Noche de vigilia

Ya se escucha el canto de un gallo. ¿Será el anuncio de la revolución? El aumentativo de pueblo puede ser revolución, dice el poema de Affonso Romano de Sant´Anna.

Sea como sea, la cuestión es que estoy de nuevo por aquí. Esta vez no es el miedo o la ansiedad por un atentado terrorista o golpe de estado lo que me mantiene atento, sino más bien un viejo hábito de habitar mi tiempo. Jugar con palabras. Jugar a divertirme.

Todo se puso tan serio de repente. Personas que encontré en mi paso por la academia, ignoraban todo sobre los clásicos de la sociología. Eran dos doctores y una doctora. No citaré sus nombres ahora, para no dar publicidad a lo que detesto. La ignorancia pedante.

Saber que pasé por la universidad tuvo y tiene distintas connotaciones. Haber pasado por la  universidad me mostró la distancia entre lo que se dice conocer, y lo que de hecho se sabe y se practica.

En mi universidad de origen, la Universidad Nacional de Cuyo, tuve ejemplos de lo que llamaré acción integrada. El casamiento entre lo que se sabe y lo que se es y practica. Esto es lo que trato de mantener vivo y activo en mí.

En otras universidades, encontré de todo un poco. Algunas personas (mujeres y hombres) cuyos ejemplos me marcaron profundamente, y cuyos nombres guardo por tratarse de mi espacio interno.

Lo que ahora me trae aquí, no es esta introducción ya demasiado larga pero necesaria, sino algo muy concreto. Mi tiempo es más bien estas horas que preceden al amanecer. Me gustaba levantarme tempranito antes de ir al Liceo Agrícola Sarmiento, en Mendoza, Argentina, donde estudiaba. Tomaba unos mates y leía escuchando radio.

Ayer tuve la alegría de escuchar al Presidente Lula y a su ministra indígena, Sonia Guajajara. Uno y la otra son personas actualizadas. Viven este tiempo. Son contemporáneas de la modernidad, o como se quiera llamar al tiempo actual.

Vivir el propio tiempo es para mí lo más precioso. Que nos roben el presente es lo más penoso. Esto último es lo que vino sucediendo durante la larga noche que llegó a su fin el día en que venció las elecciones la fórmula Lula y Alckmin.

Lenguaje. Lenguajes. Palabras. ¿Qué estoy diciendo? ¿A quién me dirijo? ¿Para qué escribo? El tiempo actual es vertiginoso. Todo es rápido. Pero la vida tiene ritmos más lentos. Despacito. Puedo vivir mi tiempo de varias maneras.

Lula y Sonia Guajajara me recuerdan que podemos vivir y de hecho vivimos nuestros propios tiempos, modos y valores, en medio de una sociedad diferenciada, en medio de gente con valores totalmente diferentes (cuando no opuestos) a los nuestros.

Lula dijo que los atentados del domingo 8 de enero son obra de personas que desconocen la realidad, tal como su mentor, fugitivo, que desde el exterior desconoce que fue derrotado por el electorado, en elecciones limpias.

Desconocer la realidad es especialidad y norma de ese contingente de gente sin rumbo ni dirección, que se deja llevar por quien le dice algunas palabras clave y le pone un dinerillo en la mano, o le ofrece cargos y poder.

Sonia Guajajara, ministra de los pueblos indígenas, dijo que su ministerio bien podría llamarse ministerio de la vida o de la tierra. Su alegría y espontaneidad fueron un regalo para mí, cansado de caras siniestras en el poder.

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