Presencia

Inexistencia. Ausencia. Abandono. Sensaciones y sentimientos antiguos que vuelven. Los combato verificando que estoy aquí. Anidado en mí. Acogido en mí y por mí mismo. Presto atención a lo que hago y a por qué lo hago. Siento el piso bajo mis pies y el aire que respiro.

Cuando escribo es talvez cuando más estoy presente. Por eso escribo aunque no tenga nada que decir. Me voy imprimiendo en la hoja. Me junto con toda mi historia. Vuelve mi infancia. Trato de dejar que venga lo que venga libremente. Sé que ella me ama y yo la amo.

Este es el eje de mi vida, que organiza y ordena todo. Sus flores, sus sentires, su estar aquí conmigo y para mí, me aquietan. Es el celeste. ¿Cuál es el sentido de la vida? Amor. Amar. Este es el comienzo y el fin del camino. Mi padre repetía esto.

Cuando escribo consolido mi vida. Junto mis tiempos. Ahora ya me siento mejor. Me siento bien. Veo como en un pantallazo toda mi vida. El niño que fui y que ahora tiene su casa. Los malvones en el patio. Los cosmos en el jardín. Los hibiscos y jamines.

Puedo ser feliz. Aquí está todo bien. Ayer andaba con ella por las tiendas. La sonrisa de las vendedoras. La amabilidad de la gente. Sentirme vivo y saber que valió la pena. Sigue valiendo la pena. Lo que duele de un golpe de estado es la mentira y la traición. El juego sucio. Estábamos ganando y nos sacaron del medio.

Volvimos multiplicados/as. Así será otra vez. Así es siempre. Escribo estas cosas una y otra vez para saber que puedo confiar. Restablezco la confianza en mí mismo y en la construcción colectiva. No necesito obligarme a tantas cosas.

No necesito estar forzándome todo el tiempo. No necesito estar constantemente atendiendo demandas externas. Puedo permitirme el placer, el disfrute. Puedo hacer lo que quiero, lo que me gusta, lo que me hace bien. Dibujo, pinto, leo. Todas estas cosas me restablecen en una paz y tranquilidad internas.

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