Arquivo da tag: Linguagem e realidade

Os Muros da Rotina

Não vem nada de dentro, cada palavra sai da caixa preta em que todas estão em estado latente, corre em direção à consciência mas dá de cara com a parede invisível que a rotina constrói, tijolo por tijolo no limiar da alma. Furadeiras, machados, dinamites e marretas, nada disso funciona para ruir em pedaços esta fortaleza às avessas que todos levam pesadamente dentro de si. Contra ela há algumas táticas: o diário exercício de sua manipulação, como revolucionários fugindo da censura, atravessado palavras por cima do muro, cavando seu frágil fundamento ou atravessando metafisicamente os átomos; alvejando o muro com as palavras mais duras, mais resistentes, todo o tempo, bravejando contra ele, como revolucionários gritando nas ruas pela liberdade e pelo amor livre; caminhando pacientemente ao longo do muro e procurando suas brechas, seus buracos e defeitos, enrolando as palavras em finos canudinhos e enviando pro outro lado, como revolucionários resignados que lutam todo dia por causas póstumas; ou então colocando em crise a existência do muro. Colocar em crise a existência do muro, em crise, em crise…

A cada palavra digo: não aceite o muro, a parede é falsa como um pesadelo. Mas é preciso acreditar-me e daí, principalmente acreditar-se. E assim vão surgindo as palavras deste lado do corpo. A palavra consciente não conhece barreira, passa incólume às tentativas do mundo, já dispostas na gente comum, de impedi-las. São fortes essas que saem, o prenuncio de um novo mundo pessoal. Não, não é fácil exteriorizar a fala legítima e que obedece aos verdadeiros anseios. É prática diária e deve ser exercitada nos momentos de maior desprendimento, no ócio, naquele tempo que o mundo convencionou chamar de improdutivo. A palavra de verdade é improdutiva pros objetivos de quem acha que beleza é prolixismo. Vamos, vamos, a galopes em direção ao grunhido…

Cada palavra é um ser revolucionário. Mas a consciência, assim como a realidade material, já é dominada, desde o berço, pela banalidade inoculada no mundo. E recriamos o tempo todo a fingida necessidade do banal, do trivial, do imediato, do agora. Eu quero as palavras de sempre, que perduram. Menosprezar a palavra é minar a base do nosso crescimento. Chega de “texto de internet é pequeno”, de 140 caracteres. Eu quero o texto que quer ser em si mesmo a encarnação do pensamento fluente. Criar, de frente pra barreiras, pro orgão – interno ou externo – da censura pessoal, é tarefa cansativa. Mas é bom lembrar, os melhores alunos são sempre os que ficam mais tempo no canto da sala, de frente pra parede, só pensando, só pensando: como é que eu me livro desse castigo?

Penso: como é que me livro?

Las palabras y las cosas

Hoy me levanté antes de las cuatro de la matina. La cantidad de cosas que me pasó por el pensamiento desde aquella hora es infinita. Una de ellas, los lugares de Poe y Lovecraft, Borges y Graciliano Ramos, en la literatura. Mejor dicho: los lugares que Poe crea en La caída de la casa de Usher, Lovecraft en La tumba, Borges en Límites y Graciliano Ramos en Angústia. No sé si a toros/as lectores/as les asará lo mismo, pero cuando releo estas obras o las recuerdo, vuelvo siempre y siempre a los mismos lugares que ya visité o donde ya estuve al leerlas por primera vez, con una pequeña y breve excepción: El cuento La tumba, de Lovecraft, que releo en una nueva traducción que me cayó a las manos esta semana, me lleva al mismo lugar pero no del mismo modo, no de la misma manera, no al mismo lugar, en realidad. La excepción debería llamarnos más la atención que lo repetido, y así es. No me interesa explicar el por qué de esa variación, pero sí anotar su ocurrencia. Pensaba en las facultades humanas de la percepción, la atención, la observación, la memoria, el afecto o la afectividad, la imaginación, la intuición, y la intención, entre otras.

Cómo el ser humano es una construcción compleja, maravillosa, que sabe que va a morir, cuya realidad transcurre del lado de acá de esa finitud, en el espacio determinado de un tiempo definido.

He publicado en El Ortiba algunos de mis mejores relatos. Esta es una afirmación dificultosa, pues un autor nunca sabe en verdad, o sabe, cuáles son sus mejores escritos. Me refiero, en particular, a Buen día Argentina, y otros que llevan fechas como 1976/1977-2009, creo.

Son textos que, como La maravilla de estar vivo, expresan la sorpresa, el asombro, la admiración, con ese hecho monumental de que estás ahí leyendo, respirando, sintiendo, pensando, mientras esperás algo que va a pasar o recordás algo que ha pasado, o te preparás para ir al trabajo o a la cama o a tu casa o no sé adonde más, solo tu lo sabes. Te estarás preguntando adónde quiero llegar.

No todo puede expresarse en palabras, a veces hay cosas, y los textos de Poe citados, así como algunos de Lovecraft y Borges y Graciliano Ramos, bordean esa situación. Hay realidades que no pueden expresarse con las palabras conocidas, James Joyce y Guimarães Rosa, el autor de Grande Sertão Veredas, partieron para la creación de nuevas palabras, neologismos, talvez se diga. Poe y Lovecraft, el primero en Ligeia, como ya dije, y el segundo en varios de sus relatos de horror sobrenatural, como Los mitos de Cthulhu y En las montañas de la locura (At the mountains of madness), pero también en El color que cayó del cielo (The color out of space), consiguen llevarnos a mundos nuevos y desconocidos hasta entonces, en una tentativa exitosa por arrancarnos de la finitud en que la vida humana transcurre, aprisionada frecuentemente en los límites de un cotidiano estrecho y estrechante, constreñido por la falta de creatividad que nos impide crear palabras nuevas para cosas nuevas. Buen día, no sé si me explico.