¿Podemos coexistir respetuosamente entre personas diferentes? Necesariamente. Impresincindible.
Sin embargo, todas estas preguntas estuvieron como si dijéramos, en suspenso.
La plantación del odio, que aún subsiste, puso en jaque a la propia humanidad.
Estamos queriendo hacer el camino de vuelta. Posiblitar nuevamente la existencia social. De esto se ocupa la sociología. De esto se ocupa la educación libertadora. De esto se ocupan las artes.
Estamos volviendo a la normalidad. Despertando de una pesadilla.
Nada vale la muerte. La muerte no es una bandera. No al menos del sector civilizado de la sociedad.
Brasil estuvo bajo el imperio del terror durante estos últimos cuatro años. Si le agregamos lo sucedido a partir del golpe de estado de 2016, la vida se hizo precaria en este inmenso país, hace ya mucho tiempo.
La alegría se tuvo que agazapar. Todavía subsisten focos de terrorismo nazifascista desafiando a lo que aún resta de legalidad.
Esto no debe continuar.
El restablecimiento de la normalidad constitucional debe ser pleno.
El imperio del miedo, la mentira como política de estado, la destrucción de la sociabilidad y la retirada de los derechos sociales y laborales, deben cesar.
La prensa debe volver a informar y no deformar.
La vida debe continuar.