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Antes, después y ahora

Antes, después y ahora
¿Habría algo de malo en nuestra vida de antes de la pandemia?
¿Será tan necesario estar tan conectados con lo virtual?
Gente que no podemos tocar.
El jardín sigue alrededor.
Las plantas han crecido en buena medida gracias a las lluvias.
El tiempo parece haberse detenido.
Mis libros y los bordados de ella siguen allí esperando.
Hoy volví a leer el libro que había empezado ya no sé cuándo.
El tiempo se ha hecho algo nebuloso
Yo no provoqué la pandemia, como tampoco creé la situación política nacional.
No creo que haya nada de malo en la vida que he elegido y que al mismo tiempo hoy se me impone.
Aprendí a crecer con los desafíos. Trato de no dramatizar.
Al final ¿qué es lo que hay de tan malo en el horizonte?
Lo que es permanente permanece
Aquello en lo cual he apoyado mi vida y que ha dado muestras de ser la realidad más real de todas, sigue igual.
La memoria junta los tiempos.
Vuelvo a ser niño y otra vez estoy en aquél tiempo para el cual el adulto de hoy no tiene palabras.
Sólo puedo decir que es un tiempo sin miedo. Sin muerte.
Es lo que queda, lo que está siempre, lo que siempre será.
La alegría perdurable de aquellos afectos que me constituyen.
La fe de que tuve comprobación en los momentos más arduos de mi caminar
Hoy vuelven las aguas, vuelve una sensación antigua que ya empieza a tranformarse en recuerdo.
La compañía de Dios, el amor de mi mujer, mi familia, aquellos pocos amigos y amigas que fui capaz de conservar.

Impresiones

Hacía días que no ponías una línea en un papel. Mejor dicho, era como si las palabras se hubieran quedado acurrucadas en algún lugar. Ahora, el tiempo parece aún contenido en algún hueco del universo. Sin embargo, ensayas estas tímidas palabras, que vengan a ver si tienen algo para decir, y si no, que vuelvan al silencio. Esta mañana pensabas cómo sería estar escuchando un canto de pájaro por primera vez. Estabas escuchando el canto de un pajarito, y te llegaba como si fuera la primera vez. No era la primera vez, pero te sonó como si fuera. Todo parecía  estar siendo visto por primera vez. Hay unos instantes virginales que de pronto vuelven. Ahora la tarde va pasando despacito. ¿Adónde irá la tarde, a la tarde?

Ocaso

A veces no sabes bien qué hacer. Has andado, caminhado por las veredas del barrio. Has hecho algunos trámites y diligencias necesarios. Correo. Banco. Has conversado con un amigo al que admiras. Gente que no desiste, insiste. Insiste en la esperanza, en lo comunitario. Cómo es notable que haya personas de bastante edad, que no desisten de creer en la movilización social. Ayer leía una frase de Dom Helder Câmara, que decía que el secreto de la felicidad en la vejez, es tener una causa por la cual vivir. No sé si es textual la frase, pero el sentido lo es. Yo miraba el rostro de Dom Helder en la foto.

Recordaba otras personas de edad que no desistieron de creer, y de trabajar por sus sueños, sueños colectivos y personales, hasta el fin de sus días. Mi madre fue una de ellas. Gente que no se entregó a la vejez como si fuera un tiempo de abandono, de esperar la muerte llegar. Recuerdo a mis abuelitas Oliva y Mamina. Ninguna de las dos se entregó a esa especie de abandono. Siguieron de pie, encendidas, en su propia forma de vivir, hasta el fin. Tejiendo, leyendo, rememorando, cantando, cultivando la amistad, la fe, la oración. Quisiera morirme así. El día ya se ha hecho noche, y recuerdas las plantas que viste.

El aroma de los jazmines, de unas flores rojas que viste al caminar por la avenida. Las flores amarillas y naranja del jardín del frente. Las primaveras, o santa-ritas, o bougainville. Las flores blancas que perfuman por todas partes. Las acacias, que penden como farolitos japoneses. El día ha entrado en esa modorra nocturna, cuando las luces de la ciudad tejen hilos de luz en todas las direcciones. Tratas de cerrar el día, pero ¿quién es que puede cerrar un día? El día se cierra por sí mismo, si es que de hecho esto ocurre. Talvez el dia se vaya corriendo atrás de la noche, jugando a las escondidas.

Realidad

¿Qué harías ese día? ¿Qué habrías hecho ya, además de haber ido a la playa con ella y caminado, visto la gente y el mar, nadado, sentido el sol y la arena? ¿Qué más te depararia el día, ahora que se acerca el mediodía y la hora de salir con la familia a almorzar? Esta mañana temprano sentías que la confianza es posible, que es posible vivir en paz, que has ingresado de hecho al reino del amor. Has llegado al lado de allá de la página, a ese mundo literario adonde puedes ser quien sos, ves todo como algo creado, la gente, los ambientes, todo lo que existe. Hasta los pájaros cantando hoy bien tempranito, como un coro envolviéndolo todo, anidándote en el cosmos.

El mar

A veces uno no tiene algo especial para compartir. Las cosas de siempre. La caminata hacia el mar por la mañana, que evocas ahora que ya es de noche y que han pasado ya tantas cosas. Te acuerdas cómo veías entre los coqueros el agua dibujada de olas, como en un grabado móvil de Gourmelin que vieras en una revista Planeta hace ya tantos años. El agua moviéndose, como siempre el agua se mueve. El sol reflejando. El día nublado. Pasas por la arena y miras el mar. Los barcos a la distancia, como mezclados con la niebla hacia el horizonte. El barranco hacia tu derecha. La gente pasando por la playa hacia un lado y hacia el otro. Respiras hondo. El siempre renovado paisaje del mar. Nunca te cansas de esta especie de peregrinación, un ritual que tantos practican por la mañana. Ir al mar. Ver el mar. Ese antiguo ser, como dice Jorge Luis Borges. El mar, la noche. Las luces de la ciudad. Tantas cosas en un día. Boa noite.

 

Otro día comienza

Oyes los pájaros. Te parece mentira estar vivo. Tiempo de descuento. La ola sube, la ola baja, y cada vez más estás cerca de la orilla. Te parece mentira haber llegado hasta aquí, estar tan cerca. No sabes de qué, y siempre supiste. Le llamas Dios, realidad suprema, todo, creación, amor. Le diste muchos nombres pero hoy no te importan los nombres. Los pajaritos cantan y el cielo se pone claro. Otra vez tus ojos sienten la luz del día llegar. Otra vez estás vivo. Te alegras. Ya falta poco. O quien sabe ya llegaste, ya estás en la orilla de allá. Allá es aquí. Tú eres aquello. El sur es esto. Pero ya te estás poniendo demasiado discursivo. ¿No basta el día? ¿No basta estar vivo? ¿No basta la alegría? Otro día comienza.