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Orientese por los colores

Hay veces que uno dirige su mirada hacia adentro. Hoy, por ejemplo, me está ocurriendo de estar viendo, desde temprano, hortensias. Hortensias azules y blancas, celestes y rosadas, que vi en Gramado, Rio Grande do Sul, Brasil. Cuando veo esos colores, siento una sensación de una paz profunda. Una quietud muy intensa y envolvente. Es como si el tiempo hubiera parado. Las flores tienen esa propiedad: ellas detienen el tempo. Mientras uno mira flores, si uno mira las flores, el tiempo se detiene.

Volviendo

Un gran silencio. Un espacio vacío. No era lo que creía haber sido. Descupabilizando. Naturalizándose. Recordaba la charla con su amada la noche anterior. The night before. Resonaba la canción de Los Beatles.
El texto iba abriendo un nuevo rumbo. Había sentido una antigua inocencia, la vida recomenzando desde si misma, en sí misma. Una sensación virginal. La charla le había dejado la certeza de que no había tal cosa en su vida.
No era eso. El pasado era el abono de donde nacía una flor hermosa. El presente. Esto aquí ahora. Mientras el frío de la mañana mendocina le traía antiguas memorias que el tiempo recuerda.
Más tarde seguirían rumbo a Uspallata. Pero ayer seguía viniendo. Las palmeras del Rosedal. Las pérgolas de las flores. Las rosas, zinnias, claveles de la India. El pasto crecido. Abandono.
El lago del parque San Martín y las botellas de plástico flotando. Los ceibos. La avenida de las palmeras datileras y la gente corriendo o patinando, pasando en bicicleta. Y al pasar por el Club de Regatas, los autos parados.
Los jardines, los prados verdes, tupidos de follajes oscuros y claros, y el sol jugando con las sombras y con el frío de la tarde que ya se iba mezclando con el viento. Miraba aquellas palmeras altas, trabajadas en sus hojas, como grabados en el tiempo.
Esta sensación era muy fuerte, inolvidable. La había tenido también en las cataratas del Iguazú, donde anduviera con su amada en enero de 2013. Y ahora la sensación volvía muy clara y fuerte. Palmeras talladas en el tiempo.
Como el mar cincelado en Joao Pessoa, o los bamuzales de Praia Bela, en Paraíba. Palmeras talladas en el aire, como trabajadas a cuchillo, pero inmóviles, quietas, eternas. Y la gente en los prados, conversando, haciendo pic-nics.
La panadería La Parra. El encuentro con Leo que se iba a dar clases de guitarra. Y ahora al evocar, ese mismo silencio nace la vida. Una vida callada pero plena. Un lugar virgen, deshabitado, pero pleno, feliz, transbordante.
Semana Santa, pensó. Debía ser eso. Algo más allá de lo comprensible. Un espacio dentro de sí. Una pregunta no formulada. La vida vuelve de sí misma, en sí misma. La infancia volvía plenamente.
Recodaba las canciones que mamá cantaba. Abuelita y abuelito. La estación de trenes. La calesita con papá y con sus hermanos. El avioncito rojo. El Daniel. El club israelita. Las bicicleteadas a Potrerillos.
Todo estaba allí, como ayer. La vida había vuelto. La exacta sensación de que las letras tenían un lugar preciso, como ladrillos uno al lado del otro.

Contextualización, historicidad y perspectiva

Tengo la impresión de que en la época en que vivimos, muy frecuentemente carecemos de estos tres elementos. Vivimos en una especie de tiempo aplastado contra nuestra cara, impuesto, vertiginoso, un tiempo que no nos deja tiempo para ver que esa persona que nos hace daño, puede ser alguien que está en dificultades. No para justificar la agresión o el daño, sino para tratar de compreender.
Mirar el contexto, podría hacernos ver que esa persona nos ha hecho mucho bien en el pasado, y que ahora pasa por momentos difíciles. No, no vemos el contexto, vemos el acto aislado de la persona, como si la persona fuera solamente un acto, y no cualquier acto, sino una mala acción, algo que nos daña. Parece que vivimos en un tiempo en el que las cosas están ahí desde siempre, no hay historia, no hay proceso. Todo está aquí y es así desde siempre, parece ser lo que se nos impone a la percepción.
Pero no es así, nada está aqui desde siempre, ni nada es como es, desde siempre. Fue de otras formas, tuvo cambios, así como nosotros también cambiamos. Tampoco acostumbramos tener noción de perspectiva, las cosas parecen cerrarse sobre sí mismas, si no hay ayer, no hay mañana tampoco, pero tampoco hay presente, de esta forma. Si ignoro la génesis y el processo de lo que está aquí, ignoro también que no será siempre así. Así como vino cambiando hasta ser lo que es, será de otra manera mañana, de aquí a un mes, el año que viene, de aquí a no sé cuántos años.

Leyendo

Esa tarde, la sesión de lectura fué más corta que las anteriores. Leí de Norah Lange, una escritora argentina recentemente descubierta, Cuadernos de infancia. Y en seguida, de Vicki Baum, El ángel sin cabeza, la fascinante novela que me recuerda más intensamente a mi querida abuela Mamina.
Ambas lecturas me traen a ese mundo que tan facilmente me acoge. El mundo de los libros y las historias antiguas, donde mi imaginación y el sentimento se expanden sin límites. Leía en el vestíbulo de la casa de mi padre, ahora silencioso. Las paredes cubiertas por un papel de pared floreado.
Un cuadro donde mi padre, joven, luce al lado de Víktor Frankl, el creador de la logoterapia. Como tantas otras veces, estos breves momentos, me proporcionan un descanso y um placer benéficos. Miro las hojas amarillas del libro de Vicki Baum y recuerdo ayer a la tarde, cuando fuimos con María a caminar por el parque, y compré el libro en la barraca de usados del Club Mendoza de Regatas.
Las palmeras, el rosedal, la gente haciendo gimnasia. La estatua de la mujer en los jardines floridos. Las glisinas en los pergolados. Los clarines de guerra. La classe de pilates esta mañana. Caminando hasta la calle Pueyreddón. La profesora conversando, la música.
Papá desayunando con nosotros en la mesa del comedor de diario. La foto de mamá en la pared. Al leer, uno se va unificando con otras lecturas, otros libros. Otras tardes o noches o momentos en que nos dejamos llevar por las narrativas de los autores y autoras.
El libro de Norah Lange comienza con una frase que en seguida captó mi atención cuando, en la Librería Técnica, la leí por primera vez. Se refiere a la forma como ella recuerda, de niña, su primer viaje entre Buenos Aires y Mendoza.
Las narraciones siguientes son pequeños fragmentos de su vida de niña. Norah Lange, Vicki Baum. Unos relatos de Eduardo Galeano que me leíste, de su libro Vagamundo, vagaban esta tarde, como queriendo despertar algún eco. También relatos de niños contando sus primeras vivencias.

Buscando un rumbo

Cuando empiezo a escribir, me empiezo a ordenar. No importa mucho lo que escriba. El mero hecho de ir poniendo letras en la hoja, me organiza. Ahora escribiría, por ejemplo, sobre las sensaciones de esta mañana. La cabeza hecha un enjambre de abejas. Las hablas incomprensibles de ayer a la mañana y ayer a la noche. Gente que habla como si uno tuviera que descifrar lo que quieren decir. ¿Por qué no hablás claro, che piba o pibe? La celebración de anoche, tan linda.

La mujer viniendo con la vela encendida, y todos pidiendo al Espíritu Santo que descendiera sobre nosotros. La universidad de noche, llena de gente y de autos. Y hoy de mañana, las abejas en la cabeza. Abejas, hormigas. Algo así. Ahora la mañana ya va internándose hacia el mediodía, y yo todavía aquí tratando de encontrar un rumbo. Me iré a caminar, que esto es muy lindo y me hace bien.

Instrucciones-ejemplo sobre las formas de no hacer nada

Diferenciar, antes de todo, entre las formas de hacer nada, y las formas de no hacer nada. Sobre el hacer nada en sí mismo, muy poco es lo que puede ser dicho, ya que la nada, hasta donde llegan los conocimientos actuales, es muy difícil de ser hecha, si es que puede llegar a ser fabricada o elaborada. Ya sobre las formas de no hacer nada, algo puede ser dicho, si bien que, como es de esperarse, no deberá ser novedad, por lo menos para la mayoría de las lectoras y lectores.

Una de las formas de no hacer nada más auténticas, verdaderas y radicales, no es para nada recomendable, ya que las pocas personas que han insistido en llevarla hasta las últimas consecuencias, simplemente pasaron de ésta para mejor vida, dejaron de existir, fallecieron, y otras expresiones similares, de igual significado factual. En razón de esto, y para evitar que se nos acuse indebidamente de estar estimulando la muerte voluntaria, cosa que para nada tenemos en mente, aclaramos que entendemos por no hacer nada, el hecho de una persona no estar dedicada intencionalmente a realizar cualquier tarea, no importa cuál sea.

Ahora, que aparentemente o realmente, no sabemos aún, se ha definido el objetivo de estas líneas, trataremos de decir algo, para que no se piense que estamos sin hacer nada, lo cual, sin embargo, sería estar ya dándole un contenido a estas reflexiones. Se puede decir algo sin decir nada, lo cual es una práctica más común de lo que podría parecer. Se puede hacer de cuenta que se está haciendo algo, como ser mirando pasar las nubes, sin que eso sea, sin embargo, no hacer nada.

Y se puede estar haciendo cosas, sin hacer nada, que es lo más común, que nos pasa todos, y no me mire así porque se lo digo a usted también, sí a usted. Esto ocurre como cuando, ahora mismo, o en otros momentos, usted o yo o quien sea, no hay por qué personalizar, simplemente nos dejamos estar, estamos a toa, como se dice en portugués, como me pasó esta tarde, cuando por no tener otra cosa que hacer, salí a caminar por las veredas  del barrio.

Es decir, salí a caminar, lo cual aparentemente fue una manera de hacer alguna cosa, cuando en realidad, era nada más ni nada menos, que una forma disimulada de no hacer nada. Bueno, la cosa da para mucho y sé que todas ustedes o todos ustedes, podrán agregar cosas de su propia cosecha, seguramente más originales o creativas que lo que hasta aquí fue dicho.