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En la lectura busco placer y compañía

Establezco simetrías e identidades

Rehago caminos

Como cuando escribo

Ensancho mis horizontes

Hago pie a tierra

Como cuando camino

Me reconozco y me amplío

Me enraízo y florezco

Como cuando poetizo y amo

Me inmortalizo por algunos instantes

O días o años

Como cuando pinto y viajo

Deshago soledades

Me emparento con una humanidad positiva y sana

Para quien la igualdad y la justicia social

Son la propia esencia de la vida.

Por eso leo

Nunca dejo de leer.

Foto: Julio Cortázar y Jorge Luis Borges

 

¿Para qué escribir?

Llegar un poco todavía dormido. No tanto que no vea las coincidencias. Amarillo sucediendo al rojo. Recordar ayer mi primer empleo como profesor, en la Escola de Sociologia e Politica de São Paulo, en 1984.

Me fui haciendo gente con esa gente. Alumnas y alumnos que recuerdo todavía. Era mi primer empleo en mi área profesional. Hasta entonces habían sido trabajos temporarios. Investigación de mercado. Investigación socio-económica. Era un salto adelante. Me sentía orgulloso.

¡Han pasado tantos años y está todo tan vivo! Aprender a enseñar. Aprender a aprender. Construir juntos y juntas. Una aventura. Además, tenía la alegría de encontrar un lugar donde era querido. Había afecto. Íbamos procesando nuestras historias de vida en una especie de cooperativa activa.

Yo aterrizaba en mi profesión y ganaba un espacio de realización personal. La vuelta al ser humano en 8 mundos. Era el comienzo. O la continuación. Nunca vi la sociología desligada de una transformación personal y colectiva. Era juntar mis tiempos. Como cuando escribo. Saber que se puede. Es necesario. Hacernos unos a los otros.

Saber que necesitamos de las otras personas para existir. Hoy me pregunto cuántos son esos mundos que nos componen. Que me componen. Nunca veo la vida como algo separado. Es junto. Es con. Así fue desde el comienzo y así sigue siendo. Hoy hay una especie de plantación de lo contrario. Que yo puedo ser sin vos.

No hay eso. Lo peor que le puede pasar a una persona es no ser ella misma. Dejar de ser para ser aceptada. Luché toda mi vida contra esto. Hay muchas personas que luchan también en el mismo sentido. La vida sólo tiene sentido conmigo como titular. Esto es ser el protagonista de la propia historia.

En parte lo conseguimos, en parte nos imponen historias ajenas. Librarnos de lo ajeno es la tarea. En eso estoy. Lo que más bronca me dio siempre, y me sigue dando, es la persona disociada. Vive de un modo totalmente contrario a lo que quiere hacer creer. Trato de que no me suceda. No es fácil, porque no siempre tenemos el control sobre lo que sucede.

¿Qué escribir? ¿Qué decir o no decir? Dejar que venga la palabra. Jugar a poner letras al renglón. Como cuando en el internado nos obligaban a hacer caligrafía. Ahora nadie me obliga ni estoy internado. Me interné en mí mismo y lo sigo haciendo. Esta internación es de nuevo una aventura. Un descubrimiento que me trae placer y alegría. Tranquilidad.

Es como irme dejando llevar por la realidad. Así de pronto la vida es buena. Me alegra estar vivo. Estar sano después de todos esos días de tos. Sin miedo de morir. Y sin miedo también a tener miedo de morir. No me gusta la muerte ni la idea de la muerte. Me alegra que Brasil esté saliendo de las tinieblas del régimen ilegal implantado en 2016.

Es pésimo vivir bajo amenaza de muerte. No es sólo la muerte física. Sino la otra, la peor. La muerte moral. La muerte interior. El estar muerto o muerta sin saberlo. Trato de que no me pase esto. ¿Cómo lo hago? Trato de estar presente en lo que hago. Con la totalidad de mi ser. No doblarme de continuo a las exigencias del medio.

No necesito estar transigiendo siempre. Ni tampoco estar chocando siempre. Puedo cambiar de perspectiva. Hay cosas que no puedo cambiar. Puedo cambiar mi actitud. En vez de sentirme víctima de comportamientos ajenos, tomar distancia. Verlo de otro modo. Dejar pasar. No como actitud permanente, pero como posibilidad.

Abrirme al amor. Esto me airea más que todo. En el fondo soy un tipo simple. No he seguido otro camino en mi vida. Descubro que no importa los años que tengo, lo que sí importa es lo que soy. Y lo que soy lo hago a todo instante. Esto me amiga con la vida. Y aunque parezca mentira, también con la muerte.

No me asusta lo que pueda pasar, ya que estoy aquí. Estando aquí es más fácil. ¿Qué es lo que trato de evitar a toda costa? El no ser yo. El peor martirio es ser el propio enemigo, la propia enemiga. Esto es lo que no debe ser. La amistad conmigo mismo. En eso estoy.

Misión cumplida

Llegar aquí es placentero. Es ver todas las cosas desde otro lugar. Saber que hay una esperanza.

Una posibilidad. Una hoja en blanco. Toda mi vida escrita.

La vida vivida. Cuando veo la hoja en blanco me alegro. Toda mi vida escrita.

Aprendí a borrar. Eliminar algunas páginas. Deshacer historias equivocadas.

Perdonar y perdonarme. Lo que creí que fueran defectos míos, son humanos. Cosas que pasan.

Me abro al mundo alrededor. Veo que supe enfrentar y sigo sabiendo enfrentar dificultades y peligros. Flexibilidad y atención.

Atención a la vida. Toda mi vida está reunida. Es una sola cosa. Esta sensación de unidad es placentera.

Misión cumplida. No escribo para otra cosa que para seguir siendo yo mismo. Es una finalidad simple, y la consigo.

Al mismo tiempo hago puente con otras personas. Y esto genera una fuerza transformadora. Se genera comunidad. Sé que no estoy solo.

Renacer

Ya se escucha el canto de las aves. Ahora ya falta poco para que salga el sol. La luna detrás de una nube. Y los edificios de la ciudad en el horizonte.

Nada tan bueno como vivir la propia vida. El corazón contento lleno de alegría. La belleza que llama a disfrutar nuevamente de la jornada. Aprendiendo a vivir en relación sin rendirme. Lo supe desde siempre. Es que ahora es más consciente.

Junto mis tiempos cuando escribo. Imposible no conectar la alegría que siento, con el momento que se vive en Brasil. La diversidad en movimiento. La inclusión social y la integración social como pauta del gobierno de Lula. Es volver en el tiempo. Mis tiempos de estudiante.

No dejo de tener los mismos no sé si llamar de defectos, ya que trato de no juzgarme ni condenarme, pero sí características. Sea como sea que yo soy, es así como me quiero, y esto es ahora algo concreto, pleno y lleno de significado. Dudas, inseguridad, incerteza. Forman parte de la vida.

Más bien veo que mi eje principal sigue siendo lo bello. Lo que anima. Lo que mueve y le da sentido a la vida. Un día comienza y es una especie de preludio de las alegrías que vendrán. Mi foco es cada vez más lo que está siendo. Lo que está aquí.

He ido construyendo y sigo construyendo el mundo en que vivo. Aprendo que existen otras personas además de mí. O además de yo. Yo y las demás personas. Esto que parece una banalidad, está muy lejos de serlo.

Definir y comprender las propias fronteras, discernir los contornos de los límites dentro de los cuales existo, es toda una ciencia. ¡Está lleno de gente que desconoce esto tan fundamental y simple! Antes me dedicaba a enfrentarles y condenarles.

Ahora más bien trato de defenderme de los eventuales inconvenientes que puedan llegar a derivar de la proximidad o contacto con tales seres. No me confundo más, o no me confundo tanto. Sé que tengo un tiempo determinado de vida, que espero esté bien distante.

Sin embargo, mantengo a la vista y a la mano, los recursos que aprendí a descubrir y usar en esta ya larga jornada. Esto me junta conmigo mismo. Disminuye o se extingue la guerra interna. No me disocio más, o casi no más.

Al ser uno, unificado en todos mis tiempos, más bien fluyo con cierta tranquilidad, en un mundo aparentemente tan diferente del que viví, pero sin embargo tan esencialmente igual a cualquier tiempo anterior. Ya no me siento un exilado en el tiempo.

Miro a la gente con sus hábitos y características, y no me siento tan distante de lo que veo. Un trayecto breve entre dos eternidades. Mucha más perplejidad que certezas. Y no sé si por eso mismo, más sorpresa a cada instante.

Y una seguridad que brota de este ir mapeando mi estar aquí, lejos de las rotulaciones que pretenden decir mucho sin decir nada o casi nada. El haber juntado mis tiempos en este ejercicio diario del vivir, me reconcilió conmigo mismo.

Sé que soy el mismo que empezó este camino hace ya tanto tiempo, allá en mi Mendoza querida. Una Argentina que aprendí a amar trabajando para que todas y todos tuvieran derecho de vivir y estudiar. Este sueño mío se viene realizando en el Brasil de Lula.

Y me veo reflejado en la alegría de este pueblo que ahora vuelve a ser feliz. La maldad y la perversión capitalista no son un invento de la izquierda. ¡Son una afrenta a Dios y a la humanidad! Me alegra estar participando otra vez de un renacer que es personal y colectivo, comunitario, al mismo tiempo.

Mi mejor tiempo

Este es mi mejor tiempo. La sintonía perfecta con la memoria correcta. Se abre una brecha en el velo de la nada. La asunción del gobierno popular de Brasil establece la seguridad que necesito.

Es terrible vivir con miedo. Es otro tiempo ahora. Para mí y para este país donde vivo desde hace ya más de 45 años. Toda una vida. El 8 de diciembre de 2022 se cumplieron esos años. El tiempo de mi llegada desde Argentina. Ese mismo día tuve la experiencia singular de estar sin miedo, sin culpas, sin rabia ni odio, y sin resentimiento. Un tiempo mío, plenamente. Duró algunos momentos. El tiempo en que estuve almorzando en el restaurante Taipas, donde suelo comer habitualmente cuando estoy en Cabo Branco. Esta experiencia me ha ido trayendo aún más a este espacio que soy. El lugar de mí. Lo que he venido buscando toda mi vida. El hecho de que lo ande buscando no significa que no lo haya encontrado. Lo busco y lo encuentro y habito. Por eso es que estoy así. Estoy bien.

Todo duerme. Alrededor y a lo lejos, las luces de las viviendas vecinas. El canto de los grillos. ¿Y si fueran grillas? No sé lo que puedan llegar a ser grillas. Me refiero al femenino de grillo. Se trata del lenguaje inclusivo. Incluyente. Como sea que se diga. El asunto es incluír. Incluír de hecho, no solamente con palabras. La palabra es un comienzo. Es el comienzo, la base, el fundamento y la cosa misma. Es todo. Por eso es que ahora tengo aún más cuidado con lo que digo. ¿Qué estoy diciendo? ¿Es lo que yo quiero decir, o es un implante, una imposición externa internalizada? Escucho más que digo. Y cuando digo, sea a mí mismo o a alguien más, es porque es lo que tengo que decir. Tengo especial cuidado en lo que digo a mí mismo y sobre mí mismo.

En este espacio es donde se había instalado un diálogo depreciativo. La autodepreciación. Una perspectiva despectiva, fruto de violencias sufridas e interpretaciones equivocadas sobre mi actitud frente a esas violencias. Yo enfrenté el abuso, o mejor dicho, los abusos de distinto tipo que me tocó enfrentar desde el comienzo. Lo enfrenté de diversas maneras. Resistiendo, denunciando, buscando ayuda, buscando otros espacios de acción donde pudiera ser yo mismo. Nunca tuve una actitud omisa ni siquiera tolerante con el abuso, con la acción abusiva que se intentaba imponerme. Esto me libera. No tengo culpa. Ningún tipo de culpa. Resistí de distintas maneras, y lo sigo haciendo. Los efectos de la tentativa de quebrarme los he ido viendo poco a poco.

¿Qué hice? ¿Qué sigo haciendo? Lo mismo de siempre. Ignorar y resistir. Denunciar y buscar espacios de libertad. Espacios de acción y creatividad. Por eso es que me agarro a esta revista. Ella tiene el mismo nombre de una de corta duración que creamos los y las estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo en los años 1970. Consciencia. Conciencia social. La conciencia es una sola. Es y no es. La conciencia individual no es independiente de la conciencia social. Tampoco es del todo dependiente. Hay una relación de mutua imbricación. No podemos ir más allá de los límites de lo colectivo, y al mismo tiempo debemos ir constantemente más allá, bajo riesgo de desparecer y perder nuestra individualidad.

Nuestra personalidad, nuestro propio ser, es una costura fina entretejida, entrelazada con el mundo circundante. Al mismo tiempo, somos algo que constantemente se rebela, debe rebelarse, a la sumisión que lo masivo intenta imponer. Sin eso, seríamos menos que ser. Seríamos una cosa, una masa. La mayor parte de la gente no siempre sabe que podría ser diferente. Apenas sigue lo que le determinan, en parte. Otra parte, una ranura, sospecha o puede llegar a sospechar, que podría haber una posibilidad de no perderse. Esta brecha es la que exploramos aquí. Es la rebelión. El decir que no a lo inaceptable. Es de tal manera plenificar y poner a nuestro favor el tiempo presente, que nada pueda destruirnos, ni siquiera la posibilidad de la muerte.

Por poco que la persona tenga alguna noción de sí misma, deberá haber sorprendido en su trayectoria de vida, uno o muchos momentos en que se levantó y dijo que NO. No importa demasiado si consiguió evitar el mal. Basta haberse opuesto. Esto NO. ¿De qué lado estuvimos, a lo largo de nuestra vida? ¿Del lado de quienes simplemente bajan la cabeza y se dejan someter, o al contrario, del lado de quienes siempre tuvieron una actitud honesta y directa, clara y firme frente a lo inaceptable? Ha pasado ya mucho tiempo desde el principio. Infancia y juventud, edad madura. Todo lo veo en perspectiva. Ahora veo una luz que brilla como al comienzo, y que nunca dejó de brillar entre medio. Me agarro de esa permanencia, que mi fe sitúa en el campo en que convergen la confianza en mí mismo y en la comunidad, en el futuro.

Mis valores. Sin eso no somos nada. Seríamos mero juguete en medio de las circunstancias. Una hoja al viento. Hoja al viento soy cuando quiero y si es que quiero. Pero soy yo quien decide. Me dejo llevar por el amor. Pero esto es como andar de la mano con la fuerza que mueve y sostiene al mundo. El amor da trabajo. El amor impone tareas. No son tareas forzadas, pero hay que actuar. Hay que decidir por dónde ir, e ir por allí cueste lo que cueste. No hay una actitud pasiva frente al mal. Al mal se lo enfrenta con una actitud decidida y clara en favor del bien y de lo justo. Entonces descubrimos que nunca estamos solos ni solas. Está con nosotros y nosotras una fuerza invencible. Es la que hace girar los planetas y salir el sol todas las mañanas. Como es un tiempo muy confuso, me esfuerzo en ser claro.

El restablecimiento de la democracia en Brasil me devuelve la seguridad que necesito para seguir adelante. Bajo el miedo y las amenazas de muerte es muy malo vivir. La vida se agazapa. Es mejor que haya orden. Respeto a la ley. Andar por la calle con más confianza. Ya se anuncia el desarmamento de la población. Es mejor sin armas. Con libros. Libros que nos muestran que la vida no empezó cuando yo nací ni cuando vos naciste. Había vida desde mucho antes, y es preciso saber, es preciso estudiar, es preciso trabajar para ser gente. No basta nacer para ser humano o humana. Tenemos que hacernos.

Un “presidente” que insultó y violó todos los principios y valores no sólo de Brasil sino de la humanidad, huyó dejando un saldo de muertes y miseria. Empieza otro tiempo. Los tiempos son cortos, esto aprendí. Duran fracciones de segundo. Es la puerta estrecha de que habla el evangelio. Es por donde podemos ir. Es por donde hay que ir.

Limpiar la despensa

Este 2022 también fue el año en que el miedo a la violencia, a perder el patrimonio, los hijos, la casa, la herencia o la libertad fue ampliamente alimentado por sujetos que se dicen patriotas y, como era esperado, el miedo ocupó y todavía ocupa un gran espacio en el imaginario nacional. Tal como un boomerang que va y viene en un espiral ascendente, el miedo continúa creciendo y quienes lo fomentan lucrando con él.

Todos los años, en la última semana del calendario, escribo una columna con el tema que considero marcó el ciclo que termina.

Todos los años tengo muy claro sobre qué voy a escribir. En esta ocasión son tantos los posibles que no se bien por dónde empezar.

Escogimos un Presidente que nos prometía brisas de juventud y renovación. Un Presidente que no teme cambiar de opinión y, por el mismo motivo, es ampliamente criticado. Votamos por una propuesta de nueva Constitución y perdimos. Presenciamos una guerra y la pandemia, que pensábamos ya había terminado, y continúa entre nosotras.

Tuvimos un Mundial de Fútbol en el que no participamos, en un país donde murieron 6 mil personas para recibir a sus convidados y que viola sistemáticamente los derechos humanos de las mujeres. Por algunos días u horas nos emocionamos con la victoria de otros países y dejamos de lado la preocupación por los derechos y las vidas.

También dejamos de lado ese extraño patriotismo que ha tomado cuenta de un sector de este y otros países. Patriotismo que se sustenta en banderas, símbolos y canciones entonadas con furor.

Un patriotismo regado a creencias religiosas y concepciones con un poco de olor a algo que hace mucho tiempo venció en la despensa de las ideas, pero extremamente válido para quienes saborean los platos servidos con toques de falacias naturalistas donde sólo existe un tipo de familia y la diversidad es considerada, para la moral de estos patriotas, extremamente peligrosa para el buen funcionamiento de sus dogmas.

Este patriotismo, que tiende a oler a rancio, fue el que consideró que en Chile sólo podemos vivir chilenos, nada de chilenas porque eso es considerado también poco patriótico y eliminó con un trazo de lapicera la posibilidad de reconocer a los pueblos originarios como parte legítima de una nación.

Para estos patriotas, imaginar que Chile podría ser un Estado plurinacional generó alertas inmediatas de peligro. El status quo que mantiene en la despensa, llenas de moho, a las premisas fundamentales para sobrevivir le podía entrar algo de aire y luz.  Dos elementos que no conviven con el moho.

Estos mismos patriotas insistieron en que las mujeres, esos seres que sirven para procrear o prestar el cuerpo como dijo una vez una senadora, podríamos abortar incluso en el noveno mes y la lógica de este argumento se vio tomada por el moho que no permitía ver lo ilógico del mismo. Tal como en años anteriores la mentira y el engaño fueron actores principales en el escenario nacional.

Este 2022 también fue el año en que el miedo a la violencia, a perder el patrimonio, los hijos, la casa, la herencia o la libertad fue ampliamente alimentado por sujetos que se dicen patriotas y, como era esperado, el miedo ocupó y todavía ocupa un gran espacio en el imaginario nacional. Tal como un boomerang que va y viene en un espiral ascendente, el miedo continúa creciendo y quienes lo fomentan lucrando con él.

Este 2022 fue extraño y algunas veces incluso parecía que estábamos estancadas en él. El 31 de diciembre nos obliga a cambiar las agendas por las nuevas que dicen 2023 y observamos esas hojas en blanco imaginando que, por algún motivo, todo será mejor sólo por el hecho de cambiar el calendario.

No me excluyo, y observo las páginas en blanco con la esperanza de cambios que efectivamente limpien las despensas de las ideas añejas que no permiten la entrada de aire fresco sólo por el miedo de abrir las ventanas y las puertas para permitirnos escuchar nuevas ideas, diferentes a las que ya conocemos.

Mi esperanza para este año que comienza se basa en algo simple y extremamente difícil de lograr cuando estamos tomadas por el temor de dejar atrás lo conocido, aunque sea incómodo. Mi esperanza se basa en abrir puertas y ventanas que nos permitan sorprendernos al escuchar más y arriesgarnos a dialogar.

No es el cambio de año lo que nos cambia. Lo que cambia son esas hojas en blanco invitándonos a llenarlas con palabras nuevas y conversaciones que nos permitan conocer y reconocer que el otro, la otra, me pueden enseñar algo si escucho y me escucho a mí misma al hacerlo.

La disposición emocional de respeto por lo que la otra o el otro tienen para decir no es la fórmula mágica para cambiar el mundo, pero sin duda es un abrepuertas que permite renovar la despensa de ideas.

Al escuchar aprendo que siempre es posible integrar algo nuevo y fresco y, al mismo tiempo aprendo y me concedo el permiso de botar lo que ya no sirve más.

Fuente: El Desconcierto (Chile)

(31/12/2022)

Diario

Diario. Un lugar para mí.

Uma posibilidad para ser yo la persona que soy, más allá de las presiones sociales que, como sabemos, son potentes e inevitables, llevando muchas veces a la anulación o, al menos, a la deformación de la persona y de la personalidad.

Estar yo en mi lugar y ser yo la persona que soy, en la infinita o al menos enorme variabilidad de dimensiones que me componen y habito, es lo que me hace llevar un diario. Un lugar donde estoy a gusto, más allá de intentos por agradar o provocar no sé qué impresiones en quien quiera que sea.

Muchas veces la violencia nace de la falta de sí, la ausencia de un espacio interno aceptable. Este lugar de la persona no puede ser negado. Tenemos derecho a existir, y esto tiene un significado concreto.

Que tengamos que coexistir y hacer concesiones o modificar comportamientos en el encuentro muchas veces conflictivo con las demás personas, no significa que debamos cancelarnos por el hecho de vivir en relación. La vida es hasta el final. No cesa, o no debe cesar antes de tiempo.

Me empeñé como profesor, y sigo empeñándome como escritor, en estimular y promover, habitar propiamente, el espacio del ser. El lugar de la persona. Esto me pone en primer lugar, en el sentido de que a todo momento y en cualquier circunstancia, mi prioridad es seguir siendo yo mismo.

La tarea de encontrar y habitar el propio lugar es incesante y no puede ser postergada. De ahí que la atención a la vida, el cultivo de lo que nos hace bien y nos alegra, lo que nos hace felices y plenos o plenas, sea un objetivo central y propriamente vital.

No ceder en lo esencial, aunque muchas veces tengamos que hacernos a un lado o dejar pasar algo que podría dañarnos. Recuperar el sentido de las palabras es algo a lo cual el diario nos va acostumbrando.

¿Qué quiero decir cuando digo algo? ¿Sé lo que estoy diciendo, o meramente repito lo que escucho o lo que veo por ahí, en las redes sociales? Brasil ha vuelto en sí. El país vuelve a sí mismo. La gente ha venido también volviendo a sí y en sí.

Leo mucho, siempre leo mucho y me leo en lo que leo y en lo que escribo, en lo que sucede. Lo bello tiene un lugar primordial como fuente de vida y de energía. Descubrir esto y aceptarlo, cultivarlo, es una sola cosa. Amar da trabajo, y exige una actitud de apertura y creatividad constante.

Es más fácil odiar, pero esto me destruye. No quiero destruírme. Estos últimos 10 años en Brasil han sido de resistencia y de construcción de espacios de supervivencia. Esto deberá continuar en el retorno a la democracia. La liberación no es automática.

No se trata de repetir lo que otras personas dicen o hacen. Es más bien un volverse continuamente a las fuentes de la vida y del amor. Un despertar constantemente a lo que es verdadero, a lo que está aquí. El arte, la poesía, la escritura, son cruciales en este empeño.

La pasividad consumista, la actitud meramente sumisa a autoridades externas, imbeciliza, nos extraña de nosotros mismos, mismas. La vida es un soplo. En un instante pasa y se va. Alegría es imprescindible para ser feliz. ¡Buen día, Brasil! ¡Buen dia, humanidad! De vuelta estamos de vuelta.

Frecuencia sensible

Hasta que llego a la hoja es una especie de ausencia. Inexistencia. No sé si es bien así, pero es más o menos así. Cuando llego es una paz. Tranquilidad. Estoy en casa. Todo es como debería ser. No me falta nada. Todo está bien.

Los afectos, la familia, el trabajo. Entonces dejo que vayan bajando algunas impresiones. Vivencias. Experiencias. Sentimientos. Cosas que por ahí no están del todo bien, se arreglan. Se organiza. Por ahí un cansancio. Una expectativa todavía no cumplida.

Entonces empiezo a ver lo que hay. Lo que tengo. Esa ranura de luz por donde paso. Esa puerta estrecha por donde consigo atravesar. Saber que todo está bien. Mi fuerza. Mi luz. La confianza en que me apoyo. Saber que no estoy solo. Aquellos sueños que persigo y que me alimentan y sostienen.

La belleza que veo adentro mío y a mi lado. Los gestos de personas que por ahí me hacen sentir que no estoy solo. La frecuencia sensible, amarillo y rojo. El placer de ver una flor, un paisaje, un rostro. Saber que todo va cambiando y yo también.

Escribo como una necesidad. Mi vida se reúne. Mis afectos aparecen en todo el esplendor de su realidad. Mi fuerza se multiplica. Por eso sigo escribiendo nomás. Más y más. Día tras día. Compaginando el libro que soy y por donde ando. Cuando estoy en mi frecuencia, estoy feliz.

Concientemente

Escribo sin tener algo muy definido para compartir

El intento, sin embargo, siempre trae más cerca alguna vivencia

Alguna experiencia

Alguno de esos retazos de vida de que se compone el existir

Andar por las veredas del barrio

Ver el mar

La gente pasando por la peatonal

Los barcos a lo lejos

El barranco de Cabo Branco

Las idas y venidas cotidianas

El aprendizaje incesante

En dirección a más claridad, seguridad, confianza

Dejar las presiones indebidas

La vida ya exige algún tipo de presión

Que sea la mínima para persistir

No dejar que los hábitos o la costumbre cancelen el aliento

El ánimo sin el cual ya no sería vida sino mero aguantar

Esperar y esperar siempre que necesario

El ritmo de las cosas y el propio ritmo

Estar cerca es más que explicar, que complica

Saber que el aprendizaje constante renace la vida

Y que todo sale bien al final

Así la esperanza es real

Mueve nuestros pasos así sea hasta la playa

Hasta la esquina

Hasta ver o sentir o sentir viendo

La belleza circundante

Que nos contiene y anima.