não pode fingir que é humano/a. Ou é ou não é.
Aprendi com a minha história de vida que a humanidade não se divide em esquerda ou direita, crentes ou ateus, etc. Há toda uma indústria que tenta nos convencer do contrário. A direita seria quem se ocupa do poder e do dinheiro, da dominação e da exploração, e a esquerda seria quem se ocupa da justiça social e dos direitos, das condições de vida dos menos favorecidos.
O que eu aprendi com a minha experiência de vida é que esquerda e direita são dois lados da mesma moeda. Dois lados do poder. Pessoas que procuram o poder tendem a se desincumbir do ser humano. O poder nos torna cegos/as. Percebi isto na universidade, no movimento estudantil, nos grupos espirituais e/ou religiosos.
Meu foco está em um lugar anterior, um lugar em que o que conta é a pessoa. Creio que isto permaneceu em mim desde o começo. Ainda hoje tenho uma prevenção, uma espécie de detector, um sinal de alarme, quando vejo pessoas que se mostram como demasiadamente identificadas com uma crença ou ideologia, com uma instituição. Aí têm.
Depois do golpe de estado de 1976 na Argentina, tratei de compreender o que é que tinha acontecido. Comecei a pesquisar e a estudar. Li relatórios da Conadep (Comissão Nacional sobre Desaparecimento de Pessoas), do CIDH-OEA, da OPS-OMS. Percebi que o que tinha acontecido fora uma guerra de um estado terrorista contra a população civil desarmada.
A imprensa repetia a versão dos golpistas de que tinha se tratado de uma operação de limpeza para salvar a Argentina do comunismo. Não fora um confronto de esquerda versus direita. Fora uma operação de extermínio orientada a quebrar psicologicamente a população.
Finda a ditadura certos setores e personagens tentaram se apropriar de uma vitória que na verdade se deveu mais à ação das Madres de Plaza de Mayo do que a qualquer outro setor ou movimento. Tentaram roubar a história e a memória. Os genocidas e seus apoiadores foram julgados e condenados por tribunais comuns, num fato inédito no mundo.
Essa história não pode se repetir nunca mais. Nunca mais campos de concentração na Argentina. Nunca mais tortura, sequestro, desaparição de pessoas. Esta reflexão tenta resgatar um eixo, um foco, que para mim deve presidir não esta ou aquela atividade interna ou externa, mas o dia a dia.
A defesa dos direitos humanos não pode ser uma ação esporádica ou eventual. Há de ser um agir contínuo e integrado. Uma convergência independente de qualquer ideologia ou doutrina, no cuidado e na promoção da vida humana em todas suas dimensões. Um exercício pessoal e comunitário em que o valor da vida esteja sempre presidindo, orientando e motivando, mobilizando, abrindo espaços, animando a criatividade, expandindo horizontes.

Ecuador será sede de congreso personalista

La Asociación Iberoamericana de Personalismo y la Asociación Española de Personalismo organizan, junto a la Universidad Técnica de Loja (Ecuador), el III Congreso Iberoamericano de Personalismo.

El evento, que tendrá lugar del 1 al 4 de julio de 2015 en dicha Universidad, estará dedicado a profundizar en la realidad del ser personal y a conectar esta reflexión teórica con otras áreas, como la educación, la religión, la política, el derecho, la reflexión estética y artística, etc.

También se prestará atención a todos los pensadores iberoamericanos interesados en el personalismo.
Actualmente, está abierta la llamada para ponencias, que se pueden presentar en 7 áreas distintas.

En los anteriores congresos, realizados en 2011 en Guatemala y 2013 en Colombia, se ha contado con participantes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, España y Colombia.

La información está disponible en el enlace: http://www.personalismo.org/iii-congreso-iberoamericano-de-personalismo/

Adsum (Estoy presente)

Por Inés Riego de Moine

Si se nos exigiera contestar hoy a este peculiar interrogatorio que el místico renano Meister Eckhart (1260-1327) formulara a una persona buena, cualquiera de nosotros,…

“- ¿Por qué amas a Dios?
– No lo sé, a causa de Dios.
– ¿Por qué amas la verdad?
– A causa de la verdad.
– ¿Por qué amas la justicia?
– A causa de la justicia.
– ¿Por qué amas la bondad?
– A causa de la bondad.
– ¿Por qué vives?
– ¡Por Dios! ¡Lo ignoro! Pero estoy feliz de vivir”.
(Sermón Mulier venit hora).

…¿estaríamos preparados para asumir tales respuestas que reflejan el perfecto estado de confianza y abandono ante la desnudez que nos constituye y la gratuidad desbordante que nos rodea? Nosotros que queremos -y a veces creemos- saberlo todo y dominar la realidad, que vivimos en el vértigo de la posesión y la diversión, que acumulamos actitudes de egolatría e individualismo, que nos sumimos en la desconfianza y la desesperanza, contando con que somos, a pesar de todo, hombres y mujeres de buen corazón, hemos olvidado experimentar a fondo nuestra propia desnudez porque el peso de estas ‘posesiones’ nos visten a diario sin poder advertir que ellas nos impiden vivir en nuestro peso verdadero, el amor, eso de que cabe llenar nuestra vida y convertirla en una vida ‘de peso’. No en vano san Agustín dejó escrita esta confesión que debería ser la idea rectora de todo itinerario vital, la que nos conduce a lo mejor de cada uno: “Mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado” (Confesiones).

El hombre del interrogatorio carece de razones puntuales sobre las causas de su amor a la verdad, a la justicia, a la bondad, a la vida, a Dios…, no porque no las haya meditado, no porque no estén en él esas razones, sino porque vive en un estado de desapego de las cosas y de sí mismo que lo convierte en un hombre feliz, simplemente porque aprendió a vivir desde esta gratuidad universal y personal que se puede traducir discursivamente del modo que más nos guste: abandono ontológico (Meister Eckhart), vacío y nada (san Juan de la Cruz), Gelassenheit (Martin Heidegger), disponibilidad y estado de presencia (Gabriel Marcel y Emmanuel Mounier). Para Eckhart “el hombre que quiere comprender esto debe estar totalmente desapegado” (Sermón Praedica Verbum); siguiendo su huella mística Heidegger dirá que “el hombre, en el más recóndito fundamento de su ser, nunca es verdaderamente tal hasta que es a su modo como la rosa, sin por qué” (Der Satz von Grund). No pudo eludir ser inspirado por el bello poema del místico germano Angelus Silesius (1624-1677) titulado Sin por qué:

“La rosa es sin por qué; florece porque florece;
no cuida de sí ni pregunta si es observada”.

La rosa es la metáfora que ilustra el sin por qué de la vida misma, inclusive de la humana, que no requiere de una razón ‘para sí’, aunque la tenga ‘en sí’. ¡Cuán extemporáneas suenan estas palabras para nosotros, posmodernos globalizados en una cultura que sólo nos habla desde el placer y la eficacia! Ella habla desde el imperativo del ‘para qué’ utilitarista del momento y pocas veces desde el ‘por qué’ profundo de lo real, a todos nos consta.

Cuánto menos sabe hacer esta otra lectura que se nos ofrece desde siempre a todos: que lo que es, es sin más, sin por qué, porque la realidad misma responde al orden de la gratuidad, de lo donado sin por qué al ser humano, siendo él mismo puro don gratuito. Pero esta gratuidad del ser y del vivir no contradice en absoluto aquella genuina sentencia aristotélica que nos descubre como eternos buscadores de la verdad: “todo hombre desea por naturaleza saber” (Metafísica), ni tampoco al leibniziano principio de razón suficiente que nos hace partícipes del costado racional de lo real: “todo lo que existe tiene una razón de ser” (Teodicea).

Verdad y racionalidad que merecen ocupar el lugar correcto para no torcer ni traicionar el orden de la gratuidad: el saber -así como la racionalidad que lo ampara- cobra su justa medida en el amar que nos salva para la eternidad, comprensión esencial que respeta al todo del universo personal y que asumimos desde el personalismo comunitario.

No hay para nosotros otra manera de ser. ¿Por qué, entonces, afanarnos tras tantos espejismos que esconden nuestro hondón verdadero? ¿Por qué no dejarnos sumergir en este estado de vacío y desnudez donde somos plenos, vestidos de las más altas galas humanas, por haber hecho un lugar para Dios en el alma, como aconsejaba el doctor místico Juan de la Cruz? “En esta desnudez halla el alma espiritual su quietud y descanso; porque no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro su humildad” (Subida al Monte Carmelo).

Pero esta apatheia, esta pasividad propia de la actitud místico-religiosa, no implica la resignación ni la claudicación, sino un modo de ser esencial que nos dispone a la acción de una “conciencia no satisfecha”, comprometida solidariamente con el dolor del otro. No se refiere a otra cosa Emmanuel Mounier cuando, en el corazón del siglo XX, nos legaba su: “adsum, estoy presente”. Hacía de la disponibilidad que dice “presente” -y que tiene un gran componente de humildad- el valor y la virtud que nos acercan en plenitud a esa identidad que buscamos y, por lógica relacional y comunitaria, a ese rostro que decimos amar.

Imposible llegar a este estado de disposición y compromiso cuando estamos llenos de nuestro ego, de las mil solicitaciones materiales que nos rodean, de los infinitos por qué sin respuesta que, sin embargo, pretendemos agotar, de las responsabilidades eludidas a diario… Ese testigo del siglo XX que fue Mounier nos ha impulsado aún más allá: “Adsum. ¡Presente! El cristiano es un ser que asume. La última advertencia de Cristo antes de su muerte es un alerta contra el renegar y la ha dado a san Pedro, pilar de la Iglesia, el cual dijo: ‘Yo no conozco a este hombre’, ‘No conozco este acto’, palabras de muerte voluntaria; la imagen de Dios renuncia allí, con su responsabilidad, a su privilegio. Cuanto más se profundiza la esencia de la moral cristiana, tanto más confirmado en ella como centro de todo pecado aparece ese fariseísmo primordial por el cual el pecador, solidario de mil vínculos, se descarga de su peso sobre su vecino, sobre la colectividad, sobre los mitos, para darse la felicidad sin esfuerzo de una conciencia satisfecha” (Personalismo y cristianismo).

No es la felicidad de la conciencia satisfecha la felicidad que expresa el hombre del interrogatorio, sino ésa que nos interpela en lo profundo. Quien así ‘se abandona’, y en ello le va el ser un hombre feliz, es en realidad quien está mejor preparado para no claudicar ante su vocación profunda, para asumir sin dilaciones su misión en esta vida, para decir sin miedos ni falsas posturas: “estoy presente”. Difícilmente, pues, se pueda comprender y vivir el adsum en su encarnada pureza sin la actitud del místico, de la que debemos aprender mucho en este tiempo: desnudarse para ser en plenitud, vaciarse para adquirir peso propio, asumirse como la rosa, que no presume de su belleza ni pregunta por qué vive, en definitiva, hacerse nada para alcanzar el todo. A este reto ineludible estamos llamados hoy, reto que cantó a su manera inmortal san Juan de la Cruz y que no nos cansaremos de traer a la memoria: “Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada”.

La autora es presidente del Instituto Emmanuel Mounier Argentina

¿En qué Dios Creemos? por Inés Riego de Moine

Una vez más como todos los fines de año, el clima de la Navidad y de Año Nuevo nos invita a reflexionar sobre el sentido de lo que vivimos, que en gran medida está fundado en el sentido de lo que creemos, y si lo que creemos tiene sentido entonces hay razones para la esperanza. En este tiempo nos reunimos más de lo habitual, nos regalamos, disfrutamos del encuentro, brindamos y festejamos… ¿por qué? Porque la vida merece ser festejada por sobre todas las cosas, el amar y el sabernos amados, tanto de los que están como de los que se fueron antes que nosotros. La vida humana sin amor es un absurdo de la existencia, en la misma medida que una vida privada del aroma exquisito de la esperanza.

¿Podríamos vivir sin razones y sin voluntad de esperanza? Imposible para nosotros, simples ciudadanos de a pie, revestidos de “cosas” pero esencialmente “frágiles y desnudos” ante el espejo de la verdad. Porque hay voluntad de esperanza hay siempre razones para ella. Pero ¿en qué consiste esa “esperanza”, que no es sólo una palabra bonita para teólogos? En esa “espera” silenciosa de que se alimenta la vida cotidiana, aún sin percatarnos de ella. Esperamos en la vida, en los otros, en la realidad, en la “idealidad” que soñamos, en el sentido, en la justicia, en el amor que profesamos y que nos profesan, en que la inmortalidad nos espera tras la muerte y tantas otras formas de esperar…

Pero, ante todo, esperamos en Dios, por eso también -y notoriamente en estas fechas- le damos nuestro Sí, queremos que Él exista, lo convertimos en ‘esperable’, aunque a muchos de nosotros el tema “Dios” nos produzca escozor: la misma palabra Dios nos habla de “algo” sumergido en un mar de dudas. Pues bien, ¿de qué Dios hablamos?, ¿en qué Dios creemos? Éstas son algunas de las respuestas de las que estoy íntimamente convencida, y que quizás sirvan de punto de apoyo y reflexión a muchos que se confiesan creyentes de las grandes “religiones del libro”: judaísmo, cristianismo e islamismo. El Dios en el que creo sabe “dictar” respuestas racio-cordiales, y por lo mismo merecen que las compartamos:

Mi perplejidad continua ante el enigma del universo y su realidad autoevolutiva tendría un sentido, una meta en un Dios creador, alguien que fuera alfa y omega del gran ser bio-cósmico -el universo- que nos cobija, tornando quizás obsoletas las contiendas entre finalistas y evolucionistas, entre creacionistas y darwinistas, pues ¿qué le impide a esta realidad autosustentante, evolutiva y creadora, admitir a su vez un principio divino que sea su soporte providente y su inteligibilidad suprema?

Mi existencia, amenazada de continuo por el vacío, el sinsentido y la despersonalización enajenadora de una sociedad esclava de la violencia, el individualismo, el hedonismo y el consumismo encontraría un sentido liberador de aquel ‘hombre unidimensional’ de que hablaba Herbert Marcuse, y crearía nuevos caminos de diálogo y encuentro con la realidad y los demás hombres. Entonces este ser inquieto y eternamente insatisfecho que me constituye y cuyo deseo infinito me lanza hacia todo lo que no soy y quiero ser – “el hombre sobrepasa infinitamente al hombre” decía Pascal -, no sería vano, ni absurda ‘pasión inútil’ (Jean Paul Sartre), ni ‘ansia de lo imposible’ (Albert Camus), ni ‘insoportable levedad’ (Milan Kundera), ni ‘idea muerta’ (Michel Foucault), como los maestros del pesimismo contemporáneo han pretendido hacernos creer, a pesar que a ellos les debemos el no dormirnos en la cuna remolona de nuestras creencias.

Mi sufrimiento, inevitable ante el infortunio, la enfermedad, la vejez, la muerte, el dolor del otro, el mal y las mil formas en que se manifiesta mi condición de ser humano frágil y contingente, ya no sería definitivo sino destinado a encontrar un sentido en el gran fin salvífico que me aguardaría al amparo de la mirada misericordiosa de un Dios que me amara infinitamente.

Yo quisiera un Dios que me consolara tanto por la poquedad de mi vida como por la abundancia de maldad de una humanidad capaz de generar muerte, dolor y hambre en el desvalido rostro del prójimo burlando la inviolabilidad del mandato universal al amor, aunque el misterio del mal en el mundo me enterrase antes de poder descifrar su sombrío designio.

Yo quisiera finalmente un Dios a quien pudiera mirar a los ojos, un Dios personal, cuya existencia personalísima descubriría en mi interior gracias al increíble acontecimiento de haberse abajado a la condición humana, para tomar contacto directo conmigo, demostrándome así la humildad de su presencia y la infinitud de su amor. En ese Dios cuyo amor me cautiva y me transforma absolutamente, aunque yo no le corresponda en su altura amorosa, quiero yo creer y quisiera invitarte a creer. Un Dios que ha querido hacerse niño para poder mirarnos “al nivel de los ojos” y proponernos en esa mirada un puente para salir de la soledad, la desesperación y el abandono. En esta Navidad la luz de la eternidad nos acaricia el rostro para ya no dejarnos, ¿puede haber un gozo mayor?

La autora es doctora en Fiosofía y presidenta del Instituto Mounier Argentina

Personalismo Comunitario de Argentina divulga revista y seminario

Palabras de la directora de la Revista Persona,

Apreciados colegas e instituciones amigas:

Me alegra informarles que desde hoy se puede visitar la nueva Revista Iberoamericana de Personalismo Comunitario, Persona N° 20, que incluye valiosos trabajos de destacados personalistas desperdigados por el mundo, incluida una proveniente de Taiwan.
Como siempre, la misma puede desplegarse completa o por artículos, noticias o recensiones entrando al sitio http://www.personalismo.net/persona, a lo que hemos sumado la opción de descarga directa sin necesidad de navegar.

Una vez más, gracias a todos por acompañar el movimiento personalista iberoamericano desde la vocación y el lugar especial de cada uno, también desde el disenso.

En nombre del IEM Argentina y del Consejo Editorial de Persona, les agradecemos asimismo la difusión que puedan hacer en sus respectivos ámbitos académicos, reiterándoles la invitación a enviarnos sus artículos y comentarios.

Los saluda muy cordialmente

Inés Riego
Directora Revista Persona
iemargentina1@gmail.com
http://www.personalismo.net

Seminario sobre Personalismo Comunitario “El personalismo dialógico de Martin Buber”
Será realizado en la Ciudad de Córdoba, 5, 19 y 26 de octubre y
2 de noviembre de 2012

Aquí puede bajarse el afiche:

https://docs.google.com/open?id=0B4KS2GvQoLgHc1dJamp4RkhtS1U