Pertenecimiento

Llegar a este espacio común es siempre un placer muy grande, siendo sencillo. Venir al lugar de las hojas me deshoja. Me deshago de papeles pegados a la piel a lo largo del tiempo, que ya no son míos. Veo que el camino recorrido valió la pena.

Las penas florecieron. Aún sabiendo que las palabras no siempre consiguen expresar lo que siento y lo que voy aprendiendo, aprovecho para insistir en el intento. La experiencia me enseñó que el registro de lo vivido crea una realidad especial.

Puedo ver lo que he vivido. Ahora mismo veo en mi memoria un lugar en la ciudad de São Paulo, donde viví muchos años. Una iglesia, una plaza. El tránsito pasando. iCuántas veces recorrí trechos de esa inmensa metrópoli en distintas direcciones! Ahora veo el parque de Ibirapuera. Moema. Santo Amaro. Santa Cecilia. Pinheiros.

El mapa se forma adentro y afuera. ¿Cuál es el afuera? La realidad es lo vivido. Escribir va aliviando el peso de lo que pesa. Puedo ver lo que voy experimentando. Cuando entro en diálogo con otras personas incorporo una visión panorámica. Me libero de la prisión de visiones y versiones fijas que me aprisionaron durante años.

Puedo dudar de lo que creí tan cierto. Todo puede ser diferente en comunidad. El mundo interior e imediato se revelan nuevamente como lo más importante. Otras vidas, otras voces, otros sentimientos, otras visiones de mundo se incorporan a mi vida.

Una sensación de pertenecimiento y unidad substituyen sensaciones anterores de soledad y desamparo. Veo mi vida unificada desde antes de mi nacimiento hasta este ahora en que me veo cosido a una humanidad en movimiento. El mundo es menos ajeno.

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