Arquivo da tag: afinidades

Creciendo

fotoEn algún momento, la palabra hace silencio. La palabra se calla, para escuchar. Escucho entonces. Escuchas. Escuchamos. Escuchemos. Entonces puede haber alguna posibilida de un actuar ajustado, de un vivir en el tiempo justo. Es posible vivir en el tiempo justo, y del modo cierto.

No es que haya algún manual o algunas recetas para esto. Hay indicios, pero ninguno vale a no ser que uno decida experimentar por sí mismo, y afloje un poco. A no ser que yo me deje llevar un poco por el fluir de la vida. Y vaya mirando más hacia adentro y alrededor.

Escuchando alguna palabra que resuena especialmente para mí, en alguna conversación entre amigos o con familiares. Esa palabra me está diciendo algo, pues resuena con alguna otra palabra que escucho después o escuché antes, o con alguna situación que me toca vivir. El pasado y el presente se dan las manos.

Hay un proyecto, hay un futuro. Una utopía. Hay una planta que crece. Hay una flor que ha florecido y está aquí. Soy yo. Sos vos, que has pasado, como yo, por tantas adversidades, pero no has largado la toalla. Todavía insistís en esto de la vida, en ser vos.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño

En brillante ensayo con pretensiones literarias y visos de comicidad, el conocido miembro del consejo editorial de Consciencia, comparte con lectores y lectoras del diario, vicisitudes de las afinidades que nos unen.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño. Llegué a este país cuando el mío, la Argentina, se hundía en un baño de sangre. Dios sabe hasta que punto ese dolor vive en cada uno de los sobrevivientes. También es cierto que del lado de acá de la frontera, descubrí, y descubro cada día, afinidades que me llevaron y me llevan, me llevarán más allá, más aún, hasta lo más hondo de mi ser, de la realidad profunda, de mi destino argentino, latino, nordestino. Cuando escucho canciones del lado de acá de la frontera, me reconozco, reconozco mi vida, mi venida, mi llegada, mi estada, mi deambular, mi esperanza insistente, mi golpear puertas, mi fuerza, mi recibir gestos amigos, gestos solidarios, amor, cariño, que no olvidaré. Hoy siento haber transpuesto la línea del tiempo. La vida que vivo es más que vida, es sobrevida. La gente que veo, es un milagro, son milagros ambulantes, milagros como yo, milagros como todo lo que me rodea, como es el existir, como es esto que está aquí, como sos vos que me leés. Hoy pasé el domingo entre la playa y Mangabeira, donde viven mis suegros, seu Chico y dona Marieta, Matheus, Mara, Romero. Dos mundos, de Cabo Branco, la parte pobre, a Cidade Verde, la parte verde, abierta. Mientras estaba en la casa de mis suegros, un viaje en el tiempo. Una canción me trajo de vuelta. Sigo viniendo. Vengo cada vez más. O talvez ya haya vuelto, no sé. Sé que esto es maravilloso, es más de lo que nunca soñé, o es todo lo que soñé y la yapa. No tengo nada de que hacer propaganda, ningún panfleto, nada para vender, nada de que convencerte. Apenas compartir, compartir estas cosas, esta alegría, este asombro que un buen poeta pondría en cuatro frases, o en una, o en una palabra. Talvez la tengas en la punta de la lengua. Talvez la sepas, la sepamos los dos. Hoy es domingo, se casa Peringo con una mujer que barre la casa con un alfiler. Hay un documento que dice ser este escribiente, brasileño, y no lo niego. Soy un brasitino, un argentero, un brargentino, como en un tiempo me gustaba decir. Ya los grillos cantan, como siempre cantaron y seguirán cantando, mucho después que estas letras hayan seguido viajes inesperados a través de la memoria de los tiempos. Ya el sueño se anuncia, el jugo de cajú espera, la televisión murmura alguna cosa, y me voy a dormir. Chau, que te vaya bien. Que te pise un tren y te deje chato como una sartén.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño

En brillante ensayo con pretensiones literarias y visos de comicidad, el conocido miembro del consejo editorial de Consciencia, comparte con lectores y lectoras del diario, vicisitudes de las afinidades que nos unen.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño. Llegué a este país cuando el mío, la Argentina, se hundía en un baño de sangre. Dios sabe hasta que punto ese dolor vive en cada uno de los sobrevivientes. También es cierto que del lado de acá de la frontera, descubrí, y descubro cada día, afinidades que me llevaron y me llevan, me llevarán más allá, más aún, hasta lo más hondo de mi ser, de la realidad profunda, de mi destino argentino, latino, nordestino. Cuando escucho canciones del lado de acá de la frontera, me reconozco, reconozco mi vida, mi venida, mi llegada, mi estada, mi deambular, mi esperanza insistente, mi golpear puertas, mi fuerza, mi recibir gestos amigos, gestos solidarios, amor, cariño, que no olvidaré. Hoy siento haber transpuesto la línea del tiempo. La vida que vivo es más que vida, es sobrevida. La gente que veo, es un milagro, son milagros ambulantes, milagros como yo, milagros como todo lo que me rodea, como es el existir, como es esto que está aquí, como sos vos que me leés. Hoy pasé el domingo entre la playa y Mangabeira, donde viven mis suegros, seu Chico y dona Marieta, Matheus, Mara, Romero. Dos mundos, de Cabo Branco, la parte pobre, a Cidade Verde, la parte verde, abierta. Mientras estaba en la casa de mis suegros, un viaje en el tiempo. Una canción me trajo de vuelta. Sigo viniendo. Vengo cada vez más. O talvez ya haya vuelto, no sé. Sé que esto es maravilloso, es más de lo que nunca soñé, o es todo lo que soñé y la yapa. No tengo nada de que hacer propaganda, ningún panfleto, nada para vender, nada de que convencerte. Apenas compartir, compartir estas cosas, esta alegría, este asombro que un buen poeta pondría en cuatro frases, o en una, o en una palabra. Talvez la tengas en la punta de la lengua. Talvez la sepas, la sepamos los dos. Hoy es domingo, se casa Peringo con una mujer que barre la casa con un alfiler. Hay un documento que dice ser este escribiente, brasileño, y no lo niego. Soy un brasitino, un argentero, un brargentino, como en un tiempo me gustaba decir. Ya los grillos cantan, como siempre cantaron y seguirán cantando, mucho después que estas letras hayan seguido viajes inesperados a través de la memoria de los tiempos. Ya el sueño se anuncia, el jugo de cajú espera, la televisión murmura alguna cosa, y me voy a dormir. Chau, que te vaya bien. Que te pise un tren y te deje chato como una sartén.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño

Llegué a este país cuando el mío, la Argentina, se hundía en un baño de sangre. Dios sabe hasta que punto ese dolor vive en cada uno de los sobrevivientes. También es cierto que del lado de acá de la frontera, descubrí, y descubro cada día, afinidades que me llevaron y me llevan, me llevarán más allá, más aún, hasta lo más hondo de mi ser, de la realidad profunda, de mi destino argentino, latino, nordestino. Cuando escucho canciones del lado de acá de la frontera, me reconozco, reconozco mi vida, mi venida, mi llegada, mi estada, mi deambular, mi esperanza insistente, mi golpear puertas, mi fuerza, mi recibir gestos amigos, gestos solidarios, amor, cariño, que no olvidaré.

Hoy siento haber transpuesto la línea del tiempo. La vida que vivo es más que vida, es sobrevida. La gente que veo, es un milagro, son milagros ambulantes, milagros como yo, milagros como todo lo que me rodea, como es el existir, como es esto que está aquí, como sos vos que me leés. Hoy pasé el domingo entre la playa y Mangabeira, donde viven mis suegros, seu Chico y dona Marieta, Matheus, Mara, Romero. Dos mundos, de Cabo Branco, la parte pobre, a Cidade Verde, la parte verde, abierta.

Mientras estaba en la casa de mis suegros, un viaje en el tiempo. Una canción me trajo de vuelta. Sigo viniendo. Vengo cada vez más. O talvez ya haya vuelto, no sé. Sé que esto es maravilloso, es más de lo que nunca soñé, o es todo lo que soñé y la yapa. No tengo nada de que hacer propaganda, ningún panfleto, nada para vender, nada de que convencerte. Apenas compartir, compartir estas cosas, esta alegría, este asombro que un buen poeta pondría en cuatro frases, o en una, o en una palabra. Talvez la tengas en la punta de la lengua. Talvez la sepas, la sepamos los dos. Hoy es domingo, se casa Peringo con una mujer que barre la casa con un alfiler. Hay un documento que dice ser este escribiente, brasileño, y no lo niego.

Soy un brasitino, un argentero, un brargentino, como en un tiempo me gustaba decir. Ya los grillos cantan, como siempre cantaron y seguirán cantando, mucho después que estas letras hayan seguido viajes inesperados a través de la memoria de los tiempos. Ya el sueño se anuncia, el jugo de cajú espera, la televisión murmura alguna cosa, y me voy a dormir. Chau, que te vaya bien. Que te pise un tren y te deje chato como una sartén.